Antes que nada, si alguno de los lectores entró a este artículo esperando encontrar un recuento de diferencias y similitudes entre las principales editoriales de la industria del cómic, sepa que no se trata de eso. Hoy no estoy aquí para señalar curiosidades, ni las “11 cosas que deberías saber acerca de…”, y ni siquiera para hacer un repaso histórico o recomendar las historietas que habría que leer para entender esta mítica confrontación editorial.
Más allá de Marvel y DC: ¿Por qué nos peleamos los lectores de cómics?

De hecho, buscaré evitar las referencias a DC Comics y Marvel, aunque son bastante inevitables cuando se trata de marcar las dos orillas opuestas del río de los cómics (si se me permite la metáfora hidrográfica).

Vaya, parece que a alguien SÍ le gustó eso de la “metáfora hidrográfica”...
Este artículo persigue la noble (o no tanto) finalidad de ayudarnos a poner la pausa en cómo vivimos este entretenimiento tan querido, la lectura de cómics, y extrapolarlo más allá de las propias páginas impresas o digitales, o de lo que sucede a nivel corporativo con esta industria. Quiero que reflexionemos sobre la “necesidad” (las comillas son de ironía) que tenemos los humanos de pelearnos entre nosotros por cosas que nos gustan.
Desde mi humilde posición de lector de cómics voy a dejar de lado mis gustos personales y meterme en el ambicioso ejercicio de filosofar para el público. Quiero sembrar la semilla de la reflexión en cada lector. Y como este intento de buena voluntad no tiene por qué convertirse en un denso y desagradable sermón, daré mi máximo esfuerzo por ser certero, claro y entretenido. Es que, así como aprender debería ser divertido, analizar nuestros hábitos también tiene que ser algo disfrutable.
Por eso, si esperan obtener respuestas ya digeridas, este no es el artículo que están buscando.
Si no les interesa lo que viene, pueden irse por aquí...
¿Cuestión antropológica sociocultural? ¿Instinto primordial? ¿Nada de eso? ¿Ambas cosas?
Por algún lado teníamos que empezar, y si la intención es hacernos preguntas, ¿qué mejor que empezar con un combo breaker de interrogantes?
Vamos por partes, como los Power Rangers armando un Megazord.
¡Megazord activado!
He optado por marcar una distinción entre lo antropológico entendido desde la perspectiva sociocultural del hombre como construcción social, y lo que refiere a los instintos básicos de nuestra especie como parte integrante (aunque notoriamente alterada) del llamado “reino animal”. Somos animales, es hora de que lo asumamos; pero también ostentamos esta extravagancia de vivir en comunidades complejas con reglas que nacen de acuerdos, costumbres y papeles firmados.
Contemplando esa dualidad de animal civilizado, ¿dónde está el origen de las rivalidades entre los individuos? El filósofo e historiador francés René Girard (1923-2015; no confundir con el jugador de fútbol homónimo) nos presta por un momento su teoría de la mímesis, que nos permite esbozar lo suficiente del panorama que nos interesa en este momento, valiéndonos solamente de sus capas más superficiales y sin necesidad de convertir esta disertación en una estructura incomprensible de pretensiones intelectuales que nada aportan (como el pasado enunciado, de hecho).
Las distintas mímesis y sus influencias
A grandes rasgos, la teoría mimética de Girard plantea que el origen de las rivalidades entre los hombres está dado por las diferentes formas que los deseos adquieren al ser deseados, por el grado de anhelo e importancia que cada uno le asigna a sus deseos. El deseo nace de nuestra mímesis de lo deseado anteriormente por alguien más. Es decir que nuestros deseos son aprendidos de nuestro medio, de nuestro grupo social o familiar (deseamos por afinidad, por imitación de lo que hemos visto que genera deseo en otros individuos con los que nos identificamos).

Mímesis de mímesis, plagio de plagio, etcétera...
Esa mímesis inicial suele devenir en la llamada mímesis de apropiación, que básicamente representa lo mismo que el deseo en sí: querer obtener "algo", sea un objeto, una persona, vivir una circunstancia o una noción abstracta. Con una pizca de elaboración propia podemos establecer que luego de implantado ese deseo inicial, la mímesis de apropiación en un individuo puede derivar en diferentes comportamientos en pos de obtener efectivamente el cumplimiento del deseo. Por las buenas, o por las malas.
Por las buenas, el individuo llegará a forjar una identificación con el grupo de pares con el que comparte un mismo anhelo, y podrá utilizar la fuerza de ese deseo bien encausado para ir en persecución de sus horizontes… La fuerza de voluntad, podríamos decirle. Uno puede desear lo mismo que otros y compartir ese gusto con los demás, con alegría y buenas intenciones.
Fuera de este mundo: ¿Cómo nos ve la gente que no lee cómics a los que sí los leemos?
Por ejemplo, tú lees cómics, tu vecina lee cómics, mi hermano lee cómics, cientos de desconocidos de mi ciudad leen cómics y yo leo cómics. Hacemos una convención de cómics y nos juntamos a pasar un buen rato e intercambiar sanos vicios, o creamos un foro online y nos deleitamos en nuestro pasatiempo durante horas, o encontramos un artículo de Batanga Geek que nos encanta y lo compartimos con todos nuestros contactos. Todo en un ámbito recreativo y sin molestar a nadie, o al menos sin intención de hacerlo.
Porque eso, decíamos, es por las buenas. Pero por las malas… La teoría de Girard sostiene que si la mímesis de apropiación deriva en malas actitudes para lograr el cumplimiento del deseo, las consecuencias pueden ser muy desagradables. Así como por las buenas una de las principales características es la de “formar alianzas” e identificarse con el grupo de pares, por las malas se desarrollará la llamada mímesis de antagonista. ¿Qué es esto?
La mímesis de antagonista es la mímesis de apropiación mal enfocada, corrompida, deteriorada. Si caigo en este Dark Side of The Mímesis es porque perdí el foco de importancia en el objeto deseado y en la posibilidad (existente y tolerable) de que alguien pueda compartir conmigo ese mismo anhelo. Mi prioridad dejará de ser entonces el ente u objeto que motiva el deseo inicial, y pasará a ser el simple hecho de competir con quien desea lo mismo que yo. El foco no está en el deseo, está en el rival, y en todo lo que pueda ocupar mi mente y mis esfuerzos para ver a mi oponente humillado, destruido o al menos en una posición inferior a la que yo ostento.

