A pesar de los hallazgos que la investigación de la evolución ha recabado a lo largo del tiempo, hay evidencia de que falta mucho camino por recorrer. Prueba de ello es el reciente descubrimiento que se hizo acerca del ser conocido como Gigantopithecus blacki.
Descubren el ADN del ancestro de los orangutanes con proceso similar al de Jurassic Park

Una prueba molecular a partir de un fósil dental permitió recuperar la evidencia más antigua que se tiene hasta el momento sobre el linaje evolutivo de los primates y el ser humano.

La nueva arista de la evolución
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Investigadores del Instituto de Biología Evolutiva en España y de la Universidad de Copenhague en Dinamarca colaboraron en la primera reconstrucción molecular de proteínas en la historia. Estas moléculas fueron obtenidas a partir de restos fósiles dentales con más de dos millones de años de existencia,
Con este análisis, se logró esclarecer la historia evolutiva del Gigantopithecus blacki, un primate gigante de aproximadamente 3 metros de altura cuya especie podría haberse extinto hace 300 mil años.

El descendiente más cercano sigue con vida
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Las investigaciones fueron coordinadas por Tomás Marqués-Bonet -académico de la institución española- y por Enrico Cappellini -profesor del colegio danés-, quienes junto a sus colaboradores tomaron el esmalte dental de una pieza molar perteneciente a un Gigantopithecus encontrado en China en la década de 1930.
Hasta este momento, solo se sabía que este enorme simio era herbívoro, ya que la morfología del sus dientes y mandíbulas poseía algunas características de este tipo de dietas, según indicó el maestro Cappellini en el ensayo publicado en la revista especializada Nature.

Esta técnica de reconstrucción de proteínas denominada Paleoproteomía, permitió que los científicos determinaran el lugar que ocupa dicho simio gigante dentro del esquema evolutivo del simio y si pertenece al linaje humano.
Tomás Marqués-Bonet señala que el Gigantopithecus blacki tiene en los orangutanes a su familiar vivo más cercano. Sin embargo, la investigación arroja que la descendencia genética entre ambos es distante, ya que a partir del Mioceno (hace 10 millones de años) comenzaron a divergir.

El hallazgo de los primeros restos
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Los primeros restos (muelas precisamente) del Gigantopithecus blacki se encontraron en la década de 1930 en las cuevas de Chuifeng en China por el paleontólogo Ralph von Koenigswald, quien le dio el nombre al simio.
De acuerdo con el investigador Eric Petticor, en la China de aquella época se vendían los restos molares de este simio y otros más como “Dientes de Dragón”, un antiguo remedio medicinal. Fue cuando Von Koenigswald viajaba por Hong Kong que dio con los restos.

Por ahora, los científicos consideran que el nuevo descubrimiento podría aclarar también el linaje del ser humano y que la técnica de restauración molecular empleada en este ensayo llevaría a la investigación genética evolutiva a nuevos alcances en comparación con las pruebas estándares de ADN.
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