¿No te va muy bien en los estudios? No te preocupes, eso no tiene una relación directa con tu éxito profesional. Así lo demuestra la historia de Alan Turing, el matemático que descifró el código que los nazis utilizaban para comunicarse en la Segunda Guerra Mundial y, además, un pésimo estudiante.
El matemático que descifró los códigos nazis tenía malas calificaciones en la escuela

Por estos días, Turing, también considerado el padre de la informática, se volvió noticia gracias a la inauguración de una exposición en el Museo Fitzwilliam, en Cambridge, donde se exhiben varias pertenencias personales del matemático, entre las que se encuentran sus boletines escolares.
Un alumno no tan ejemplar

En sus boletines, sus profesores afirman que sus niveles de inglés (su lengua nativa) y francés dejaban mucho que desear. Por otra parte, calificaban su trabajo en matemáticas como desordenado. «Debe recordar que en Cambridge querrán conocimientos sólidos en lugar de ideas vagas», escribió su profesor de física.
Sin embargo, fue justamente esa capacidad que Turing tenía de «pensar fuera de la caja», es decir, el pensamiento lateral, lo que lo convirtió en un gran matemático.
Ventilando los secretos del Tercer Reich

Turing tiene el raro honor de ser considerado un héroe de guerra por su labor como matemático, ya que su trabajo como parte de una operación secreta en Bletchley Park fue vital para en la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Esto se debe al hecho de que Turing logró crear la máquina Enigma, que descifraba el código que el ejército nazi usaba para comunicarse de manera secreta, lo que permitió el acceso a información clave. Esta máquina también forma parte de la exhibición del museo.
Mucho más que un matemático

Pero la apasionante vida de Alan Turing no se limitó a su labor matemática. En el museo también se exhibe una carta del académico a su madre en la que contaba cómo ayudó a dos niños judíos que habían escapado a Inglaterra a encontrar refugio.
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Fiel a sí mismo
Otro aspecto que llama la atención de su biografía es lo abierto que Turing fue respecto a su homosexualidad. En 1952 fue arrestado por el delito de «indecencia» y, aunque la homosexualidad era considerada ilegal en la época, Turing no desmintió las acusaciones. Alan se terminó sometiendo a una castración química, ya que era la única opción que tenía para evitar ir a prisión.

Poco tiempo después, Turing se quitó la vida ingiriendo cianuro a sus 41 años. Sin embargo, su madre nunca creyó en la hipótesis del suicidio y afirmaba que su hijo había fallecido por una intoxicación que había sufrido mientras intentaba bañar en oro una cuchara usando cianuro de potasio. La cuchara, junto con la explicación de la madre, también se encuentran en exhibición en el museo.
Alan Turing tuvo una vida apasionante por donde sea que se la mire. Su brillante carrera matemática, la decodificación de códigos nazis, su asistencia a niños judíos y su abierta homosexualidad son hitos que harán que su vida no pase al olvido.






