«El Nickelback de los actores» o «El regalo de Satán a Hollywood», así califican en estos tiempos a Adam Sandler, un actor que en los 90 tenía a la audiencia en el bolsillo con su trabajo en Saturday Night Live ( SNL), sus discos de comedia y películas como Billy Madison (1995) y The Wedding Singer (1998).
¿Por qué algunos se empeñan en hablar mal de Adam Sandler?


Entre ese año y 2011, Sandler protagonizó 14 películas con una taquilla de cerca de 100 millones de dólares, una cifra que lo pone cerca de la recaudación de Tom Cruise y Tom Hanks, e incluso más que Will Smith.
Entonces, ¿cómo es que Adam Sandler se convirtió en el «compré entradas para esta película porque no había nada más»? ¿Qué le pasó? ¿O será que el problema es nuestro?
Es él mismo

Sandler parece interpretar el mismo personaje una y otra vez: un hombre inmaduro que es forzado a crecer para conseguir lo que quiere. Esta imagen parece ser la del propio actor, que es contratado para interpretarse a sí mismo en la pantalla grande: un hombre obsceno, ofensivo y semisimpático.
Una vez estuvo bien, dos fue genial, tres se aceptó. Pero, a estas alturas, todas las películas de Sandler parecen ser las mismas. Solo cambia el escenario, la sinopsis y el nombre del personaje. Creó su marca, pero ya no gusta.
No ha podido envejecer

Pero la audiencia no le ha dado al actor la oportunidad de «crecer». Lo intentó en Men, Women & Children (2014) y también en Funny People (2009), pero el público sintió las interpretaciones ajenas a él mismo y no respondió en la taquilla. ¿Un Adam en papeles serios? No, por favor.
Los mismos compañeros

Hay «matrimonios» cinematográficos que dan buenos frutos: David O. Russell y Jennifer Lawrence, Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio, Johnny Depp y Tim Burton (en sus mejores tiempos).
Adam tuvo el suyo. En las producciones de Happy Madison siempre le acompañan los mismos actores: Rob Schneider, Steve Buscemi, David Space, Kevin James y Norm MacDonald. ¿Son malos actores? No. Pero, si la audiencia siente que Sandler hace la misma película una y otra vez, mirar las mismas caras todo el tiempo no facilita para nada esa sensación.
Odio mediático recíproco

Adam odia a la prensa. Por lo general, se niega a dar ruedas de prensa sobre sus venideras películas, algo nada positivo cuando eres una figura pública.
Esta decisión fue motivada por las terribles críticas que solía obtener el actor sobre sus actuaciones. Por ejemplo, Pixels (2015) fue calificada como «la última uña en la urna de Adam Sandler» o «Adam Sandler ha muerto». ¡ Ups!
Quizá sea cosa nuestra

¿Internet nos lavó el cerebro? Un analista refiere al caso de Sandler como el « síndrome Nickelback», en el que simplemente se odia algo o alguien (en este caso, el trabajo actoral de Adam) porque el Internet nos dice que lo hagamos. Se nos carga tanto con este mensaje que es inevitable seguirlo.
Pero también esgrime otras causas. La más interesante refiere a que quizá el problema es nuestro por «madurar». Sandler sigue haciendo lo suyo y sabe cómo hacerlo. Su audiencia «pecó» por crecer y exigir contenido más acorde con su edad. Él no se ajustó a ella.
¿Eres amante de las películas de Adam Sandler o pasas de ellas?








