Desde el referéndum del pasado mes de junio, popularmente conocido como «Brexit», la principal preocupación de todos en el Reino Unido respecto a sus implicaciones han girado en torno a su permanencia o no en el mercado común de la Unión Europea, y en especial en las consecuencias económicas que una eventual salida de éste tendrían.
La reducción de la inmigración podría ser el peor costo económico del Brexit, según The Economist

El pasado mes de enero, la primera ministra Theresa May anunció un plan de 12 pasos para comenzar la negociación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea ( UE), y confirmó que no pretendían seguir siendo miembros del mercado común, lo que provocó una gran caída en la libra esterlina.
El asunto de la inmigración, sin embargo, no ha sido del todo considerado dentro del impacto económico post-Brexit.
Una nota de The Economist ha centrado la atención en este punto, diciendo que, en efecto, una baja en la inmigración tiene el potencial de ocasionar un gran golpe económico en el Reino Unido, tal vez mayor que la salida del mercado común europeo.
Reducir la inmigración, cueste lo que cueste

Si bien durante la campaña del Brexit y el referéndum mismo no hubo ninguna referencia explícita oficial a la inmigración, se entiende que el voto popular a favor de la salida de la UE tuvo como una de sus principales motivaciones la de “recuperar las fronteras”, y en todo caso una noción bastante común aunque equivocada en torno a la inmigración en varios países, la de la apropiación de puestos de trabajo por parte de los inmigrantes.
Y, desde luego, ciertos sentimientos xenofóbicos, reavivados en medio de la crisis de refugiados europea.
El gobierno entonces está pensando en diversas maneras de reducir la inmigración.
Hasta el pasado mes de septiembre, el saldo migratorio en el Reino Unido (total de inmigrantes menos total de emigrantes) era de 300.000, dividida casi en partes iguales entre ciudadanos de países miembros de la UE y de países fuera de ésta (alrededor de 600.000 extranjeros que viven en el país, y 300.000 británicos que se fueron).
Se trata de un máximo histórico, pero es una cifra que no ha dejado de aumentar desde principios de los 2000, cuando ciudadanos de otros países más nuevos y pobres de la UE adquirieron el derecho de ingresar al Reino Unido.
Aún así, no es un número demasiado exagerado o un fenómeno que esté fuera de control.
Según The Economist la cifra es aproximadamente tres veces la concurrencia a un partido cualquiera del Manchester United, y países como Irlanda, Australia o Canadá tienen, en proporción, un saldo migratorio mucho mayor.
Pero para cumplir con el sentir popular y la exigencia de mayores controles a los inmigrantes, Theresa May y su ministra del interior Amber Rudd han repetido la siguiente promesa: reducir la cifra del saldo migratorio a no más que unas “decenas de miles”.
¿Cómo hacerlo?

Son los procedimientos necesarios para alcanzar esta cifra que podrían causar un gran impacto económico.
Para reducir el saldo migratorio, el Reino Unido tiene que, en primer lugar, mantener estable el número de emigrantes.
Alrededor de 50.000 británicos dejan el país anualmente, pero en la Europa post-Brexit la instalación de un ciudadano del Reino Unido en otro país de la UE puede ser más difícil, con lo que el número de emigrantes probablemente se reducirá.
Del saldo migratorio, alrededor de 70.000 personas son refugiados o familiares de éstos.
Hace unos días la Suprema Corte respaldó al gobierno en un caso en el que impuso mayores exigencias económicas a familiares de inmigrantes que quieran reunirse con ellos en el Reino Unido.
Sin embargo, la inmigración de trabajadores no calificados de países ajenos a la UE ya es casi inexistente, así que no es este el camino para reducir el saldo migratorio.
Una posibilidad es reducir la llegada de estudiantes extranjeros, apelando por ejemplo a una restricción en el crecimiento de las universidades, pero esto no solo pondría freno a una industria muy lucrativa, sino que a lo sumo podría reducir el número de inmigrantes en 50.000, lo que todavía dejaría el saldo migratorio muy por encima de los 100.000.
Tal vez la medida más efectiva para reducir el saldo migratorio es también la menos simpática, políticamente hablando: reducir la inmigración de profesionales y trabajadores especializados.
Esto iría en la dirección contraria de uno de los argumentos que el propio gobierno utilizó para justificar la reducción de la inmigración: “Un sistema que nos permita controlar las cifras y que aliente a los mejores y más brillantes ciudadanos extranjeros a venir a nuestro país”.
Según una encuesta independiente del Centre for Economic Performance, los inmigrantes al Reino Unido son en promedio más instruidos y preparados que los ciudadanos nacidos allí.
La mayoría de estos inmigrantes especializados provienen de países como Estados Unidos e India, por lo que reducir su ingreso sería también contraproducente para el gobierno de Theresa May, que se encuentra en busca de acuerdos post-Brexit con esos dos países.
Además, estos inmigrantes dan impulso a la economía doméstica, no solo mediante el consumo sino también en la creación de puestos de trabajo.
Las intenciones del gobierno en torno a la migración preocupan especialmente a la industria alimenticia, en la que trabaja un 40% de inmigrantes, y a la investigación científica, con un un 25% de investigadores extranjeros.
Los inmigrantes especializados, además, han mitigado los efectos negativos que ha tenido el envejecimiento de los trabajadores británicos.
Las opciones, entonces, parecen reducidas para el gobierno británico, y posiblemente no muy agradables para los que votaron a favor del Brexit, que, o bien verán cómo el saldo migratorio que tanto los preocupaba se mantiene al mismo nivel pese al referéndum, o cómo su reducción tiene duras consecuencias económicas de las que serán los principales perjudicados.
- Donald Trump y el Brexit: El «big data» y su papel en los grandes fenómenos políticos recientes






