El director George Miller concibió hace 36 años al personaje Max Rockatansky y ese mundo distópico violento, hostil y anárquico en el que se mueve, pero como ninguna otra franquicia de acción, Mad Max se las ha arreglado para hacer secuelas cada vez más ambiciosas que representan una verdadera evolución de los conceptos y las ideas de fondo, y no simplemente algo más grande y más espectacular, con mejores efectos especiales (a pesar de que, evidentemente, cada secuela fue más costosa que la anterior, pero Miller sabe aprovechar muy bien el dinero adicional, tal como lo prueba Fury Road).
Mad Max: Fury Road es la mejor película de acción del año [reseña]


Una saga en evolución
La película inicial de la saga muestra la transición de Max Rockatansky de hombre de familia y agente de la ley a forastero solitario y temerario, en un escenario distópico en el que todavía quedan ciudades y civilizaciones.
The Road Warrior transcurre ya en un paisaje decididamente post-apocalíptico, en el que la carencia de combustible ha creado una comunidad dispuesta a defender sus reservas y un grupo de saqueadores, asesinos y violadores que deambula por el desierto.
En Beyond the Thunderdome, Max ya es un experto guerrero y en lugar de encontrar grupos rebeldes o comunidades aisladas, encuentra toda una nueva ciudad con gobierno propio (en manos de Tina Turner) y una tribu de niños perdidos que veneran a un misterioso capitán.
Además de ir creciendo en surrealismo y en esa estética que no sé si definir como steampunk, gótica, anarcometalera o simplemente demente, la saga Mad Max va profundizando con cada película su visión de este escenario post-apocalíptico y explorando nuevas ideas sobre las consecuencias de un evento que termina con la vida en el mundo tal como la conocemos.

Y así llegamos a Mad Max: Fury Road, una distopía en la que la carencia de agua y de combustible, y la escasez de espacios verdes como fantasía apocalíptica suena más actual que nunca, y ha devenido en una ciudad ("La Ciudadela") en medio del desierto, en la que el tiránico y repulsivo Immortan Joe controla estos recursos, al tiempo que mantiene un gobierno a mitad de camino entre un régimen autoritario y un culto religioso.
La intensa acción
Los temas y la estética presente en la trilogía original de Mad Max están presentes en Fury Road y existen numerosos elementos reminiscentes sobre todo a The Road Warrior y Beyond the Thunderdome: los vehículos, el desolador paisaje desértico, el frenesí en la acción, alguien atado en frente de un coche en plena persecución, los personajes completamente estrambóticos (Immortan Joe recuerda inevitablemente a Lord Hummungus, el villano de The Road Warrior, pero está interpretado por el actor que hizo de villano en la primera Mad Max).
Fury Road lleva todas esas cosas a un terreno más intenso y saludablemente exagerado. Durante las dos horas que dura la película no hay casi respiro en la acción, que se sigue intensificando a pesar de que la trama es increíblemente sencilla, aunque muy efectiva.

Guerreros pintados, concebidos para nacer, combatir y morir, que buscan una muerte gloriosa y actúan como kamikazes del desierto, una opresiva tormenta de arena, lanzas que se clavan en los motores y explotan, autos con espeluznantes pinchos de acero, enormes pértigas que se balancean llevando a los guerreros dentro y fuera de la batalla, un hombre enmascarado que encabeza el batallón del villano con una guitarra que lanza llamas y resuena en enormes parlantes que arrojan sonidos estridentes anunciando lo más intenso de la batalla; estas son algunas de las cosas que se pueden ver en Fury Road.
La cantidad de ideas que Miller es capaz de incluir en una sola secuencia de acción supera probablemente a las que se incluyen en dos o tres películas enteras de la saga Fast & Furious.
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Una nueva heroína
La conexión más bien temática y estética con las películas anteriores, mas no narrativa, calza a la perfección con este “nuevo” Max Rockatansky interpretado por Tom Hardy y no por Mel Gibson.
El personaje siempre fue más bien un concepto —el arquetipo de antihéroe salvaje y solitario— y no tanto un personaje específico más allá de los pocos datos biográficos que sabemos de él, de modo que no tiene sentido buscar una explicación de otro actor en el rol o qué lugar cronológico ocupa Fury Road en toda la saga.

El “Mad” Max de Fury Road es un hombre parco y solitario que vaga por el desierto con una única meta: sobrevivir. Al igual que siempre, se ve arrastrado a situaciones que por una u otra razón demandan una actitud heroica de su parte, la que acepta más que nada por su beneficio personal pero sin demasiada ceremonia.
Aquí sabemos que tiene un pasado traumático y experimenta algunas visiones que podrían hacer referencia (o no) a su familia o a las personas que conoció en las películas anteriores. De una u otra manera, lo mejor de ese pasado es que permanece misterioso y velado.
Sin embargo, George Miller ensaya aquí una jugada tan arriesgada como eficaz: desplaza a Max a un plano secundario de la trama y la construye en torno a una de las mejores heroínas de acción de nuestros tiempos: Furiosa ( Charlize Theron).

Furiosa es la verdadera heroína de esta historia, una mujer que traiciona al poderoso Immortan Joe para salvar a un grupo de esclavas sexuales y llevarlas a un nuevo e idílico hogar. Una heroína que no solo se las arregla para conducir un “camión de guerra”, ser una experta combatiente y manejar armas a la perfección, sino que posee coraje y solidaridad, cualidades que son evidentes y que nadie necesita hacer explícitas mediante diálogos (otro gran logro de Fury Road: la economía de los diálogos; la acción de los personajes habla por ellos).
La lectura feminista de la película ha sido inevitable, con el eje de la trama siguiendo a una heroína y un grupo de mujeres que se rebelan contra un patriarca que las utiliza para procrear, e incluso con el hecho de que el legendario Max Rockatansky no es más que un partícipe ocasional y secundario que las ayuda a conseguir lo que buscan.
Pero en última instancia es una película acerca de la rebeldía, de la solidaridad y de la posibilidad de redención en un mundo donde la civilización tal como la conocemos se ha destruido y donde lo único a que pueden aspirar los buenos, es a sobrevivir.
Pero no sólo de sobrevivir vive el hombre, y en la ayuda de la búsqueda de redención ajena, Max descubrió que también era posible la suya.








