Durante 24.000 años será peligroso vivir en los alrededores de Chernobyl. Tan solo han pasado 31 años desde el accidente en la central nuclear. La ciudad quedó vacía: en menos de cuatro horas evacuaron todas las casas. Pero miles de personas murieron intentando controlar la catásfrofe. Otras tantas decidieron quedarse para morir en su hogar. Y muchos ciudadanos decidieron volver con el paso del tiempo.
Estas personas volvieron a sus casas cercanas a Chernóbil y sus historias merecen ser contadas

Lo que sucedió en Chernóbil marcó la historia. Cambió la vida de miles de personas que sobrevivieron pero que hasta el día de hoy sufren sus consecuencias: ellos y sus hijos. Terminó con la vida de otros miles. Y modificó la vida de muchísimos pueblos: la ciudad en la que vivían era inhabitable y si volvían las consecuencias podían ser gigantescas -además de trágicas-.

La periodista Svetlana Aleksiévich decidió entrevistar a numerosas personas que estaban ese día en los alrededores de la planta. Y vale la pena leerlos, escuchar sus denuncias, sus quejas y sus males. Una gran cantidad de declaraciones que te erizan la piel y te hacen preguntar, ¿por qué? Lo que pasó quizá no pudo ser evitado, pero muchas de las acciones que siguieron luego de la explosión fueron equivocadas y por eso fallecieron miles de personas.
La frase de la contratapa de “Voces de Chernóbil” quedará para siempre en mi retina:
“'Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Vendré pronto.' Esto fue lo último que un joven bombero dijo a su esposa antes de acudir al lugar de la explosión. No regresó. Y en cierto modo, ya no volvió a verlo, pues en el hospital su marido dejó de ser su marido. Todavía hoy ella se pregunta si su historia trata sobre el amor o la muerte”.
Vidas animales

Pasaron casi 31 años desde aquella catástrofe. Y los animales están comenzando a vivir allí. La naturaleza está floreciendo. Las personas vuelven para estar donde dejaron su corazón: en el pueblo que los vio nacer y en donde guardan miles de historias.
Tal vez las consecuencias ya no sean del todo mortales. Pero por alguna razón, muchos animales salvajes están sobreviviendo y, además, se reproducen: ciervos, alces, jabalíes y lobos encontraron un lugar para vivir. Encontraron una ciudad desierta toda para ellos.
La vida en Chernóbil no significa que la radiación haya desaparecido ni que esa misma radiación que mató y expulsó a animales y ciudadanos sea “buena para la vida silvestre”. Pero, ¿cómo puede ser que haya más cantidad de animales que una zona no contaminada? La respuesta es fácil: no hay hombres. La mano del hombre puede ser mortal. Cercano a Chernóbil hay más lobos que en las áreas pobladas y eso se atribuye a que no hay cazadores humanos.
El hecho que la vida animal nunca haya desaparecido en el área afectada ayudó a los científicos a hacer estudios. Por ejemplo, luego de analizar a 152 aves cercanas a Chernóbil, se entendió que muchos de los animales que allí estaban se lograron adaptar a la radiación.
Siempre volver

7000 mil personas trabajan hoy en día en la central. ¿Por qué? Quieren desmantelar la central nuclear y así evitar posibles nuevas catástrofes. Quienes allí trabajan están expuestos a grandes niveles de radiación, aunque nadie sabe qué consecuencias puede tener en ellos. Muchos de ellos están convencidos que su trabajo los conducirá a la muerte, y quizá así sea. Pero quieren hacerlo, por el bien de sus ciudadanos.
Otras 400 personas, en su mayoría de edad avanzada, volvieron a la zona de exclusión.
Para quienes viven lejos de esa zona, ir allí les parece terrorífico. Pero para quienes vivieron allí siempre, la idea de volver les suena tentadora.
A pesar de las malas condiciones, quienes viven en la zona cercana a Chernóbil lo hacen con satisfacción, un sentimiento que muchas veces se mezcla con el dolor de saber que sus casas y sus tierras ya no son lo que fueron. Que ellas emanan muerte. Pero será una muerte mejor que todas las otras: una muerte en casa, una muerte cómoda.
El cáncer: moneda corriente entre quienes allí vivieron

El alcohol, la depresión pero, sobre todo, el cáncer: se repiten una y otra vez en quienes debieron ser desplazados pero también entre quienes viven allí o van a trabajar.
Viktor Gaidak trabajó en la planta de Chernóbil durante 28 años. Luego de tener cáncer de colon decidió venderlo todo para salvarse. Lo logró. Pero ahora su pareja también tiene cáncer y no tienen nada para vender. Esta historia, como la de muchos otros, nos llegan y nos impactan. La mayoría de las personas que vivieron en las zonas aledañas a la catástrofe tienen problemas de salud, pero como en el accidente nuclear lo perdieron todo, tampoco tienen la posibilidad económica de salvarse.
“Nací aquí y moriré aquí. Incluso, ya quiero morir”, explicó Vasily Olessandrovich, un agricultor que vive en la zona de exclusión. En su brazo tiene un tatuaje de su esposa, ella murió de cáncer y él también quiere morir. Mientras tanto, toma y así olvida la pésima vida que lleva.
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Volver para honrar y recordar. Volver para unir la historia

Muchas de las personas que tuvieron que ser evacuadas de sus casas decidieron formar su vida en otro lado. Pero eso no los hace olvidar todo lo que allí pasaron. Todas las historias que formaron y forman su vida están en esa zona de exclusión y es necesario ir allí para hilar recuerdos, para hilar historias.
Cada año, cada 26 de abril, miles de personas vuelven para recordar sus casas, para disfrutar de la soledad y para honrar a quienes allí fallecieron.

Sus dormitorios. Los jardines donde se enamoraron, donde jugaron y vivieron. Hoy es una ciudad vacía, una ciudad fantasma. Pero a quienes vivieron allí les encanta volver y recordar aquellos buenos tiempos. Porque en la tristeza, en el horror, también es necesario recordar y ser felices.
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