El lugar donde veranea Putin tiene un pasado oculto que te dejará helado

En nuestro imaginario colectivo, Siberia parecería ser un lugar abandonado por la mano de Dios. Pero ¿de dónde surge esta idea? Sin lugar a dudas, el hecho de que funcionara como una prisión al aire libre durante el reinado de los zares tiene mucho que ver con esta idea.

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Escritores de la talla de Fyodor Dostoyevsky y Antón Chejóv fueron enviados a realizar trabajos forzados en durísimas condiciones a Siberia y reprodujeron estas experiencias en las vidas de los personajes de sus libros. ¿Qué se esconde detrás de este proceso y cómo es Siberia en la actualidad? Intentaremos dar respuesta a estas interrogantes.

La casa de los muertos vivos

El historiador Daniel Beer revisita la historia de esta remota región del planeta en su libro The House of the Dead: Siberian Exile Under the Tsars. Este título retoma la novela semiautobiográfica de Dostoyevsky, House of the Dead en su traducción al inglés, en la que el célebre escritor describe las pésimas condiciones de vida de las prisiones de Siberia.

Dostoievski fue enviado a Siberia por rebelarse contra el régimen de la época y describió a la región como la «casa de los muertos vivos». Esta experiencia, además, se vería más adelante reflejada en su obra, como, por ejemplo, en el clásico de la literatura universal Crimen y castigo, en el que su personaje principal, Raskolnikov, es enviado a prisión en Siberia.

El Lejano Oeste ruso

Sin embargo, detrás de estos exilios no solo se esconde un régimen totalitario que mantiene a los movimientos subversivos a raya de la manera más brutal posible. No. Hay algo más: un afán colonizador. Luego de la expansión que comenzó con Iván el Terrible en el siglo XVI y alcanzó el Pacífico en el siglo XVII, Rusia tenía un gran problema: había demasiado territorio y muy pocos agricultores para poblarlo. Por ese motivo, los exilios a Siberia no eran un mero castigo; eran una tentativa de colonizar una de las regiones más remotas de Asia.

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Un final transiberiano

Imagen Shutterstock

Pero este sistema no duró demasiado y, según, Beer, el avance tecnológico fue uno de los factores decisivos para su fin. La llegada del ferrocarril a Siberia, por ejemplo, acabó con el aislamiento siberiano e hizo que para los prisioneros fuera mucho más fácil escapar.

Archipiélago Gulag

Por otro lado, en la esfera política, Beer afirma que la dureza de la prisión siberiana no hizo más que avivar los focos revolucionarios que intentaba apagar, y finalmente el sistema implosionó con la Revolución Rusa de 1917. Sin embargo, la creación de la URSS no sería el fin de los trabajos forzados en la región. El régimen comunista continuaría con esta oscura herencia, pero esta vez en forma de gulags, campos de trabajos forzados a los que iban a parar todo tipo de prisioneros, desde criminales hasta presos políticos.

No todo es tan frío como parece

En la actualidad, la principal actividad económica es la extracción de minerales. Se calcula que en esta región, donde se conjugan la herencia rusa con la de otros países asiáticos, como China y Mongolia, viven 40 millones de personas, con una densidad de población unas tres personas por kilómetro cuadrado.

Imagen Wikimedia Commons
El lago Baikal durante el deshielo.

Por otra parte, Siberia se ha convertido en un destino turístico para muchas personas, entre las que se destaca el presidente ruso, Vladimir Putin. Uno de los principales atractivos de la zona es el  lago Baikal, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco por ser el más profundo y antiguo del mundo. Un dato interesante es que, al contrario de lo que uno creería, los veranos siberianos son agradables: la temperatura supera los 20 ºC durante el día y las precipitaciones son escasas.

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Siberia tuvo períodos durísimos a lo largo de su historia, pero no por eso deja de ser una región fascinante. En el imaginario occidental, ya se ha ganado su lugar como una tierra llena de misterios y posibilidades que, sin duda, seguirá dando de qué hablar.