A lo largo de nuestras vidas vemos películas que en ciertos casos inciden en nuestra forma de ver la vida. Forman parte de nosotros y hasta adoptamos frases como si fueran hechos o postulados que no hay que dejar de lado.
¿Por qué algunas películas nos generan más empatía que otras?

Pero, ¿por qué nos identificamos con ciertas historias y otras no? Aunque no lo parezca, tiene que ver con cómo funciona nuestro cerebro y, además, con nuestras experiencias.
Sobre la empatía y las emociones que despierta el cine
Por ejemplo, comenzamos a ver 50/50, un film que trata de un chico que es diagnosticado con cáncer, pierde a su novia y su mejor amigo es quien está con él a lo largo de la enfermedad y el tratamiento. La película, más que hablar de la enfermedad, es un tratado sobre las diferentes dimensiones de las relaciones humanas, incluyendo la amistad.
Es esa relación que marcó una gran diferencia en la evolución de ambos amigos. Esta historia no nos resulta ajena. Todos hemos tenidos amigos entrañables que han estado con nosotros en momentos muy duros. Han estado con nosotros, ayudándonos a mejorar y continuar.
Con esta trama, así como tantas más, nuestro cerebro reacciona y se manifiesta en este fenómeno denominado empatía. Aquella afinidad que desarrollamos, inclusive, hasta con los personajes de aquello que estamos viendo. Sabemos que se trata de ficción pero, de alguna manera, tocan fibras sensibles y hacen que establezcamos un vínculo.
Dicha empatía también está vinculada a los sentimientos y emociones que genera lo que estamos viendo. Por ejemplo, la relación de padre e hijo en Nebraska e incluso el padecimiento de los personajes de Requiem for a Dream que se consumen en sus adicciones son situaciones que tocan una parte de nosotros alguna manera, las hayamos experimentado o no.
Entonces, ¿qué sucede en nuestro cerebro? Al sentarnos frente a la pantalla para disfrutar lo que hemos decidido ver, nuestro cerebro comienza un proceso de asociación en el cual analiza y ayuda a vincular nuestras vivencias. Lo que vemos no es sólo una simple película, es una historia que nos llega, nos mueve y, de alguna forma, nos hace sentir más humanos.
Los niveles de empatía

Las diferentes reacciones que tenemos con las historias y personajes, también tienen que ver con cómo estos son desarrollados. Cuando observamos que el protagonista es amable y con un fuerte valor hacia la justicia, es muy probable que sintamos simpatía por él.
Caso contrario sucede al presentarse los antagonistas o quienes cuyas conductas pueden contradecir lo que pensamos que es correcto y bueno. Es decir, el chico que se burla de los más pequeños e indefensos de la escuela, seguramente no contará con nuestro favor.
Esto, sin duda, es un claro indicativo que la empatía varía drásticamente en cada uno de nosotros.
Por otro lado, también existe un elemento que puede reforzar o no esta empatía que sentimos: La música. Este recurso genera sensaciones similares que cuando vemos alguna película o serie. De alguna manera, hacemos una especie de clic, y esa canción, conjugada con una escena poderosa o conmovedora, puede llevarnos a otros niveles.
Cada recurso en el mundo audiovisual tiene un peso importante y que no hay que despreciar.
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No todos reaccionamos de la misma manera

Está claro que la empatía tiene diferentes niveles (y hasta maneras de manifestarse) pero lo que determina que algo nos resulte más impactante que a otro, son las experiencias personales.
Si una historia está basada en algún personaje que ha sufrido pérdidas importantes durante su vida, por lo que le ha obligado a tomar duras decisiones o a enfrentar momentos difíciles, es muy posible que alguien que haya pasado por situaciones similares se sienta plenamente identificado.
Las experiencias individuales determinarán la influencia de la trama y de cómo esta formará parte de nuestra vida.
¿Conclusión? El compendio de valores, experiencias y necesidades, hacen que nuestras neuronas se “conecten” con aquello que nos hace recordar aquellos momentos difíciles o hermosos, instantes que nos han llevado a ser la persona que somos ahora. Por lo tanto, no hay que sentir pena si reímos a carcajadas o lloramos sin consuelo cuando vemos esa historia que tanto nos ha conmovido.
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