Black Mirror: ¿«White Bear» se basó en hechos reales? Un análisis del episodio

Black Mirror, la popular serie de Netflix, no es algo cómodo de ver. Dentro de una serie de episodios impactantes, puede que « White Bear» («Oso blanco») sea uno de los más desafiantes para la audiencia. Este capítulo cuestiona la sed de justicia por mano propia —o el «ojo por ojo» aplicado por el aparato estatal.

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Una segunda oportunidad

«White Bear» es un episodio para ver en más de una ocasión. Dura 42 minutos y hasta más de la mitad del capítulo no entendemos lo que sucede. La incertidumbre que nos genera no saber quién es esa mujer y por qué toda la sociedad está enajenada con la tecnología nos hace empatizar con ella y ubicarla en el rol de víctima. Recién a 15 minutos del final la víctima pasa a ser también victimaria y finalmente conocemos el porqué de los ataques constantes y la supuesta enajenación de los ciudadanos.

No obstante, con el paso de los minutos finales nos cuestionamos quién es en realidad víctima y quién victimario. Por eso, es aconsejable mirar el episodio una segunda vez. La incertidumbre pasa a segundo plano y te permite analizar con más detenimiento los roles de cada personaje y los métodos que se utilizan para hacer «justicia».

ruptura de la inocencia y un antecedente histórico

Entre 1963 y 1965, Ian Brady, un británico que falleció en 2017, asesinó a cinco niños y adolescentes (aunque la cifra puede ser mayor) con la ayuda de su pareja, Myra Hindley, quien se disfrazaba para acercarse a los niños y secuestrarlos. El Reino Unido se vio conmocionado cuando se descubrió la historia, que supuso una ruptura de la inocencia en la sociedad.

Victoria Skillane, la protagonista de «White Bear», y su expareja, Nick Ofield —quien se suicidó en la cárcel antes de ser juzgado—, trazan una historia semejante a la de Ian y Myra, no solo por su vínculo afectivo y la forma en la que efectuaron los asesinatos, sino porque ambas parejas generaron una ruptura de la inocencia. Y el oso blanco de Imani Jackman, la niña que secuestraron, es un símbolo de ello. No solo el oso blanco aparece una y otra vez en los recuerdos y en las imágenes del capítulo, sino que él mismo se llama así e, incluso, el lugar donde torturan y generan un espectáculo se denomina de la misma manera.  

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Vigilar y castigar

En especial, llama la atención la similaridad que la tortura a la que se somete el personaje guarda con los suplicios, descritos por Michel Foucault en su célebre libro Vigilar y castigar. El filósofo describe estas prácticas de tortura frecuentes en la Edad Media, que, sin embargo, se extendieron hasta mediados del siglo XIX. En los suplicios, la tortura recaía sobre el cuerpo del condenado. Además, estos solían realizarse en la plaza pública, a modo de espectáculo popular, con el fin de advertir al pueblo sobre las consecuencias de violar la ley o rebelarse contra la autoridad.

Es más: el capítulo es un claro guiño a la obra de Foucault. Hacia el final del episodio vemos cómo el torturador marca el día nº 17 en el calendario y, justamente, el suplicio de Damiens, que Foucault describe al comienzo del libro, tuvo una duración de 18 días. Para el espectador que leyó al filósofo francés esto abre dos posibilidades: que se le quite la vida a la mujer al día siguiente, el día 18, o que la tortura prosiga de forma indefinida.

El castigo del alma

Pero a partir de mediados del siglo XIX esta práctica cambia, en parte porque las personas comenzaron a sentir empatía por el dolor físico que sufría el condenado. Es el inicio de las prisiones, de los trabajos forzados. Según Foucault, en esta época ya no se toca el cuerpo y, si se lo castiga, es «para herir en él algo que no es el cuerpo mismo», es decir, privar a la persona de su libertad o incluso de la existencia, como en el caso de la pena de muerte.

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Y esto es justamente lo que sucede en «White Bear». La protagonista en ningún momento es torturada de manera física, sino psicológica. En otras palabras, el castigo no se dirige a su cuerpo, sino a su alma. De esa forma, este suplicio moderno atenta contra uno de nuestros aspectos más íntimos, la identidad, al borrarle la memoria a su víctima para continuar con el castigo al día siguiente.

Si los episodios de Black Mirror nos resultan tan perturbadores es porque en algún punto creemos que esos escenarios podrían darse en un futuro no muy distante y muestran aspectos que de alguna forma ya están presentes en nuestra sociedad. Lo más interesante de estos futuros distópicos es que son creados, justamente, para que no lleguemos a cumplir la predicción.