El grito de Munch es la pintura más famosa del arte moderno. Su estatus icónico es comparable al de la Mona Lisa de Da Vinci, el Guernica de Picasso y el autorretrato de Van Gogh.
"El grito" de Munch: recordamos los misteriosos detalles de su famoso robo

Una de las cuatro versiones originales de la pintura fue subastada por Sotheby’s en 2012 por casi $120 millones de dólares, una de las cifras más altas pagadas por una pintura en una subasta.
Así que todo esto la convierte, evidentemente, en uno de los botines más preciados para los ladrones de arte.
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El grito ha originado entonces numerosos intentos de robo y, en particular, dos famosos robos consumados, uno en 1994 y otro en 2004.
El de 1994 tuvo lugar cuando se estaban celebrando los Juegos Olímpicos de Invierno en Lillehammer, una pequeña ciudad próxima a Oslo.
La pintura que estaba en la Galería Nacional de Oslo (la versión original de 1893, la más conocida, pintada con una técnica mixta de óleo y témpera sobre cartón) se había trasladado dentro del edificio a un piso más cercano a la entrada: era uno de los principales atractivos turísticos. Los Juegos Olímpicos probablemente distrajeron la atención de las autoridades, así que dos hombres entraron a la galería y se llevaron la pintura, aparentemente sin demasiado esfuerzo, ya que además dejaron una nota: “gracias por la pésima seguridad”.
La galería se negó a pagar el rescate de un millón de dólares exigido por los ladrones, pero tras un operativo conjunto de la policía noruega y británica, la pintura fue recuperada, un par de meses después del robo, intacta.
Grita más fuerte
El robo de 2004 fue mucho más complejo y tuvo curiosos detalles.
Este ocurrió en el Museo Munch, que alberga dos de las cuatro versiones originales de El grito (una muy temprana de 1893, en pastel, y otra tardía de 1910, de témpera sobre cartón).
En agosto de 2004, un grupo de hombres enmascarados y armados irrumpió en el museo, redujo a los guardias de seguridad y a los visitantes y preguntaron por las dos pinturas más famosas del lugar; cuando se las señalaron, le quitaron los marcos (por las dudas de que tuvieran insertos dispositivos de rastreo), las envolvieron en telas, las pusieron en un coche y huyeron. Las pinturas eran El Grito y Madonna.

Las pinturas estuvieron desaparecidas por dos años.
El caso fue seguido con atención por la prensa internacional y la presión era cada vez mayor para las autoridades de Noruega, que detuvo a varios sospechosos vinculados con el robo, pero las pinturas seguían sin aparecer.
Algunos expertos sugirieron que habrían sido enviadas hacia Europa del Este por la mafia rusa.
Otros rumores hablaban de que habían sido quemadas por los delincuentes para destruir evidencias del crimen.
La policía noruega, sin embargo, estaba convencida de que no se trataba de una operación de alcance internacional, y que los ladrones eran locales. Había señales de que el robo no había sido demasiado profesional.
En 2005, la policía ofreció una recompensa de dos millones de coronas (poco más de $300.000 dólares) por cualquier información que permitiera encontrar las pinturas.
Esto permitió el surgimiento de uno de los elementos más curiosos del caso: la compañía M&M, célebre por sus grageas de chocolate, aprovechó la situación para hacer uso de un poco de buena publicidad, dado que estaba promocionando su nuevo producto, M&Ms de chocolate amargo, como su “nueva obra de arte”. Así, ofreció una recompensa de dos millones de M&Ms para el que devolviera las pinturas.
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Una pequeña distracción

Una extraña coincidencia había llamado la atención a los investigadores noruegos que iban tras los ladrones de El Grito y tras las pinturas.
Cuando se produjo el robo en el Museo Munch, la policía de Oslo estaba casi enteramente dedicada a resolver un caso bastante notorio y violento, que había tenido lugar un par de meses antes. Un robo a mano armada en el puerto de Stavanger, que terminó con un agente muerto en el lugar, acribillado por una metralleta. La prioridad de este caso era inevitable para la policía noruega, tratándose del brutal asesinato de uno de sus hombres.
Pero el robo de El grito y la presión por encontrarlo dividió los recursos y la atención de las autoridades. Así que algunos oficiales y detectives comenzaron a sospechar que, tal vez, ambos casos estuvieran relacionados, y que el robo de las pinturas no era más que un intento por desviar la atención del otro caso.
A fines de 2005, un criminal llamado David Toska fue arrestado y acusado de liderar el robo que terminó con un policía muerto. En ese momento, había seis sospechosos detenidos por el caso del Museo Munch, pero ni rastros de las pinturas.
Toska fue procesado y condenado a 19 años de prisión por su participación en el robo de Stavanger, pero fue su abogado el que reveló a la policía información relativa acerca del paradero de las pinturas, confirmando la conexión entre ambos casos que había sospechado la policía.
El 31 de agosto de 2006, dos años después del robo, la policía encontró las pinturas.
La encargada del Museo Munch recibió una llamada de las autoridades para que fuera a reconocerlas, y así lo contó:
“Había 20 o 30 agentes parados en línea. Era impresionante. Entonces abrieron la puerta trasera de una camioneta y allí estaban las pinturas. Mis ojos se llenaron de lágrimas”
La policía no dio demasiados detalles sobre el operativo. Simplemente aseguraron que estaban “100% seguros de que eran las originales” y que su condición era “mejor de lo esperado”.
El grito tenía una mancha de humedad en su esquina inferior derecha, y Madonna algunas rasgaduras en el borde derecho y un par de agujeros sobre el brazo, lo que prueba que no eran ladrones de arte experimentados.
Antes de restaurarlas, se exhibieron así como estaban en el Museo Munch por 5 días, donde las vieron más de 5000 visitantes. Después fueron enviadas a restauración, pero algunos daños en El grito no pudieron ser removidos.
¿Y qué sucedió con los M&M?
Cuando aparecieron las pinturas, muchos se preguntaron qué pasaría con los dos millones de M&Ms que la compañía había prometido como recompensa.
Los detalles de la recuperación de las pinturas nunca fueron del todo aclarados, así que no había tampoco un destinatario evidente para las grageas de chocolate.
Finalmente, la compañía hizo los cálculos correspondientes (dos millones de M&Ms equivalen aproximadamente a 40.000 paquetes) y convirtió la recompensa en algo no tan delicioso pero mucho más práctico: efectivo.
Así, donó la suma de $26.000 dólares, que fueron a las arcas del Museo Munch.

En medio de todo esto, la espectral figura de la pintura mantuvo su grito sordo de desesperación y agonía, al ver que no podía hacer nada por evitar el robo y el daño. Otras dos misteriosas siluetas aparecen amenazantes en el fondo de la pintura, casi fundidas con la intensidad naranja del tumultuoso atardecer, y aunque sabemos que la interpretación en el arte es arbitraria y relativa, podemos afirmar que, sin dudas, se trata de dos potenciales ladrones.
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