Maggie MacDonnell enseña en la escuela Ikusik en Salluit, una remota aldea inuit en el remoto Ártico canadiense. Su nombre se ha conocido en el mundo entero por recibir el premio de 1 millón de dólares por su trabajo en la enseñanza de la comunidad local.
Ella es Maggie MacDonnell y es considerada la mejor maestra del mundo

Una comunidad sumida en una gélida soledad

La ciudad de Salluit cuenta con menos de 1000 habitantes y es un área aislada de recursos limitados, en las que las temperaturas alcanzan los -25 ºC.
En este marco, las tasas de abuso de drogas y autolesiones entre adolescentes son elevadas. La comunidad aborigen inuit en la que enseña Maggie MacDonnell ha enfrentado en años recientes un alarmante problema de suicidios. «He sido testigo de 10 suicidios en tan solo dos años», asegura.
Y es que muchos de estos estudiantes crecen en hogares conflictivos , marcados por la inseguridad y la inestabilidad. A su vez, el peso de los roles de género determina que a las niñas y adolescentes se les delegue las responsabilidades del cuidado del hogar, lo que ocasione que abandonen la escuela antes de graduarse.
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Una revolución de voluntad y esperanza
Hace seis años, esta maestra decidió mudarse a la comunidad y crear un programa de habilidades para la vida específicamente para las niñas, que ha logrado mejorar en un 500 % su registro en la escuela.
A su vez, ha logrado mejorar los niveles de asistencia de forma notoria, haciendo que sus estudiantes se involucren en actividades como el funcionamiento de una cocina comunitaria, la capacitación para la prevención del suicidio y caminatas por los parques nacionales para entender la administración ambiental.
MacDonnell incluso ha creado un centro de fitness y se ha convertido en madre adoptiva temporal de algunos de sus propios estudiantes. Para ella, presenciar los funerales de sus propios estudiantes ha sido una de las experiencias más duras que le ha tocado vivir y, por eso, busca cambiar la realidad de los jóvenes.
Premiando los grandes logros
MacDonnell compitió por el premio Global Teacher Prize de la Fundación Varkey con 20.000 educadores.
Al figurar entre los finalistas pidió asistir a las ceremonia con tres de sus exalumnos y en su discurso agradeció a la fundación por prestar atención a una comunidad indígena «tan pequeña y única».
Como vemos, Maggie se preocupa por sus estudiantes, busca prepararlos para su futuro teniendo en cuenta las realidades de su comunidad, al mismo tiempo que les brinda seguridad, esperanza y confianza para alcanzar sus sueños.
¡Por más guías como Maggie!
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