La relación entre Donald Trump y Rusia ha sido uno de los aspectos más intrigantes y destacados de las noticias políticas internacionales, ya desde la campaña presidencial en los Estados Unidos, y una sucesión de eventos han arrojado cada vez más dudas y cuestionamientos sobre la verdadera naturaleza de este vínculo.
Donald Trump y Rusia: cronología de una relación misteriosa y complicada

El asunto ha tenido sus costados bastante bizarros, que involucran espías, filtraciones, potenciales extorsiones e intereses privados insertos en medio de la inteligencia internacional y la más alta política exterior, pero también hechos muy concretos y preocupantes para los ciudadanos estadounidenses.
Para comprender mejor los acontecimientos más recientes, vamos a repasar el camino y las fluctuaciones más significativas en esta misteriosa relación, primero durante su campaña presidencial y ahora durante su gobierno.
Una historia de amistad y respeto

Mural callejero en Vilna, Lituania
En julio de 2016, un mes después de haber anunciado su candidatura a presidente de los Estados Unidos, Donald Trump dijo en una entrevista que estaba dispuesto a reconocer a Crimea como territorio ruso y a levantar las sanciones internacionales a Rusia (aprobadas, entre otros, por el gobierno de Barack Obama), impuestas tras el apoyo del gobierno de Vladimir Putin a los separatistas ucranianos opositores al gobierno pro-Occidente de ese país.
Trump agregó que Rusia sería un aliado ideal para luchar contra la organización terrorista Estado Islámico.
Desde mucho antes de ésto, según reportó CNN, Donald Trump había demostrado “una largamente establecida afinidad por líder autocrático de Rusia”. Un ejemplo: en 2007, Trump le dijo a Larry King que Putin estaba realizando “un gran trabajo reconstruyendo la imagen de Rusia y a Rusia mismo”.
También dijo alguna vez que Putin era un mejor líder político que Barack Obama, y manifestó admiración y respeto por su inteligencia y determinación.
Sin dudas, el estilo de Vladimir Putin es algo que debe haber cautivado a Donald Trump, que ha seguido características similares en su conducción política.
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A fines de 2015, consultado por la cadena MSNBC sobre las acusaciones de que el gobierno de Vladimir Putin silencia o directamente asesina a disidentes, Trump relativizó: “Creo que en nuestro país también hay asesinatos”. Y agregó que “al menos está gobernando su país como un verdadero líder, a diferencia de lo que tenemos en nuestro país”. Este concepto lo volvió a mencionar en una entrevista más reciente, con el periodista Bill O’Reilly de Fox News, en la que se dio el siguiente diálogo:
O’Reilly: —¿Usted respeta a Putin? Trump: —Sí, lo respeto. O’Reilly: —¿Sí? ¿Por qué? Trump: —Bueno, yo respeto a muchas personas. Pero eso no significa que me voy a llevar bien con él. Es el líder de su país. Yo digo que es mejor llevarnos bien que Rusia que no hacerlo. ¿Nos llevaremos bien? No tengo idea. O’Reilly: —Es un asesino, sin embargo. Putin es un asesino. Trump: —Hay muchos asesinos. ¿Usted cree que nuestro país es tan inocente? ¿Usted cree que nuestro país es tan inocente? O’Reilly: —No conozco ningún líder político en Estados Unidos que sea asesino. Trump: —Basta ver lo que hemos hecho. Hemos cometido errores. Yo he estado en contra de la Guerra de Irak desde el principio. O’Reilly: —Sí, pero errores es algo diferente que... Trump: —Muchos errores, ¿de acuerdo? Pero mucha gente fue asesinada. Así que hay asesinos, créame.
Recíprocamente, Vladimir Putin ha destinado ocasionalmente elogios a Donald Trump, diciendo que es un hombre “talentoso”.
La cadena estatal de televisión rusa, Rossiya 1, respaldó la candidatura de Trump considerando que por sus posturas anti-establishment sería un gran colaborador con Rusia.
En medio de todo esto, ocurrió el incidente del hackeo durante las elecciones presidenciales estadounidenses.
La interferencia rusa en las elecciones estadounidenses

