¿Qué tanto realmente sabemos sobre la mutilación genital femenina? Según la ONU cada año se le mutilan los genitales de cerca de tres millones de niñas y se calcula que en el mundo hay al menos 200 millones de niñas y mujeres que viven con los estragos de la MGF.
La historia de esta mujer víctima de ablación te dejará un nudo en la garganta

El objetivo de la mutilación es la representación del cierre del cuerpo de las mujeres, que supuestamente deben reservar para sus esposos y para asociar la sexualidad con el dolor. Es una práctica que identifica la mutilación del cuerpo con los derechos de las mujeres que busca legitimarse en un sistema cultural ya sea en ritos, tradiciones o en alguna religión.
Con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital, que se conmemora cada 6 de febrero, retomamos la historia de Mende Nacer, que se relata en el libro de Feminismo para Principiantes de Nuria Varela.
En 1994, Nacer, de Nuba, Sudán, fue raptada, apartada de su familia y vendida como esclava a los 12 años. La compró una familia rica de Jartum que después la traspaso a una familiar que vivía en Londres. Allí consiguió escapar y denunció su experiencia en el libro titulado Esclava. Una historia muy dolorosa y que desafortunadamente sufren muchas niñas en el mundo.
Esto es parte de lo que escribió:
«La mujer me sentó en un pequeño escabel de madera y me separó las piernas todo lo que pudo. Hizo un agujero en la tierra delante de mí. Entonces, sin decir una palabra, se puso en cuclillas entre mis piernas. Con un rápido corte descendente de la cuchilla, me había cortado un trozo de carne. Lloraba y pataleaba intentando liberarme». «El dolor era tan insoportable que no se puede describir, nadie se lo puede imaginar, ni en la más terrible de las pesadillas. Pero mis hermanas y mi madre me tenían fuertemente sujeta y me mantenían las piernas separadas, así que la mujer seguía cortando. Sentí que me escurría la sangre por los muslos hasta el suelo». «Lo peor no había llegado todavía. La mujer se inclinó de nuevo y sentí que sujetaba algo y empezaba a cortarlo con la cuchilla. El dolor fue más espantoso que antes, si era posible. Gritaba y me revolvía intentando apartarla, pero me tenían tan bien sujeta que no podía escapar. Finalmente con los brazos cubiertos de sangre, me quitó algo más y lo arrojó al hoyo». «—Pon en el fuego agua a hervir —le dijo a mi madre sin un rastro de emoción en su voz. Estaba tumbada, sin resuello, llorando y temblorosa, cuando vi que empezaba a enhebrar un espeso hilo de algodón en la aguja». «Luego, introdujo la aguja en el agua hirviendo. Pocos segundos después la sacó y se volvió a inclinar entre mis piernas. (...) Después llegaron todos nuestros parientes y hubo una gran fiesta para celebrarlo. Pero casi no me di cuenta. Durante tres días estuve en cama. No podía dormir a causa del dolor. (...) El segundo día fue incluso peor. (...) Cualquier movimiento me producía unos dolores horrorosos». «Lo primero que puedo recordar con claridad es que al tercer día intenté orinar. No me podía agachar por el dolor, así que mi madre tuvo que sostenerme en pie. Pero cuando empezaron a salir las primeras gotas, entre las piernas sentí escozor y ardor. Empecé a llorar y revolverme y me agarré a mi madre». «—No puedo hacer pis. ¡Me duele demasiado! [...] Durante toda esa semana, Umi me estuvo empapando los puntos con té caliente y aceite, para ablandarlos. Pero cada vez que intentaba quitármelos, le decía que lo dejara. Mi madre era muy amable y cuidadosa. Si dolía demasiado, seguía empapando los puntos. Luego, después de una hora aproximadamente, intentaba empezar a quitarlos de nuevo. Pasaron tres semanas antes de que hubiéramos terminado de hacerlo. Durante este tiempo, mi madre y mi padre parecían estar muy tristes y sentirse muy culpables». «Después de la ablación murieron algunas muchachas de la tribu debido a las infecciones. Otras más fallecieron años después, al dar a luz, porque su vagina era demasiado estrecha para permitirles parir normalmente». «Pero lo más corriente era que el niño muriera en el momento de nacer, por la misma razón. Probablemente por eso murió la niña de Kunyat. Me llevó al menos dos meses perdonar a mis padres por esto. Ahora sé que su temor era que nunca me casara. Ningún hombre nuba se casa con una mujer que no sea 'estrecha', lo cual demuestra que es virgen. Mis padres realmente creían que lo que hacían era lo mejor para mí».
La historia fue editada para evitar herir susceptibilidades, pero el libro completo lo puedes encontrar aquí.
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