De búnker nazi a símbolo de resiliencia: conoce este increíble museo

Cuando sufrimos experiencias dolorosas, nuestra primera tendencia como seres humanos es borrar ese momento o situación de nuestra memoria.

PUBLICIDAD

Sin embargo, resulta mucho más sano y enriquecedor recordar estos sucesos y resignificarlos. De esa forma, no solo no estamos evadiendo el pasado, sino que estamos aprendiendo de él. Es decir, pudimos tomar experiencias dolorosas para crecer y construir un futuro mejor.

Esa es la filosofía detrás del museo Tirpitz, ubicado en Blåvand, Dinamarca. Por medio de su arquitectura y sus exposiciones, la institución busca transformar las ruinas de un búnker nazi, para que pasen de ser un recuerdo sombrío a un símbolo de resiliencia y reflexión histórica.

Por los tiempos del Tercer Reich

La fortaleza fue construida en 1944 por los nazis. Sin embargo, fue abandonada en 1945, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, por lo que las obras quedaron inconclusas.

El búnker no es el único de la zona: formaba parte del llamado Muro Atlántico que Hitler planeaba construir para evitar una invasión de los Aliados por Gran Bretaña, cosa que finalmente terminó sucediendo con el desembarco de Normandía.

La intención de Hitler era que esta cadena de fortificaciones se extendiera desde la frontera de Francia con España hasta el norte de Noruega.

Arquitectura de vanguardia

Bjarke Ingels, el arquitecto encargado de las obras, afirma que el nuevo museo que se ubica junto a la ruinas del búnker

«Es casi comparable a cuando tienes una papa caliente. Cuando haces una cruz y la aprietas, se revela su suavidad interior. Eso es lo que de alguna forma sucede aquí, solo que con la cultura y la naturaleza».

Puede que la comparación resulte graciosa; sin embargo, esconde una verdad. Y es que Ingels no se centró únicamente en la historia nazi para el diseño del museo. Según él, hay 2 herencias que deben ser respetadas. Por un lado, la memoria histórica de la Segunda Guerra Mundial y, por otro, el paisaje de la zona, que se caracteriza por dunas de arena cubiertas de hierba.

Es por esto que el edificio forma parte del paisaje. En ese sentido, Ingels afirma que la nueva construcción es antagónica al búnker. El primero, una gran estructura de concreto y acero, se impone al paisaje, sin tener en cuenta su fisonomía natural. Por otra parte, el museo la respeta a tal punto que la estructura se fusiona con una duna y queda contenida en su interior.

Reconstruyendo la historia

El arquitecto también se interesó por que la edificación representara la apertura y tuviera una vasta cantidad de luz natural ingresando en las galerías, como forma de romper con la oscuridad y el hermetismo del búnker.

Aunque son diametralmente diferentes, ambas edificaciones se conectan por un túnel que les permite a los visitantes acceder al antiguo búnker. Son, al fin y al cabo, 2 caras de lo mismo. La primera, lo que la historia nos dejó y, la segunda, lo que como sociedad hacemos con ella.