El corazón no para de latir, manteniéndonos con vida; los ojos solo paran de ver mientras dormimos; el cerebro descansa, pero no se detiene del todo durante el sueño; las extremidades siguen allí, ayudándonos para andar y en otras necesidades, como esa tan vieja de llevarnos la comida a la boca. Casi todos los componentes del cuerpo humano continúan cumpliendo la función establecida en el manual original de diseño.
Con iSkin, pronto podremos poner el teclado de nuestros teléfonos en nuestra propia piel


La piel se mantiene cumpliendo varios cometidos fundamentales, pero se ha devaluado un poco a lo largo de los milenios, sobre todo, después de la masificación de la climatización. Ya era hora de que alguien le encontrara un novedoso uso, para sacarla de su sopor, dinamizarla y evitar que se atrofie.
Una enorme y pesada piel

La piel es el órgano más grande y pesado del cuerpo humano. Si pudiéramos extenderla toda en el piso, como una alfombra (hasta ahora, solo es frecuente la deplorable práctica de hacer moquetas y tapices con pieles de animales) cubriríamos un área de cerca de dos metros cuadrados.
La piel contribuye también con unos buenos 5 kilos en nuestro peso corporal. Presta un gran servicio, pero suele darnos también muchos dolores de cabeza. Sobrellevamos con mayor resignación la hipertensión o alguna otra limitación orgánica interna, que las arrugas, el cuarteamiento, la psoriasis, las quemaduras y cualquier otra cosa que afecte o perjudique la piel.
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Entre lociones y tatuajes

Siendo nuestra envoltura, la piel es la principal responsable de nuestra apariencia como «producto» Quizá más pendiente de esa faceta de la apariencia, el marketing hasta ahora solo se ha preocupado de la piel, para vender lociones, fragancias, jabones, protectores solares y cosas por el estilo.
En este campo de la apariencia hay que incluir también a los tatuajes, desde los antiguos que exhibían en los musculosos bíceps el nombre de la esposa o de la supuesta mujer amada (¡frecuentemente, pura apariencia!), hasta los más modernos, que se han convertido en arte, tanto estrictamente privado como a la vista del público.
Al parecer, la mercadotecnia al fin ha volcado sus ojos hacia esa valla (escritorio, bitácora, monitor natural) de dos metros cuadrados que todos llevamos y que ha tenido poca utilidad comercial.
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La piel como teclado

El sentido del tacto reside en la piel. Por eso las pantallas táctiles se llaman así; las manejamos tocándolas, generalmente con la yema del dedo índice de la mano que más usamos, según seamos derechos o zurdos. Pero la yema de un dedo apenas si llega a un centímetro cuadrado; solo un 0,5 % del área de la piel, todo un desperdicio tecnológico de un órgano.
En el futuro cercano, habrá que darle una noción más amplia a la palabra «táctil», cuando empecemos a utilizar nuestra piel como una prolongación del teclado del móvil o del ordenador. La piel convertida en pantalla, sin perder su rol de activador de otras pantallas.
En Alemania, el Instituto de Investigaciones Max Planck, que lleva el nombre del creador de la física cuántica, y la Universidad de Sarre, presentaron recientemente un sensor-pegatina, que colocaremos en el lugar de la piel que deseemos como una tecla-calcomanía. Por ahora, no son inalámbricos, pero pronto se podrá prescindir de los cables.
En algún momento, podremos hacer un diseño al gusto personal, con los gadgets y comandos de mayor uso en un antebrazo y los demás en el otro. Los amantes de los tatuajes no tienen por qué preocuparse, ya que se podrán combinar armoniosamente ambas formas de arte: el tecnológico y el plástico.
Los defensores de la salud y del ambiente también pueden estar tranquilos, ya que las pegatinas son biocompatibles y biodegradables. El costo parece que tampoco será un grave problema; cada mini calcomanía podría constar algo más de un dólar.
Una cosa si es segura, habrá que cuidar más la piel. Pero muy rápido estará disponible una loción o un spray para mantener las pegatinas en óptimo estado de recepción-transmisión. ¡Ya puedes ir pensando en cómo organizar tu escritorio de piel!