La versión oficial elaborada por la inteligencia de los Estados Unidos indica lo siguiente, respecto a aquel famoso hackeo y la filtración de correos electrónicos que perjudicaron la campaña de Hillary Clinton a fines de 2016:
“Evaluamos que el presidente ruso Vladimir Putin ordenó una campaña de influencia en 2016, apuntada a las elecciones presidenciales estadounidenses. Los objetivos de Rusia eran socavar la imagen pública del proceso democrático, denigrar a la secretaria Hillary Clinton y dañar sus posibilidades y potencial presidencia. También consideramos que Putin y el gobierno ruso mantiene una clara preferencia por el ahora presidente electo Trump"
La Dirección Nacional de Inteligencia y el Departamento de Seguridad Nacional lanzaron un comunicado conjunto afirmando que que Rusia había hackeado el Comité Demócrata Nacional y había filtrado sus documentos a Wikileaks.
Donald Trump negó todas estas acusaciones, considerando que era simplemente la reacción de los demócratas al haber perdido las elecciones.
También cuestionó a las agencias de inteligencia involucradas en el reporte, las mismas agencias que días más tarde, cuando asumiera el gobierno, estarían bajo su mando.
El expediente secreto ruso

En enero de 2017, explotó una nueva bomba.
Un reporte de inteligencia no oficialmente verificado pero aún así plausible, que había estado en manos de las oficinas de inteligencia, del gobierno de Obama y del equipo de Trump que estaba a punto de asumir el gobierno, fue difundido por la prensa.
El reporte asegura que la inteligencia rusa tiene en sus manos “información personal y financiera comprometedora” sobre Donald Trump, obtenida durante sus viajes de negocios a ese país, en todos los años anteriores.
Información como algunas de sus prácticas sexuales con prostitutas (en los medios el documento pasó a ser conocido como «el expediente de la lluvia dorada»), que podía servir como material extorsivo.
También sostenía que oficiales rusos trabajaron conjuntamente con Trump y sus asesores en su campaña presidencial, para ayudarlo a ganar las elecciones.
Trump y Putin, por separado, aseguraron que el reporte era completamente falso, un invento de sus opositores.
Sin embargo, después de todo este escándalo, por primera vez Trump admitió que Rusia podría haber estado detrás del hackeo al comité demócrata, aunque diciendo que en realidad “podría haber sido cualquiera”. De todas maneras, fue una primera y pequeña señal de que las cosas estaban cambiando.
Renuncia el asesor de seguridad nacional
A mediados de febrero el gobierno de Donald Trump protagonizó un hecho que marcó un récord histórico: la renuncia de Mike Flynn como asesor de seguridad, después de 24 días de gobierno, el período más breve de un funcionario en la historia del cargo.
Mike Flynn se vio obligado a renunciar cuando comenzaron a salir a la luz varias irregularidades en su contacto con oficiales rusos, con los que se había comunicado o reunido sin notificar debidamente estas actividades, lo que generó inevitable sospecha.
Flynn habría discutido con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak, sobre las sanciones internacionales impuestas a Rusia, cosa que negó rotundamente pese a que oficiales de inteligencia estadounidense confirmaron que, en efecto, estas conversaciones se habían dado (luego intentó justificarse diciendo que “no recordaba” que este tema en particular hubiera sido discutido).
Además, en 2015, Flynn viajó a Moscú pero sin completar todos los documentos oficiales que requiere un viaje diplomático, por lo que el FBI sospechó que hubiera recibido dinero por parte de oficiales rusos.
Las acciones de Flynn y su posterior renuncia arrojaron una gran sombra de desconfianza y sospecha en toda la comunidad de inteligencia respecto al gobierno de Trump, pero también significó la pérdida de un nexo muy importante entre ambos gobiernos, especialmente uno que podría jugar a favor de Rusia en el seno del gobierno estadounidense, por lo que fue otro golpe perjudicial para la relación de ambos países.
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El escándalo de Sessions

