La veloz adaptación evolutiva de los tibetanos

Hoy en día chinos y tibetanos no se llevan del todo bien (más bien los chinos con los tibetanos, y no tanto a la inversa), pero lo mismo no ocurría hace alrededor de 3.000 años. Por ese entonces, ambas etnias compartían un ancestro común, a partir del cual divergieron adaptándose a diferentes ambientes y fundando poblaciones separadas que hoy no se dirigen la palabra.

Rasmus Nielsen y un grupo de biólogos evolucionistas de la Universidad de California en Berkeley realizaron un masivo estudio de los genomas de individuos de ambas poblaciones para calibrar un reloj molecular que permitiera conocer el momento exacto de su separación.

Nielsen estudió unos cincuenta genomas de chinos y cuarenta de tibetanos, tomando como grupo de control a genomas europeos. El estudio no dejó dudas de que ambos grupos provienen de un antepasado común reciente, ya que 20.000 genes estaban presentes de forma idéntica en ambas poblaciones; sin embargo, treinta genes involucrados en el procesamiento de oxígeno y en la actividad del metabolismo eran francamente diferentes.

Las mutaciones genéticas ocurrían alrededor de la zona de EPAS1, un gen involucrado en el rendimiento físico, el cual se encarga de codificar una proteína sensible a los cambios en los niveles de oxígeno, la cual juega un papel en el metabolismo aeróbico y anaeróbico. Estas mutaciones representan, en términos reales, la adaptación al ambiente de mucha presión y bajísimo en oxígeno de la zona de los Himalayas, actual lugar de residencia del pueblo tibetano.

Analizando los tiempos de divergencia genética, Nielsen concluyó que el ancestro común de ambas poblaciones vivió hace 2.750 años.

Al fin de cuentas, no entiendo para qué los chinos reclaman con tanto énfasis en el territorio del Tíbet, pues sus genes indican que no podrían sobrevivir mucho tiempo allí.