Seguro te ha pasado de escuchar una grabación de tu voz y sorprenderte. Y es que ha cualquiera le pasa que el sonido que escucha a diario de su propia voz no corresponde con el sonido que escucha en grabaciones o por teléfono.
Esta es la razón científica por la que tanto odias el sonido de tu voz

Según la ciencia, se ha comprobado que lo que escuchamos cuando hablamos no es igual a lo que otros perciben.
¿Cuál es el sonido correcto?

Según la ciencia, la voz que escuchamos en nuestros grabaciones o audios es como realmente suena nuestra voz. Sí, por más extraña que nos parezca.
Esto se debe a tres pequeños huesos llamados osículos, que se ubican en el oído medio y que son los responsables de la discrepancia entre cómo creemos que sonamos y como nos oyen los demás.
La forma de procesar el ruido es que el tímpano vibra contra estos huesos que transmiten vibraciones a la cóclea, una estructura con forma de espiral ubicada en el oído interno. Luego la cóclea traduce el ruido del mundo exterior en energía eléctrica, que es la forma en la que las células cerebrales se comunican entre sí.
Transducción es el proceso que altera la información de fuera de nuestro cuerpo al lenguaje de las células cerebrales y es el proceso responsable de generar lo que llamamos sonido.
Cada vez que hablamos, nuestro cerebro procesa la información a través de la vibración de los osículos y de la conducción aérea para que el sonido tenga sentido.
La explicación al rechazo

Ante el estímulo acústico, los osículos vibran un poco, pero nuestra propia voz siempre nos suena fuerte (por la cercanía de la boca a los oídos) y los osículos vibran más cuando hablamos.
Eso confunde el sonido y hace que percibamos nuestra voz con un tono más bajo del que realmente tiene. Por eso cuando escuchamos una grabación de voz, nos parece que el sonido es mucho más alto.
¿Pero por qué nos genera tanto rechazo? El Dr. Yale Cohen, director del Centro de Ciencias de la Audición de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pennsylvania sostiene que el rechazo se genera porque solemos creer que conocemos cómo suenan nuestras propias voces y que las percibimos de igual manera que las demás.