El caso de Jeff Sessions (uno de los primeros en Washington en apoyar la campaña de Donald Trump) es similar al de Flynn, pero ha tenido mayores repercusiones y gran visibilidad por dos razones: la importancia de Jeff Sessions, que había sido designado Fiscal General del gabinete de Trump, y la historia y el perfil de Sessions, uno de los miembros más resistidos y rechazados por los demócratas y opositores de Trump.
Jeff Sessions, que fue senador de Alabama por los últimos 20 años, se había desempeñado antes como fiscal de distrito en ese estado. En 1986, el presidente Ronald Reagan quiso ascenderlo a juez de distrito, pero el senado rechazó su nominación bajo numerosas acusaciones de racismo.
Ese hombre que a mediados de los 80 fue considerado racista como para ser juez de distrito, en 2017 fue aprobado por el senado para ser Fiscal General, pese a las protestas y manifestaciones.
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Antes de ser confirmado en el puesto se presentó, como exige la constitución, a una audiencia preliminar ante el Comité Judicial del senado, donde tuvo que responder varias preguntas. En esos días, fue precisamente cuando surgió la noticia de aquel misterioso documento que trazaba vínculos entre la campaña de Trump y Rusia, y consultado al respecto, Sessions respondió, bajo juramento:
“No he tenido ninguna comunicación con Rusia así que no puedo comentar nada al respecto”
Más tarde, en una segunda sesión en el senado, el senador demócrata Pat Leahy le preguntó específicamente, amparado en la injerencia rusa en las elecciones, si había tenido contacto con el gobierno ruso.
La respuesta de Sessions fue un rotundo “no”.
Según se supo ahora, Jeff Sessions sí se comunicó con oficiales rusos, al menos en dos oportunidades: habló en privado con el embajador Kislyak primero durante un evento organizado por la Fundación Heritage, y más tarde, volvió a reunirse con él en su propia oficina.
Siendo asesor de campaña de Trump, reunirse con el embajador ruso ya es un tema por lo menos delicado, a la luz de la supuesta interferencia rusa en las elecciones, pero todavía más si se oculta esa información al senado. No es algo que inspire confianza y transparencia.

Una vocera del Departamento de Justicia intentó justificar las respuestas de Sessions, con una aclaración que no hizo más que oscurecer el asunto: “No hay nada engañoso en su respuesta” dijo la vocera, “se le preguntó si habló con el gobierno ruso acerca de la campaña de Trump, pero no de sus reuniones como senador, las que tuvo con embajadores de muchos países, entre ellos Rusia”.
Trump también defendió a Sessions diciendo que, aunque sus respuestas podrían haber sido más claras, “evidentemente no fue algo intencional” y que los demócratas se habían embarcado ahora en una “caza de brujas”.
En efecto, los senadores demócratas no tardaron en exigir la renuncia de Jeff Sessions, argumentando que mintió al senado bajo juramento, siendo además, en su calidad de Fiscal General ( jefe del Departamento de Justicia), el miembro del gabinete del que más se espera transparencia y cumplimiento de los procedimientos legales. Pero sus pedidos no tuvieron éxito.
Las críticas sin embargo no fueron solamente de parte de los demócratas: varios miembros republicanos también consideraron necesario que, como mínimo, Sessions no formara parte de ninguna investigación relativa a la injerencia rusa en la campaña electoral.
Así que ante el aluvión de críticas y cuestionamientos, Sessions no renunció pero sí recusó su participación en cualquier investigación sobre Rusia, pese a que Trump había dicho que no consideraba que esto fuera necesario.
Según el New York Times, no se sabe si actualmente el Departamento de Justicia está llevando a cabo una investigación, pero si así fuera, Sessions quedaría por fuera de ella, pese a ser el jefe de ese departamento.
El FBI mientras tanto, si ha confirmado tener una investigación en curso para aclarar el vínculo entre Rusia y los asesores más cercanos de la campaña de Trump.
Ante la acumulación de eventos sospechosos y conductas irregulares, incluso miembros del Partido Republicano han llegado a exigir que de una vez por todas se realice una investigación exhaustiva e independiente que aclare la relación de Donald Trump con Rusia.
Todo este escándalo renovado, llegó para restablecer la dinámica más caótica, conflictiva e irregular del gobierno de Donald Trump, justo después de que, el martes, el presidente diera su primer discurso ante el congreso, al que muchos especialistas consideraron muy serio y responsable, un giro en su estilo y una actitud verdaderamente “presidencial”, que lamentablemente no duró demasiado y no tardó en descarrilar.
¿Quién iba a decirlo?






