¿Qué precio tiene la victoria? ¿Es lícito sembrar la destrucción en nombre de la paz?
Lo que sucede en Irak nos lleva a preguntarnos: ¿Nos volvemos inmunes ante la violencia y la muerte?

Entre la noche del martes y la mañana del miércoles, el ejército iraquí en coalición con EEUU, ha lanzado un descomunal ataque aéreo contra un convoy de 11 km compuesto por 700 vehículos que abandonaban la ciudad de Faluya.
Según el Ministerio de Defensa iraquí, este convoy estaba compuesto por yihadistas que huían al sur de la capital, hacia un territorio aún ocupado por los militantes del llamado Estado Islámico. El comandante del ejército iraquí, Teniente General Hamid al-Maliki informaba de cómo pudieron detener a los militantes, así como de la liberación total de la ciudad de Faluya.
La operación que constó de continuas oleadas de ataque por parte de hasta 20 helicópteros contra el convoy, consiguió vencer tras la destrucción de hasta 138 vehículos y la muerte de al menos 150 militantes yihadistas.
Todo esto suena terrible, ¿verdad? No obstante parece que las autoridades iraquís acentúan palabras como "militantes", "yihadistas" o "Estado Islámico" pero... ¿Esto jusifica las muertes?
- La importancia de llamar las cosas por su nombre: El problema con el nombre «Estado Islámico»
No parece del todo claro que el convoy realmente estuviera compuesto únicamente por yihadistas. ¿ Podrían haber entre ellos personas que sencillamente huían del terror?
¿Cómo valoramos la realidad?

Y por supuesto hay otras cuestiones a tener en cuenta en este asunto. Nos surgen tantas preguntas. Y el ejercicio es intentar en principio analizar el problema, aunque no encontremos, al menos no enseguida, una respuesta que nos llene.
¿Es esta la reacción adecuada? ¿El terror se ha de combatir con la muerte? ¿Está justificado en este caso privar de su vida a una persona?
El más profundo horror que deriva de estas acciones nos lleva sin embargo a una segunda cuestión que muchos empiezan a observar en la sociedad. Y es que todo lo se ve lejano y en tierras que quizás nunca pisaremos, cobra una dimensión irreal.
¿Nos estamos inmunizando y perdiendo sensibilidad ante la muerte y el sufrimiento? Un extraño sentido de desconexión parece haberse arraigado en el subconsciente colectivo. Las imágenes se asocian con películas o videojuegos, no parecen reales y nosotros las miramos desconectando nuestra parte más emocional. ¿Es que hasta qué punto realmente entendemos lo que sucede? ¿Cómo nos informamos al respecto?
Vemos diariamente la muerte en los informativos mientras comemos sin apartar la cuchara de nuestro plato, como quien ve una película de ficción.
¿Así es el hombre del futuro? ¿Hacia esto vamos? ¿Así de sencillo y aceptable será a partir de ahora causar la muerte de otros? ¿Estamos al tanto de todo lo que sucede? ¿Algunas tragedias son más importantes que otras? ¿Bajo qué lupa las medimos?
Estas noticias invitan siempre a una reflexión pero ¿no deberíamos comenzar por nosotros mismos?






