«Uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras», dice la célebre frase. Y la lingüística forense sin dudas lo demuestra. Es que la forma de hablar o escribir puede, literalmente, delatarnos. Esta rama de la lingüística es capaz, entre otras cosas, de resolver asesinatos o identificar plagios.
¿Hasta qué punto la forma de hablar o escribir nos delata?

Dime cómo escribes…
Se define como lingüística forense a la disciplina que estudia los puntos de contacto entre el lenguaje y el derecho. Dentro de sus atribuciones se incluye el estudio del lenguaje utilizado en las leyes y en los juzgados (muchas veces con la intención de hacerlo más comprensible para la ciudadanía), pero también (y aquí viene lo más interesante) el estudio de evidencia.
Los expertos son capaces, por medio de un análisis del texto, de determinar si un documento es auténtico o no (como en el caso de una carta de suicidio) o indicar quién es el verdadero autor de un mensaje de texto, por ejemplo.

Pero ¿cómo lo hacen?
Los lingüistas especializados en el análisis de evidencias estudian los textos hasta el último detalle. El vocabulario, el uso de la puntuación, la presencia de errores ortográficos o incluso la diagramación son datos relevantes para su trabajo.
Por medio de estos indicadores, son capaces de identificar características de su autor como su origen geográfico, su edad o incluso su género. Para los expertos, la forma en la que cada persona utiliza el lenguaje es particular, como una especie de ADN lingüístico.
El pez por la boca muere

Fue precisamente el análisis de mensajes de texto lo que ayudó a resolver el asesinato de Amanda Birks en Inglaterra. Según su esposo, Christopher Birks, la mujer falleció como consecuencia de un incendio que se produjo en su casa. El hombre declaró que tuvo tiempo de salvar a sus dos hijos, pero no pudo regresar por su esposa.
Sin embargo, durante el estudio de los mensajes de texto enviados desde el teléfono de Amanda, algo llamó la atención de los lingüistas forenses. Varios de los mensajes que habían sido enviados antes del incendio no coincidían con el uso que Amanda hacía del lenguaje. Y, al compararlos con los mensajes de su esposo, aparecieron fuertes similitudes.
Si bien esta evidencia no era suficiente para acusar al hombre de homicidio, al ver que las pruebas eran contundentes, Cristopher confesó: había asesinado a su esposa y provocado el incendio para encubrir el crimen.
Y se ventilan los secretos de J.K. Rowling

Por otra parte, en literatura y textos académicos la lingüística forense es muy útil cuando se quiere detectar un caso de plagio o determinar la autoría de un texto. Esto le ocurrió a la mismísima J.K. Rowling, quien en el año 2013 fue desenmascarada como autora de la novela The Cuckoo’s Calling, publicada bajo el seudónimo Robert Galbraith.
Richard Brooks, el hombre detrás de este descubrimiento, usó la lingüística forense para averiguar quién era el verdadero autor de la novela. Comparó The Cuckoo’s Calling con otros libros de la saga de Harry Potter, analizando su estilo, vocabulario e incluso la cantidad de veces que determinada secuencia de letras se repetía durante el texto.
Uno de los rasgos más característicos de Rowling, según Brooks, es el largo de las palabras que utiliza. Para esto, hizo un análisis estadístico de las palabras utilizadas en el libro de acuerdo con su cantidad de letras. Según el investigador, esta variable se mantiene bastante estable en los libros de Rowling.
La vida secreta de las palabras

Muchas veces se cuestiona a las humanidades por su aparente falta de utilidad práctica. La lingüística forense demuestra de manera clara lo contrario. Es que el lenguaje constituye un reflejo de nuestra identidad y una forma de crearla. Es la materia que usamos para comprender y aprehender el mundo que nos rodea. Hay muchísimas fuerzas que se esconden detrás de la forma en que utilizamos el lenguaje. Por eso, dice tanto de nosotros y, por el mismo motivo, nos delata.
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