Una vida dura como el hielo: la increíble historia de Tonya Harding

Se puede decir que no es un mal desenlace que Hollywood decida hacer una película sobre tu vida y elijan a Margot Robbie para interpretarte.

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Aunque el precio a pagar para que esto ocurra tal vez haya sido demasiado caro.

Fue lo que le pasó a Tonya Harding, la patinadora estadounidense que hizo historia y luego cayó en desgracia, en el que fue considerado como «uno de los mayores escándalos deportivos del país», a mediados de los 90.

La película, dirigida por Craig Gillespie y ganadora de un Premio Oscar, es una fascinante reconstrucción de la dura vida de Tonya Harding y sus peculiares circunstancias, que dan contexto y ayudan a comprender más cabalmente ese escándalo final de matices absurdos y tragicómicos, y verlo como una culminación de toda una serie de causas y efectos.

Los hechos objetivos son fáciles de enumerar, pero una de las mejores cosas de la película es que reconoce que narrar toda una vida, así de compleja, en una película de dos horas es un ejercicio engañoso, una tergiversación, así que acepta por completo esa condición y la usa a su favor.

Parte de diferentes relatos y puntos de vista de todos los involucrados, contradictorios entre sí y muchas veces llanamente mentirosos, que sin embargo dejan aflorar una verdad oculta más allá de los hechos en sí.

Una verdad que habla de la superación, la lucha, la perseverancia pero sobre todo, de la injusticia.

La madre de todas las injusticias

Imagen IMDb

La historia de Tonya Harding es inseparable de la presencia y la influencia de su madre, según muestra la película, donde es brillantemente interpretada por Allison Janney, quien ganó el único Premio Oscar que obtuvo I, Tonya.

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La madre de Tonya era una mujer realmente despreciable y desagradable.

Una mujer que creía que para que su hija creciera como una mujer sana y fuerte tenía que torturarla psicológicamente, menospreciarla e insultarla. Una mujer incapaz de una muestra de afecto o un gesto cariñoso, incapaz de querer realmente a su hija ni a nadie. 

Su madre fue responsable del temprano destaque como patinadora de Tonya, pero no porque quisiera ver a su hija disfrutar de la actividad que más le gustaba o cumplir su sueño, sino simplemente como forma de disciplinamiento, de mantenerla ocupada y que sirviera para algo.

Más que disfrutar de un deporte, Tonya comenzó a trabajar para su madre desde muy chica.

El abuso, físico y psicológico, formó parte de la vida de Tonya desde muy pequeña, perfectamente encarnado en la figura de su madre.

Las nociones aprendidas desde muy pequeños pasan a formar parte de nuestra visión del mundo.

Tonya Harding veía al mundo como un lugar donde la violencia y el abuso eran cosa dada y natural, así que cuando tuvo novio y éste también comenzó a golpearla regularmente, probablemente asumió que era, otra vez, una extraña y retorcida manifestación de amor.

Patinar entre las piedras

El patinaje artístico era probablemente el único ámbito en el que podía escapar de la violencia.

Simplemente la fría dureza de la pista de hielo, la música y el suave deslizamiento sobre las cuchillas afiladas de sus patines.

Así que, inevitablemente, se convirtió en una patinadora excepcional.

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Después de ir escalando posiciones en los campeonatos nacionales de patinaje artístico a mediados de los 80, se alzó como campeona de la competencia internacional Skate America en 1989, con 19 años.

Pero había todavía otro escollo que iba a tener que superar.

El ámbito del patinaje artístico no iba a aceptar fácilmente una figura como la de Tonya Harding.

Era una joven de clase baja, que había abandonado sus estudios; una redneck que patinaba al ritmo de heavy metal y con sus trajes cosidos a mano por ella misma.

Ciertamente no encajaba en la imagen de delicada princesa que las autoridades del patinaje artístico buscan y premian.

Tonya descubrió que los campeonatos de patinaje artístico no eran solamente sobre las habilidades para patinar, sino sobre una forma de ser y lucir, muy alejadas de las suyas.

Así que tuvo que hacer algo que el mundo del patinaje artístico no pudiera ignorar.

En el campeonato nacional de 1991 realizó el dificilísimo salto triple axel que casi nadie había logrado antes o ni siquiera intentado. Fue la primera patinadora estadounidense en completar este salto, y la segunda patinadora femenina en hacerlo en la historia.

Más golpes

Aquejada por una tumultuosa relación de pareja en la que la violencia crecía constantemente, menospreciada por su madre y por el propio ámbito del patinaje artístico, su carrera comenzó a declinar a partir de aquel punto cúlmine.

En 1992 participó de las Olimpíadas de Invierno, donde quedó en cuarto lugar, y en el campeonato mundial, donde quedó sexta.

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Tras un breve alejamiento del patinaje y un pasaje como mesera, su antigua entrenadora la convenció de volver al hielo para las Olimpíadas de Invierno de 1994. Allí ocurriría el famoso incidente.

En 1994, Nancy Kerrigan, la principal competidora de Harding en el campeonato nacional, competencia clasificatoria para los Juegos Olímpicos, fue atacada después de un entrenamiento. Recibió un golpe en la rodilla que la obligó a retirarse de la competencia.

Según se supo poco después, debido a la asombrosa ineptitud del atacante y a la completa falta de astucia de los que lo contrataron, los responsables del ataque a Kerrigan habían sido el exesposo de Tonya Harding y su amigo, autoproclamado guardaespaldas de ella.

Según la película, la idea original, de la que Tonya era parte, era enviar a su competidora cartas con amenazas para afectarla psicológicamente antes de la competencia. Tonya no supo que la golpearían hasta después de realizado el ataque. Sin embargo, una vez que supo que su exesposo y su guardaespaldas estaban involucrados, no lo denunció, convirtiéndose en cómplice.

Según Tonya, no reveló la verdad porque su exesposo, el consecuente golpeador, amenazó con matarla o incluso violarla junto a otros hombres. El hombre negó después estas acusaciones.

Lo cierto es que Tonya Harding fue, una vez más, víctima de un contexto cargado de violencia y siempre a punto de estallar.

Tras declararse culpable por encubrir a los responsables del ataque a Nancy Kerrigan, Tonya Harding fue penada con 500 horas de servicio comunitario,. una multa de 100.000 dólares y la expulsión de por vida del patinaje artístico.

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No sabemos si es verdad o una licencia artística de la película, pero tal vez la escena más dura (en un film que adopta casi siempre un tono de comedia oscura) es cuando le roga al juez que la ponga en la cárcel pero que no le prohíba el patinaje, lo único que sabe hacer en la vida.

Este escándalo parecía ser el obstáculo final para Tonya Harding, acostumbrada a sobreponerse a las injusticias y superar adversidades. Su derrota final.

Pero resulta que tampoco. Para una vida marcada por los golpes, lógicamente Tonya decidió que podía probar suerte en el boxeo.

Solamente tuvo 6 peleas en el ring. Ganó tres y perdió tres.

Un empate no parece una mala metáfora para su vida.