Si bien este episodio de The Blacklist no se diferenció demasiado de todos los anteriores en cuanto a la presentación de un criminal, -un nuevo caso para el FBI y la puesta en marcha para atraparlo-, sobre el final del mismo pudimos finalmente observar un avance en la historia de Red Reddington ( James Spader) y nuevos elementos que se pondrán en juego y cambiarán las cosas hacia el futuro, además de un caso más interesante que muchos de los que vimos antes.
The Blacklist: la cura [Crítica 1x07]

Ataque biológico
El criminal de la semana, Frederick Barnes ( Robert Sean Leonard como actor invitado), estuvo muy bien y sobre él pudimos ver un enfoque un poco más profundo y atractivo que el de los que habíamos visto antes, salvo alguna excepción.
Su plan es lo suficientemente complejo y descabellado como para desatar una gran tensión dramática, pero además luego nos enteramos que no actúa -como todos los demás- por beneficio propio, para corporaciones, para otros criminales o por dinero, sino que busca una solución para una extraña enfermedad que padece su hijo ilegítimo.
Sus motivaciones entonces son comprensibles y humanas, aunque no la ejecución de su plan o sus métodos, una contradicción que es una nueva manera de plantear el viejo conflicto de que el fin justifica los medios -o no-.
Entre dos bandos
La relación entre Liz ( Megan Boone) y Red ha cambiado, ya que ella está convencida que Red es el culpable de implicar a Tom ( Ryan Eggold) en el asesinato de un espía ruso y de plantar una caja con pasaportes falsos y dinero en su hogar. Liz siempre tuvo una desconfianza natural hacia Red (después de todo no es más que un peligroso criminal que no conoce y que, por alguna razón, insiste en establecer un vínculo personal con ella) pero antes dejaba de lado esa desconfianza para favorecer al FBI y contar con la valiosa ayuda de Red en la resolución de sus casos.
Ahora, la desconfianza es mucho mayor y más personal, se ha vuelto directamente odio, ya que Red puso en riesgo a su familia, o eso es lo que ella quiere pensar. Pero lo interesante de este episodio es que, al igual que nosotros en la audiencia, Liz se encuentra en el medio y no sabe a quién creerle. En el fondo, sabe que quizás Red esté diciendo la verdad y sea su esposo el que miente.
Aún así, resulta difícil de creer que cuando Liz tiene la posibilidad de decirle a Red que se vaya y la deje en paz no la haya aprovechado. Sabemos que Red tiene que estar presente porque es el protagonista de la serie pero, en cuanto al realismo de la situación, no hay razón por la que Liz hubiese preferido confiar en un peligroso y manipulador criminal que conoció hace poco tiempo que en el hombre con el que ha estado por años y planea formar una familia y un hogar.
Finalmente podemos ver un Red, al menos por un momento, fuera de su ámbito de criminal temible, sarcástico y calculador, al llegar a la casa donde “crió a su familia” y recordar a su pequeña hija jugando en el patio. Sin dudas esto tiene algo que ver con su obsesión con Liz.
Es muy raro ver a Red hablar sin un dejo de ironía, de cinismo o de burla, cuando se dirige a cualquier persona, pero con Liz sigue dispuesto a abandonar estos aspectos y hablarle honestamente. Ya lo hizo antes cuando le agradeció que sea honesta con él, y ahora lo hace para decirle que le guarda respeto a Frederick Barnes por hacer todo lo que hizo para proteger a la única persona que le importaba.
Puntaje: 7/10. Uno de los mejores episodios de la serie: entretenido, con un buen criminal y un caso atrapante. Lo peor de la serie siguen siendo los conflictos internos del FBI, la ambigua relación de Ressler ( Diego Klattenhoff) con Liz, y el personaje del superior del FBI, Cooper ( Harry Lennix).






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