Gracias a la lengua somos capaces de distinguir el amargo gusto del café o el dulce de los caramelos, pero ¿qué es lo que nos ayuda a distinguir entre uno y otro?
Así es como la lengua envía información sobre el sabor al cerebro

Según los expertos, el sentido del gusto se desarrolló en primera instancia para mantenernos sanos, ya que saber separar entre algo dulce y amargo podría haber logrado ser la diferencia entre la vida y la muerte para nuestros antepasados.
Ahora una nueva investigación ha identificado qué es lo que nos hace capaces de distinguir entre los gustos.
El proceso del sabor en el organismo

Ya es sabido que para el gusto interfieren las células receptoras del gusto que interactúan con los alimentos y están presentes en la lengua, así como las neuronas que le dicen a nuestro cerebro qué es lo que estamos comiendo.
Cada una de esas células responde a un solo gusto ya sea amargo, dulce, salado o agridulce al igual que las neuronas.
Es el cerebro el que interpreta las señales de cada grupo de neuronas como un gusto diferente, sin embargo, ahora se ha podido entender qué es lo que hace que cuando comamos algo específico, como el helado, se activen las células receptoras del sabor dulce y no otras.
No es algo tan sencillo como parece, dado que las células receptoras del gusto son reemplazadas entre 5 y 20 días.
Los científicos están tratando de entender cómo la lengua puede ser tan específica como para que las conexiones con el cerebro se hagan correctamente.
Una sustancia clave en el proceso

El nuevo estudio sugiere que la lengua y el cerebro se comunican mediante unas moléculas llamadas semaforinas, que son importantes para la señalización y que al transmitirse de una célula a otra, pueden guiar a las neuronas.
Los seres humanos contienen cerca de 20 tipos diferentes de semaforinas y recién ahora se ha podido descubrir que algunos tipos de estas moléculas están conectadas con el gusto.
En un estudio con células de ratón notaron que aquellas con receptores de sabor amargo y receptores de sabor dulce contenían cantidades concentradas de una única semaforina.
Al mismo tiempo, las células dulces tenían más semaforina 7A, mientras que las amargas más semaforina 3A.
Al eliminar las semaforinas por completo, las neuronas mostraban ser más propensas a reportar el sabor equivocado o a mezclar sabores.
Los científicos dieron un paso más tratando de descubrir qué pasaría si se mezclaran la semaforina 3A en los receptores de sabor dulce y la semaforina 7A en las de sabor amargo.
Para lograrlo, diseñaron dos cepas de ratones, cada uno con una de las semaforinas del tipo equivocado y eso demostró cambiar las funciones de las células. Con la semaforina 3A, las células dulces activaban neuronas amargas y viceversa.
Para los expertos, es un gran avance para comprender una nueva forma de entender los trastornos del gusto.
Los expertos esperan poder dirigir la atención a otros tipos de gustos como salados o ácidos para comprender mejor el proceso gustativo.
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