Roma perdió el Oscar a mejor película por culpa de... ¿Netflix?

Se podría decir que para una película como Roma, hablada en español (y partes en mixteco), en blanco y negro, con actores desconocidos, con una historia dura y conmovedora sobre una empleada doméstica de ascendencia indígena en México en los 70, es un verdadero triunfo irrumpir en la industria hollywoodense («irrumpir» es relativo: fue coproducida en Hollywood y es de un director consagrado como Alfonso Cuarón), ser la más nominada a los Premios Oscar y llevarse los importantes galardones de «Mejor director», «Mejor fotografía» y «Mejor película extranjera».

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Pero lo de Roma puede verse también como una derrota. Especialmente para Netflix, que fue víctima de su propia ambición (y solvencia económica).

La derrota de Roma a manos de Green Book

Aunque Roma era una de las favoritas a llevarse el Oscar más preciado, el de «Mejor película», la Academia terminó por votar a la otra gran favorita, Green Book, una historia bastante más tradicional sobre las relaciones raciales en Estados Unidos de los 60, una más simple, inspiradora, y también polémica y hasta regresiva.

Según The New Yorker, que haya ganado Green Book es una señal de que aunque la Academia se ha abierto a la diversidad de la industria, lo ha hecho superficialmente y sin cambiar en absoluto sus valores tradicionales y anticuados, su visión del mundo ni su imagen propia.

En el triunfo de Green Book sobre Roma, se cifran otras tensiones que subyacen en la industria del cine de Hollywood actual, y son interesantes de observar.

La culpa la tiene Netflix

Desde que Netflix se ha decidido a producir sus propias películas, invirtiendo en ellas cifras que nada tienen que envidiarle a los grandes estudios tradicionales, su intención ha sido la de involucrarse en esta competencia de grandes ligas.

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Competir directamente con los famosos Seis Grandes —Fox, Warner, Disney, Paramount, Universal y Columbia—, con la crucial diferencia de que sus películas son lanzadas en su plataforma de streaming y no proyectadas en cines. O salen en cines pero en pocas semanas ya están disponibles en Netflix, como fue el caso de Roma.

Con lo que ha generado una enorme resistencia en la industria, por parte de cinéfilos y puristas, por parte de distribuidores y por parte de los dueños de los cines que se quedan sin su tajada o con una menor. Netflix es el outsider que llega para repartirse una porción de la torta.

Roma quedó en medio de todo esto. Cuarón ha defendido a Netflix diciendo algo que es obvio y complejiza el problema: su película difícilmente se podría haber hecho en el sistema tradicional de estudios. Cualquiera de ellos habría evaluado la devolución económica de una película como Roma y no habría gastado un solo dólar en su producción, o en todo caso habría intentado cambiarla, hacerla «más atractiva» —poner una actriz famosa, que no sea en blanco y negro, algo así—.

El asunto es que Netflix vio en Roma su posibilidad definitiva de ascenso a las grandes ligas, lo único que hasta ahora no había tenido: el prestigio y el respeto que implica el reconocimiento oficial de la Academia. El ser ganadora del Oscar a mejor película.

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Así que apostó todo a Roma (olvidando otros valiosos lanzamientos, como La balada de Buster Scruggs).

El sistema funciona mediante campañas publicitarias, como se sabe.

Netflix invirtió millones en publicidad de Roma, pero publicidad no orientada al público en general sino al seno mismo de la industria, a los votantes de la Academia (los famosos anuncios «For Your Consideration»).

Según Vulture, Netflix gastó entre 40 y 60 millones en esta campaña para Roma (que costó 15 millones producir). Anuncios «For Your Consideration» en publicaciones especializadas de la industria, eventos, exhibiciones, paneles de discusión, recepciones, fiestas, comerciales de TV y cartelería pública en todo Los Angeles.

¿El problema? Quizá Netflix se excedió. Anheló demasiado el premio.

Sus chances para ganar «Mejor película» se vieron perjudicadas, según uno de los votantes consultado por Vulture, por esta agresiva campaña publicitaria.

«Muchos de los votantes con los que hablé me dijeron que no iban a votar a Roma en primer lugar porque tenían miedo de dar un mensaje equivocado» dijo el votante. «No puedes comprar el Oscar a mejor película».

También pesó la desconfianza de la Academia (una institución con un promedio de edad por encima de los 60 años) respecto al modelo de Netflix en contraposición a los estudios tradicionales.

«Un voto para Roma era un voto para Netflix» dijo un asesor de campañas publicitarias para el Oscar. «Y un voto para Netflix es un voto para la muerte del cine a manos de la TV».

Netflix se llevó en total cuatro premios (los tres de Roma más el de mejor cortometraje documental para Period. End of Sentence.), los mismos que Fox (los cuatro para Bohemian Rhapsody) y Universal (tres de Green Book y uno de First Man).

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Disney tuvo tres, todos para Black Panther, mientras que Warner debió conformarse con el de mejor canción original por la de A Star is Born, y Columbia con el de mejor película animada para Spider-Man into the Spider-Verse.

Todo muy repartido.

Aún sin el premio mayor, Netflix ha llegado a la competencia para quedarse.

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