Hay cerca de 2.800 personas desplazadas en el campamento de refugiados Ashti, en la región de Kurdistán en Irak.
Caramelos y sonrisas: el escape de la dura realidad de los niños refugiados de Irak

Dentro de esa cifra, hay 8.000 niños refugiados que viven con sus familias, muchos de los cuales llevan consigo cicatrices del trauma vivido. Algunos han dejado de hablar, mientras que otros tienen pesadillas recurrentes.
El campo de refugiados de Ashti, cerca de la ciudad de Erbil, abrió sus puertas en 2014 y recibe a cientos de familias iraquíes y cristianas que huían del Estado Islámico (Isis) que ha ocupado sus comunidades. El campamento cuenta con agua y electricidad, haciendo que la experiencia sea mejor que en otros campos de refugiados de sirios e iraquíes.

En las afueras de Sulaimaniya, en una choza pequeña a través del camino de tierra que conduce a la escuela, Haidar Ibrahim tiene un negocio con su hermano, que armaron hace un año cuando llegaron al campamento.
Pero más que un negocio es una alegría para él y para sus clientes que lo visitan a diario. Conocido como «el hombre de los dulces» dentro del campamento, su negocio está lleno de snacks, bebidas, dulces y pop.
Una sonrisa en el recreo

En el receso de la escuela, los niños lo visitan todos los días en busca de un snack o una bebida. Ibrahim incluso recibe la visita de otros campamentos. ¿La razón? Siempre atiende con una sonrisa y de forma amable.
Los niños del campamento Ashti ven a Ibrahim como un hermano mayor, y él asegura que si bien a los niños les gusta hablar, no comparten sus problemas o sentimientos y se ve claro el sufrimiento que están viviendo. Ellos lo visitan, intercambian sonrisas y se llevan algún dulce con el poco dinero que sus padres pueden darles.

Si bien los dulces y las bebidas no sustituyen el tratamiento psicológico que estos niños necesitan, los ayudan a escapar de la realidad y por un momento ser niños como cualquier otro, comprando dulces y disfrutando del receso.
El negocio de Ibrahim es un complemento a los esfuerzos locales de organizaciones sin fines de lucro que buscan implementar una serie de programas psicosociales desde talleres de arte hasta lecciones de música, que los ayuden a enfrentar y solucionar esos traumas.
En una dura realidad como la de los refugiados en Irak, que abandonan sus hogares, pierden a seres queridos, y la tarea de sobrevivir se hace cada vez más difícil, pequeñas rutinas y detalles como las sonrisas, la amabilidad y disfrutar de algo rico, hacen la diferencia entre tanto dolor y sufrimiento.
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