Cuando la moda es activismo: los diseños que defienden los derechos de los refugiados

Céline Semaan, una diseñadora neoyorquina de origen libanés, afirma que, tal vez con excepción de los pueblos originarios americanos, todos somos refugiados. En su caso, emigró a Canadá con su familia en los 80, aunque luego se trasladaría con ellos a EE. UU.

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Para Céline, la moda es una forma de activismo. En una entrevista con The New York Times, afirma que su intención es aproximar a las personas a la guerra y la crisis de los refugiados por medio de la belleza, de aquello que usan todos los días. La joven afirma: «a través del estilo y la moda la gente se une y a través del estilo podemos crear un movimiento global».

Moda lenta

Esa es la filosofía con la que Céline fundó Slow Factory, su marca de ropa. La compañía se inscribe dentro de la tendencia del slow fashion, que busca consolidarse como la respuesta al fenómeno del fast fashion.

Esta tendencia surge como una alternativa sustentable para la manufactura de vestimenta, desde el uso de materiales reciclables hasta la fabricación de prendas de calidad que tengan una mayor duración que muchas de las prendas que vemos en el mercado.

Además, el movimiento busca generar consciencia sobre los abusos que sufren los trabajadores que hacen nuestra ropa en otras partes del mundo. Salarios de hambre, malos tratos y una falta absoluta de derechos laborales caracterizan a muchas fábricas contratadas por reconocidas marcas de la industria de la moda.

Unidos contra la islamofobia

Pero el activismo de Slow Factory no se limita a los materiales que utilizan y la forma en que manufacturan sus productos: este también se expresa en el mensaje que transmiten.

Con su nueva colección, Céline busca enviar un fuerte mensaje en contra de la prohibición del el ingreso a los EE. UU. de musulmanes de 7 países: Irán, Irak, Somalia, Libia, Sudán, Siria y Yemen, que, a su vez, son los países afectados por la crisis de los refugiados.

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Fue así que creó el «pañuelo de los países prohibidos», una prenda que combina una imagen satelital de estos países con la palabra banned (‘prohibido’, en inglés).

Activista con estilo

Otra prenda interesante es una chaqueta reversible que contiene la Primera Enmienda de la Constitución de EE. UU. (que es la que garantiza la libertad de expresión) de un lado en árabe y, del otro, en inglés.

Por otro lado, el collar «We the people» («Nosotros, la gente») reproduce la famosa frase de la Constitución estadounidense y busca crear consciencia sobre el poder de las personas como electores en una democracia.

Dentro de la serie de trabajos que llaman la atención sobre la crisis de los refugiados, se destaca la «llave de la dignidad». Este collar está bañado en oro blanco y evoca una tradición muy común entre los refugiados: llevar la llave de su casa atada al cuello, como símbolo de resistencia y de la esperanza de poder retornar.

Más allá de la lucha simbólica, Slow Factory también contribuye económicamente con la causa donando un porcentaje de sus ventas a diversos proyectos que buscan ayudar a los refugiados del mundo. Entre otras iniciativas, fue posible construir una escuela en Gaza con el dinero recaudado.

Céline y sus diseños sin duda son una fuente de inspiración y demuestran que la industria de la moda no se limita a la mera frivolidad: también puede transformar el mundo.