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Los peligros del alcohol en los adolescentes

En Argentina, existen programas de televisión que muestran la cruda realidad de la noche adolescente, donde podemos observar jóvenes, muchos de ellos menores de 18 años, en un estado de ebriedad avanzado, que trae como consecuencia peleas callejeras, jóvenes desorientados y lastimados. Ni hablar de cuando estos jóvenes deciden tomar un volante y comenzar un peligroso recorrido entre la vida y la muerte, muerte para ellos y para los demás. Se ha puesto de moda "la previa", que es cuando los jóvenes se reúnen previo ingreso al local bailable para consumir alcohol. Es decir, cuando ingresan a la discoteca ya están embriagados, y la noche "está en pañales".

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Si eres padre de un adolecente, hoy te contamos los peligros del consumo de alcohol en los adolescentes.

Alcohol en adolescentes: cifras que asustan

Según la Administración de Servicios de Abuso de sustancias y salud mental de los Estados Unidos, más de 5000 menores de 21 años mueren cada año como consecuencia de lesiones relacionadas con el alcohol. Las cifras se explican porque los adolescentes beben para emborracharse, no para disfrutar del sabor de una copa de vino, durante una conversación. Esto es básicamente lo que los diferencia de un adulto responsable, lo que da como resultado que uno de cada cinco estudiantes universitarios sea un bebedor empedernido.

Las cifras, que no debemos olvidar que representan seres humanos, hablan además de adolescentes, que mientras estan sobrios son buenas personas y responsables, pero que cuando están bajo los efectos del alcohol, llegan al límite de cometer delitos graves, como robos e incluso violaciones, ya que su juicio se ve profundamente afectado.

Poniendo nombre y apellido a las estadísticas

Porque me puede pasar. Porque te puede pasar a tí. Porque nadie está exento de las peligrosas tentaciones a las que se enfrentan los adolescentes en este vertiginoso actual mundo. Esta es la lucha de una madre que en diciembre del año 2008 perdió a su hija como consecuencia del alcoholismo. En realidad, debemos decir alcoholismo y algo más.

Todo comenzó cuando su hija, Shelby Allen, le pidió permiso para pasar la noche en la casa de su mejor amiga, Alyssa. Una vez, en la casa de Alyssa, recibieron la llamada de otra amiga, Jane, que las invitaba a ir a su casa. Allí comenzaría el infierno de la familia de Shelby. Porque los padres de Jane permitían a su hija beber alcohol, mientras ellos estaban presentes. Cuando esa noche, los padres de Jane se retiraron a dormir, les recordaron a las tres adolescentes no acercarse a las botellas de alcohol.

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Pero el refrán dice que "cuando el gato no está, los ratones bailan". Shelby y Alyssa comenzaron una peligrosa competencia para ver quién podía tomar más vodka, mientras mensajeaban a sus amigos por qué número de trago iban. Cuando las niñas, porque eso era lo que eran, comenzaron a sentirse mal, fueron llevadas al baño por Jane, quien al no poder hacerlas reaccionar, las dejó durmiendo allí.

El padre de Jane salió a la mañana siguiente como todos los días a las ocho de la mañana rumbo al trabajo. Alyssa despertó alrededor una hora más tarde, en el baño, donde contempló horrorizada el estado de su amiga, Shelby, quien estaba caída en el piso del baño, con el labio partido y vetas de sangre en su rostro. Como no pudo despertarla, pidió ayuda a una hermana mayor de Jane, que se encontraba en la casa, y que al ver la situación llamó inmediatamente por teléfono a su padre, quien inmediatamente regresó a la casa y al ver el cuadro llamó una ambulancia.

Cuando los paramédicos llegaron al lugar, la suerte de Shelby ya estaba echada. No pudieron resucitarla: Shelby había muerto. Los posteriores análisis de sangre demostraron que al momento de su deceso, la joven tenía en su sangre cuatro veces más alcohol de lo que se le permite a un adulto al momento de conducir un auto.

El infierno de los Allen apenas comenzaba. Debieron enfrentar las culpas, que se agolpaban en el cuarto de su hija cada vez que entraban allí. Se preguntaban por qué le habían dado permiso para ir a la casa de su amiga; se culpaban por no haber podido ayudar a su hija mientras se debatía entre la vida y la muerte, y lo que era peor, no hallaban respuesta para entender cómo podía morir su hija, estando en casa de una amiga, con los padres presentes.

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Las investigaciones policiales disiparon algunas dudas, aunque no el dolor. Los padres de Jane, pensaban, a mi criterio, irresponsablemente, que mientras los jóvenes bebieran en su casa, en su presencia y no manejaran un automóvil, nada podía pasar. Esto fue el puntapie inicial para la batalla legal que iniciaron los padres de la adolescente muerta, más allá de admitir que su hija había tomado malas decisiones, comenzando por la mentira de su paradero aquella fatídica noche, y por su voluntario consumo de alcohol.

Los padres de Shelby piensan que los padres de Jane son responables de la muerte de su hija, porque cuando la adolescente llegó a su casa ya estaban consumiendo alcohol, con el agravante de dejar a las tres adolescentes con libre acceso al bar mientras ellos se iban a dormir, sumado a la falta de asistencia médica que pudo haber sido la diferencia entre la vida y la muerte.

Jane fue sobreseída. La madre de Shelby brinda conferencias en los colegios acerca de los peligros del abuso del alcohol y de cómo ayudar a un amigo cuya vida pueda estar en peligro debido al consumo de bebidas alcohólicas, además de luchar para que la ley haga responsables a los adultos que facilitan alcohol a los adolescentes, aunque sea en sus propios hogares. Alyssa aún despierta por las noches en medio de pesadillas por lo vivido aquella noche en el cuarto de baño.

Sí, las estadísticas toman cuerpos; los fríos números se transforman en sueños truncados y en hogares destrozados. Las responsabilidades son compartidas. Las historias sirven como ejemplo y la lucha de quienes las protagonizaron sirven para evitar que vuelvan a ocurrir.

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Tomar conciencia que el consumo de alcohol dista mucho de ser un juego es responsabilidad de todos. Tomar conciencia para evitar los "hubiera". Tomar conciencia para poder seguir abrazando a nuestros hijos todas las noches, cada noche, hasta que sea nuestra luz la primera que se extinga.

No puedo agregar nada más. Sólo una cinta negra en mi pecho, deseando desesperadamente que sea la última.