David Whitlock, un ingeniero químico del MIT, creó el primer producto cosmético a base de bacterias vivas. En un mundo en que «mata el 99,9 % de virus y bacterias» es una de las frases publicitarias más comunes de la industria de la higiene, su empresa sugiere usar un producto lleno de bacterias para disminuir nuestra dependencia de jabones y otros productos similares.
¿Cambiarías el jabón por bacterias? Descubre la ciencia detrás de esta novedosa idea


La idea surgió en los 90, cuando una maestra con la que salía Whitlock le pidió que le explicara por qué a los caballos les gusta revolcarse en la tierra. Él no tenía la respuesta, pero sí tenía ganas de impresionarla y empezó a pensar en cuál sería la respuesta. Eventualmente llegó a la conclusión de que si los caballos habían evolucionado para adquirir este comportamiento, algún beneficio debía tener. Aunque la relación de Whitlock con la maestra nunca prosperó, tras años de pruebas, esta idea se convirtió en una empresa cuyos productos están creciendo en popularidad.
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Cultura orgánica

«Hace no mucho, se consideraba extremistas a los padres que daban comida orgánica a sus hijos», plantea David Finkel, uno de los inversores de esta empresa, «hoy, si no lo haces, te consideran un mal padre». Es que la industria de lo orgánico ha crecido en los últimos años y a ese mercado apunta Whitlock con sus productos.
Aunque algunas de las principales empresas de la industria están estudiando los beneficios de las bacterias para el cuidado de la piel, la mayoría de sus productos contienen sustancias que matan a estos organismos.
Los primeros en adoptar este producto fueron jóvenes profesionales, «gente que adopta un rol activo en su salud» dice Jasmina Aganovic, la gerenta general de artículos de consumo. Las compras explotaron cuando una de las primeras personas en probarlo, Julia Scott, escribió un artículo en el New York Times sobre su experiencia.
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¿Cómo funciona?

El producto contiene bacterias oxidantes de amoníaco (conocidas como AOB, por su sigla en inglés) la cuales transforman el amoníaco y la urea del sudor, que tienen efectos abrasivos en la piel, en nitrito y óxido nítrico. Estas últimas sustancias combaten la mayoría de las bacterias «malas» de la piel y tienen propiedades antiinflamatorias. La empresa asegura que estas bacterias no son dañinas, incluso si se ingieren.
El mismo Whitlock es prueba viviente de los efectos de su producto, aunque quizás lo lleve un poco al extremo: decidió suspender el jabón y lleva unos 12 años sin bañarse. No parece muy higiénico, pero dice que incluso los jabones más naturales matan las bacterias «buenas» que viven en nuestra piel y, aparentemente, su piel se ve perfecta y hasta huele bien.
¿Te animarías tú también a probarlo?
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