Muchos dicen que son los hijos que la vida aún no nos ha regalado. Otros dicen que es como tener un hijo, pero sin responsabilidades. Hay un poco de todo eso en la experiencia de ser tía.
Un sobrino te cambia la vida: eres la tía más feliz del mundo por estas razones

Cuando ese pequeño llega a tu vida te hace volver una y otra vez a tu niñez con los juegos, las risas y la complicidad. Cuando ese pequeño te llama tía, te hace sentir la tía más feliz del mundo, y si bien los motivos sobran, hay algunos que se sienten con más fuerza.
Te conecta con tu niña interior
Los niños no tienen límites, son espontáneos y auténticos. Un sobrino llega para recordarnos lo hermoso que es disfrutar de un juego sin estar pensando en nada más que en eso: la diversión. Si tienes que tirarte al suelo para jugar con él o ensuciarte, no lo piensas dos veces, ¡y qué bien se siente!

Sonríes todo el tiempo
Pasar un rato con tu sobrino significa tener unas cuantas sonrisas (y risas) aseguradas. Cuando lo ves hacer y decir algo ocurrente o insólito no puedes dejar de mirarlo como si fuera el mejor sobrino del mundo. Una tarde con él es un regalo para el alma.
Te mantiene en el presente
Ese pequeño maestro también te recuerda lo maravilloso que es estar en contacto con él y concentrarte en lo que estás haciendo en ese instante. Cuando él juega, no piensa si lo va a hacer mal ni lo hace por un fin determinado. Lo único que quiere es jugar y es lo único que importa. ¿Qué hará mañana? No lo sabe y no lo piensa.

Logra quitarte la tristeza
El mejor bálsamo contra la tristeza es pasar un rato con un sobrino. A su lado te ves haciendo cosas que jamás hubieses imaginado hacer de adulto, te recuerda la magia que hay en mirarlo todo con su mirada, y sobre todo te hace sentir más y pensar menos. El mejor remedio para cualquier mal momento.
Un sobrino nos recuerda por dónde es que hay que ir: por el camino de la conexión, la espontaneidad, la risa y los juegos. Y eso solo puede llevarnos a la felicidad.
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