Juntos a la par: un joven con discapacidad logró ser doctor en física gracias a su mente y a las manos de su madre

Él, doctor en física. Ella, las manos que lo lograron: esta es la historia de un niño que nació asfixiado y desafió a la ciencia. Leí la entrevista y no pude evitar lagrimear. Su concepción de felicidad, sus ganas de vivir y el amor de una madre son dignos de admiración. La Tercera los entrevistó y hoy quiero que conozcas sus historias…

«No lloró. Apenas David Valenzuela salió del vientre de su madre, tras una cesárea de emergencia, no lloró. Su madre, Sara Díaz, se dio cuenta enseguida de eso y supo que algo había pasado. Pidió que le mostraran a su niño. Fue entonces que el doctor le dijo esas palabras que ella recuerda frescas en su memoria, pese a que ya han pasado 30 años: “Sara, el niño está malito. Se asfixió al nacer”».

Así empieza esta historia. Justo al leer estas frases dejé caer mi primera lágrima. Poco a poco, conocí la historia de este hijo y esta madre. Y, ¿saben qué? Volví a llorar. No de tristeza, sino de emoción.

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Sara Díaz, una madre con todas las letras

En Chile nació hace ya mucho tiempo una gran mujer. Copiapó fue la ciudad que la recibió. Pero a los 18 años decidió irse a estudiar a Antofagasta. Allí conoció a su pareja y, también, al padre de su futuro hijo.

Los meses de embarazo fueron perfectos. Pero en el último mes de embarazo, la nariz de Sara comenzó a sangrar. La interaron, tenía mucha presión. Siguió así y decideron realizarle una cesárea.

«Sara, el niño está malito. Se asfixió al nacer»: David nació, pero no lloró ni respiró. El paso de las horas y la ayuda médica lo estabilizaron. Sara notó que su hijo no lloraba, no podía sentarse, le costaba levantarse. Decidió consultar varios médicos. Un neurólogo en Santiago de Chile le comunicó que debían empezar rehabilitación porque el niño tuvo un problema que afectó sus extremidades.

«Yo le pregunté si el niño iba a caminar y el médico me dijo que la pregunta correcta era si se iba a desplazar de alguna manera, y él creía que sí. Pregunté si iba a hablar. Me dijo que la pregunta correcta era si iba a comunicarse, y él creía que sí, porque era un niño vivaz», contó su mamá.

El sueño de un niño que se convirtió en una realidad

Durante su infancia quería ser piloto de guerra. Pero eso era imposible. Le costó comprenderlo, pero lo logró.

«Me costó entender ese sueño. Tardé 20 años en entenderlo. Porque al final el avión soy yo, y tengo que dar mi batalla. De una u otra forma soy piloto. Este cuerpo lo manejo yo y debo traspasar sus límites; es decir, volar. Siempre tuve conciencia de mi discapacidad y al final entendí por qué soñaba con un avión: porque mi espíritu debe ser libre. Mi avión es mi espíritu, que debe volar».

Con el paso de los años decidió que quería ser físico. Un año antes de terminar el bachillerato se lo comunicó a su familia. Viajaron a Santiago de Chile donde tuvieron una reunión en la Universidad Católica. El director le dijo que su hijo iba a ser bienvenido y que los trabajos serían de a dos: David no necesitaría usar sus manos, solo su mente.

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Finalmente, su madre se convirtió en sus manos. David se recibió y esa victoria fue de ambos: de él, por su mente; de ella, por sus manos. Pero decidió apostar a más: hacer un posgrado de física. Y, nuevamente, lo lograron. Ahora, él quiere hacer un posdoctorado, y ella sabe que lo acompañará: «Siempre vamos a vivir juntos. Tengo mi vida hecha con él. Nunca le pregunté a Dios por qué a mí. Yo me siento bendecida con mi hijo», manifestó.

La definición de felicidad

Quizá, muchas veces nos preguntemos: ¿qué es la felicidad? Quizá hasta dudemos de si realmente somos felices. Quizá preguntemos, ¿por qué nos sucede esto a nosotros? Pero eso no le sucede a David.

«Ser feliz es una decisión, no algo que pase a veces. Ser feliz es aprender a navegar por las estrellas. La gente comúnmente busca el día, el sol y se desespera en la oscuridad. Pero la persona realmente feliz mira las estrellas y sigue caminando. La felicidad no es una emoción, es un estado de conciencia. Es liberarte de todo. Te da lo mismo la lluvia, la noche, el invierno. Yo soy feliz porque decidí serlo. Aprendí a navegar en la noche, entre las estrellas».

La vida le regaló muchas cosas a David. También le quitó muchas otras. Pero él aprendió a ser feliz así, con lo mucho que tiene. Con su mente, con su madre, con sus sueños y con la vida entera.