The Princess Bride, la gran comedia de fantasía y aventuras de los 80 que siempre recordaremos

Con The Princess Bride aprendimos que “como desees” es un sinónimo de “te amo”. Lo descubrimos a través de un abuelito quien intenta enganchar a su nada interesado nieto en una historia que lo contiene todo: “esgrima. Lucha. Tortura. Venganza. Gigantes, Monstruos. Persecuciones. Escapes. Amor verdadero. Milagros”, dice él mismo, aunque el chico no está nada emocionado, ni siquiera con el hecho de que se trata de un libro que forma parte de su historia familiar, pues ha pasado de generación en generación.

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Pero poco a poco el chico caerá en el embrujo de Buttercup y Westley, un par de enamorados que lucharán hasta el final para estar juntos.

The Princess Bride (1987) es una adaptación del libro de William Goldman, publicado en 1973. Llevarla al cine fue una tarea titánica: en algún punto, Robert Redford, Norman Jewison, John Boorman y Francois Truffaut se comprometieron a lograrlo, pero la desgracia siempre caía en la producción.

Fue Rob Reiner quien sacó la historia adelante. 20th Century Fox le confió la tarea tras ver el éxito de This is Spinal Tap y The Sure Thing. El director estuvo encantado con la tarea, pues se trataba de uno de sus libros favoritos. Lo mismo ocurrió con Cary Elwes, quien se llevó el papel de Westley.

Una historia dentro de una historia

El abuelo se convirtió en el narrador de la historia. Buttercup ( Robin Wright) está comprometida con el Principe Humperdinck ( Chris Sarandon), aunque su corazón pertenece a Westley, a quien conoció en la niñez. Westley le respondía a todo con un “como quieras” y eventualmente, la chica comprendió que era su forma particular de decir “te amo”.

La pareja decide casarse, pero el dinero no le sobraba al muchacho quien emprendió un peligroso viaje para hacerse con algunas riquezas y así tener algo que ofrecer a su prometida. Lo último que se supo de él es que su barco fue presa del pirata Roberts, un temible hombre de mar conocido por su poca piedad con sus víctimas. Westley no regresó, así que todos interpretaron que había muerto.

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Buttercup se había resignado a pasar su vida con el príncipe, pero en la víspera de la boda fue secuestrada por no otro que el pirata Roberts, quien pronto se descubre como el propio Westley. Este le cuenta que ciertamente fue cautivo de Roberts, pero se convirtió en su pupilo. Finalmente, este le otorgó su identidad.

En el camino, la pareja se separará y entrarán en juego un par de maleantes contratados para encontrar a la princesa: Fezzik, el gigante ( André the Giant) e Iñigo Montoya (Mandy Patinkin), un espadachín español que descubre una personalidad honorable bajo una historia de muerte y venganza que lo marcó.

Una bomba que se volvió un filme de culto

A The Princess Bride no le fue muy bien en taquilla. El director Rob Reiner lo admitió sin remilgos en 2010. “Fue difícil categorizarla (la película) y creo que el título asustó a mucha gente. Sonaba como un cuento de hadas para niños o algo”.

Pero el filme adquirió fama de película de culto desde que fue estrenada en VHS un año después. Los analistas aseguran que el éxito posterior se basó en las maravillosas líneas del parlamento, especialmente las finales de Iñigo Montoya:

“Hola, Soy Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate para morir”.

Dicha cualidad también responde a una serie de personajes entrañables y una línea de narración diversa. Westley se presenta como el héroe de la historia, aunque la realidad es que todos los personajes lo son en algún punto, al mismo tiempo de que cada uno tiene motivaciones individuales.

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Por otra parte, no solo se trata de la historia de amor entre Westley y Buttercup (el principal temor del nieto cuando escucha la historia), sino que compagina una interesante relación amistosa entre Iñigo y Fezzik y el respeto mutuo entre el primero y el joven enamorado.

Finalmente, el nieto se convierte en la voz de la audiencia, al hacer los mismos comentarios que todos pensamos mientras vemos la película. En cierta manera, el filme se convirtió en presa de su propia historia, porque el público estuvo escéptico a él tal cual el nieto. Al final, el jovencito le pide al abuelo que le vuelva a leer el libro, igual que la audiencia, que elevó la historia con el paso del tiempo.