No ganará el mejor candidato, esto es lo que realmente define las elecciones (y no es el fraude)

En toda elección democrática alrededor del mundo existen recursos infalibles: guerra sucia, propaganda negra, debates hilarantes y... una que otra propuesta por parte de los candidatos. Lo cierto es que nada de esto decide el resultado de las contiendas y en realidad el factor clave radica en los sentimientos y esto aplica a todos los procesos que se llevan a cabo dentro de una democracia.

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Así lo explican en múltiples de sus trabajos los politólogos expertos Ching-Hsing Wang (Universidad de Houston), Ran Hassid (Universidad de Columbia), y académicos de fama mundial como Pazit Ben-Nun Bloom y Eyal Winter (ambos de la Universidad Hebrea de Jerusalén).

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Winter sostiene que en los últimos años las evidencias han demostrado que nuestro comportamiento político se rige más por las emociones y menos por la racionalidad ("no me gusta o no entiendo lo que propone este candidato, pero me cae bien").

Afirma también que la decisión de salir a votar es por sí sola una decisión "irracional". La mayoría de los casos esto desata la "paradoja de la votación": el acto de acudir a votar se da más por motivación coaccionada ("me regalaron esto a cambio de mi voto", "mi papá me despertó para ir votar", "voy a votar para molestar a Fulanito").

En un trabajo de investigación que Winter realizó hace unos años usando datos de las elecciones estatales de EEUU, encontró que los patrones de dicho proceso eran similares a los patrones de concurrencia de partidos de fútbol:

«Uno se siente más atraído por ir al estadio y pagar un boleto si los dos equipos son competidores cercanos y tu equipo tiene una posibilidad ligeramente mayor de ganar. Después de todo, esperamos disfrutar más el juego cuando nuestro equipo gana. Ocurre lo mismo en las elecciones vistas como "un juego de competencia personal"».

La ideología (derechista, centralista, izquierdista) también se compone de bastas emociones y casi nada de racionalidad, pero esto no es del todo fatal según el politólogo Hsing Wang:

«Imaginemos un mundo en el que la ideología se rige por la racionalidad sin ninguna pizca de "emoción". Habría poco espacio para el debate político (...) Si todos estuviéramos expuestos a los mismos hechos, llegaríamos a las mismas conclusiones».
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Incluso las cosas cotidianas pueden influir seriamente en nuestros sentimientos y por lo tanto en nuestras preferencias políticas. Pazit Bloom realizó experimentos de laboratorio en donde mostró fotografías de comida a varios sujetos de estudio. Posteriormente les preguntaban su opinión sobre la adopción por parte de parejas homosexuales.

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Mientras las personas que vieron fotografías con comida apetitosa se mostraron condescendientes y abiertos a la idea, quienes por su parte observaron comida desagradable tenían respuestas negativas.

La orientación política también se ve influenciada por emociones subliminales. Ran Hassin expuso a un grupo de personas a una pantalla con contenido recreativo, y a algunas de ellas les introdujo durante fracciones de segundo imágenes de la bandera estadounidense. Al terminar el audiovisual, quienes habían visto la bandera tenían respuestas más "derechistas" y "patriotas" que aquellos que vieron el video con presentación normal.

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En la mayoría de los casos, solemos prestar atención de forma selectiva a la evidencia que confirma nuestra orientación política mientras pretendemos que el conflicto entre la razón y el gusto no existe. Hablando en específico de políticos mexicanos (por ahora), todos han recibido evidencias, memes y críticas a sus propuestas.

No obstante, quienes tienen un favorito de antaño no suelen prestar atención a los puntos negativos de su candidato, en cambio prefieren resaltar "las maldades" de los otros y descalificar la inteligencia de sus simpatizantes.

La ideología sin sentimientos es imposible, pero cuando "la emoción nos gana" puede distanciarnos del sentido común. Pensar "con la cabeza fría" en aras del bien común debería ser clave, pero la historia nos demuestra que no es así (y difícilmente lo será).

Los candidatos saben de esta tendencia y por ello es tan común que su publicidad apunte más "al corazón" que a la cabeza, ¿lo has notado?

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