Ya lo dijo Alfred: "Algunos hombres solo quieren ver el mundo arder".
Dr. Jekyll y Mr. Fanático Irracional
En la pasada descripción de esta teoría nos quedó relegado un elemento que quisiera retomar en este momento: la mitad “salvaje” de este animal civilizado que somos. Hay instintos básicos que hemos logrado enmascarar durante unos cuantos millones de años de evolución y unos varios miles de años de vida en sociedad (que también ha evolucionado a su forma, o al menos eso se supone).
El planteo de René Girard señala que las conductas de los animales no humanos suelen alcanzar un punto en el que la rivalidad mimética (otro nombre posible para la mímesis de antagonista) sobrepasa al propio deseo del objeto, y lo único que queda es la propia rivalidad. Todo lo que importa es la confrontación, la disputa, el debate.

Una discusión sobre una discusión puede ser una transición eterna e incesante entre la temporada de patos y la temporada de conejos.
Trasladando tal nivel de rivalidad animal autosustentada a los contextos modernos en los que los seres humanos nos desenvolvemos, las consecuencias suelen ser nefastas. Esos años y años de acumulación de experiencias y transmisión de buenos criterios de convivencia suelen desintegrarse en el aire (cual si fueran tripulantes del Enterprise teletransportándose) ante el mínimo evento que involucre alguna pasión primordial (puede ser tu editorial preferida de cómics, tu familia, tu equipo de fútbol, tu barrio, o solamente tu propia opinión ante la de quien opine diferente).

Después de desintegrarse sin dudas es muy difícil mantenerse íntegro.
Porque la forma que encontramos como especie para mantener vivas las rivalidades sin sentido ha sido, justamente, atribuirle un sentido desmedido a nuestros gustos personales, gracias a que existen quienes tienen gustos disímiles pero en sectores de interés compartidos. Por retomar un ejemplo sencillo, prácticamente en toda Latinoamérica disfrutamos del fútbol; es un gusto que tenemos en común como pueblo y una pasión que no podemos explicar racionalmente. Es así que en cada núcleo urbano de América Latina existen por lo menos dos equipos de fútbol que son "enemigos" jurados desde el inicio de los tiempos, dos antagonistas cuya génesis como tales radica simplemente en haber sido los dos primeros de su especie, algo así como rivales y hermanos. Caín y Abel, pero peleando por una pelota de cuero.
Además hay otras consecuencias delicadas que suelen no considerarse. La envidia, los celos y el resentimiento pueden ser los primeros productos que se nos vienen a la mente al tratar de configurar la imagen de alguien que protagoniza un caso de rivalidad mimética per se. Son las posibles explicaciones lógicas (o mejor aún, psicológicas) que tratamos de darle a algo que parece estar más allá del entendimiento civilizado, ya que nos negamos a admitir que existe gente que solo busca pelear por pelear.
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Respeto y celebración de la subjetividad
Mi abuelo solía decir que las opiniones son como las nalgas, todo el mundo tiene las suyas, pero eso no implica que haya que andar mostrándolas al universo entero.

Ok, ya entendimos tu excelentemente argumentado punto de vista. Gracias.
Pero el viejo también decía que el mundo se divide en dos clases de personas: las que se quejan por todo y las que se quejan por nada.
La experiencia muestra que no importa sobre qué se esté hablando, siempre habrá alguien listo para oponerse y contrariar al planteo inicial. Muchas personas que no saben vincularse desde el afecto y el aprecio recurren a distintos grados y formas de violencia para relacionarse. Porque, de una forma u otra, hasta el menos civilizado de los animales que somos necesita su cuota de interacción con los pares, respuesta y reconocimiento.
Nuestra conducta en las redes sociales es un claro reflejo de esta realidad. Una gran mayoría de los comentarios que pueden verse en Internet parece reflejar que la forma más sencilla de decir "presente" es atacar o denostar. Los comentarios de orden positivo son los menos; estos “aplausos” digitales son escasos y valiosos, producto de la acelerada tendencia que tenemos como especie de olvidar nuestra parte civilizada muy de prisa, y desmerecer el potencial positivo de la mímesis de apropiación, por anteponer la improductiva rivalidad mimética.

¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pel... Ejem...
Para que veas que también tenemos corazón: Ni bomberos ni astronautas. En Batanga, de niños, queríamos ser estos superhéroes
En cada uno de nosotros está la capacidad de hacer el esfuerzo y pensar antes de hacer, con respeto y buenas intenciones. Es tan sencillo como usar las herramientas que tenemos para construir, y no para destruir.
Así termino mi humilde análisis, ambicioso a la vez que acotado (y un poco hippie, según parece...) sobre esta realidad que vivimos todos los días y pocas veces nos detenemos a observar. Espero haber generado alguna inquietud beneficiosa entre quienes lo hayan leído, y haber hecho mi aporte para que podamos vivir nuestros entretenimientos en comunidad de una forma más sana y positiva.
¡HAYA PAZ!
