Gustav III y el extraño experimento que buscó demostrar que el café es venenoso

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Un caso con el que los serios suecos se convirtieron en el hazmerreír de la comunidad científica europea.

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Café infiel y tóxico

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La entrada del café en Europa no estuvo exenta de controversias. Antes de llegar al viejo continente, la bebida se popularizó primero en el mundo islámico y la cristiana Europa sospechaba de todo lo que viniera de territorios del Islam.

De hecho, se cuenta que fue el propio Papa Clemente VIII quien habría impartido su definitiva bendición al café cuando afirmó que era tan delicioso que no podía dejarse a los infieles la exclusividad de su uso.

Otros pruritos con el café provenían de que era supuestamente venenoso y uno de los grandes enemigos de la bebida fue el rey Gustav III de Suecia.

Gemelos de ocasión

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Gustav III llegó al trono sueco en 1771 y es recordado por su absolutismo, su amor al arte y su odio al café, producto al que consideraba tóxico y al que gravó con altos impuestos.  Pero al margen de la opinión de su monarca, los suecos empezaron a entusiasmarse con la aromática bebida y entonces el rey se propuso demostrar con un experimento sus propiedades venenosas.

Dos gemelos idénticos se encontraban en la cárcel, en espera de la ejecución de sus sentencias de muerte y el rey pensó que eran los candidatos ideales para probar su teoría. Gustav III anuló las sentencias a la pena capital de los mellizos, condenándolos a cadena perpetua, a condición de que se sometieran a un experimento: a partir de ese momento, uno de ellos tomaría 3 vasos de café al día y el otro 3 de té.

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El té también era considerado dañino, pero el rey pensaba que el café era tan malo, que el prisionero al que se le daría esa bebida no tardaría en caer muerto. No hay registros de la fecha de inicio del experimento; todo lo que se sabe es que comenzó después de 1771.

El rey cae muerto

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Quien cayó inesperadamente muerto fue el rey, cuando el 29 de marzo de 1792 fue baleado a quemarropa en una noche de máscaras en la Ópera de Estocolmo. Para ese momento, los gemelos seguían bebiendo té y café sin novedad.

Si el rey hubiera tenido larga vida se hubiera llevado un disgusto con su experimento. Incluso, los dos médicos que Gustav III designó para supervisar el caso murieron de causas naturales antes que los mellizos. De hecho, unas de las pocas cosas que se saben sobre el final del experimento es que el bebedor de café murió a los 83 años, después de haber visto partir a su hermano. Desde entonces, el caso se llama burlonamente el « primer ensayo clínico sueco»