En tiempo de antihéroes y una exacerbada estetización de la violencia, resulta por lo menos curioso que nadie en Hollywood haya concretado aún la adaptación de una de las novelas estadounidenses más icónicas de las últimas décadas: Blood Meridian or the Evening Redness in the West de Cormac McCarthy.
Blood Meridian: una película demasiado violenta para ser verdad


El autor, una de las grandes leyendas vivientes de la literatura norteamericana, quizá resulte más conocido por No Country For Old Men y The Road, novelas llevadas al cine por los hermanos Coen y John Hillcoat respectivamente.
Meridiano de sangre, tal es su título en español, es una novela histórica inscrita dentro del género western. Pertenece al canon de las mejores novelas norteamericanas del siglo XX según el crítico literario Harold Bloom, uno de los más afamados defensores y promotores de la obra. Además de considerarla heredera directa de dos clásicos de la literatura norteamericana como Moby Dick, de Henry Melville, y Mientras agonizo, de William Faulkner, Bloom la califica como el último western: esta novela alcanza el punto más alto de las posibilidades estéticas del género.

En la particular belleza de la prosa de Blood Meridian se suceden postales del árido paisaje de la frontera mexicano-estadounidense y desoladoras escenas de violencia extrema que se transforman en imágenes auténticamente gore en el lector. Y es precisamente en esto último que casi todos se detienen al hablar de la adaptación, o de su imposibilidad: la violencia de la novela, que al fin y al cabo es el relato épico de una realidad histórica no menos atroz.
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La historia verdadera

Los hechos en los que se basa Blood Meridian ocurrieron a mediados del siglo XIX; se trata del período histórico en el que a lo largo de todo el continente americano se definieron los estados-nación modernos, inmersos en la permanente dicotomía o antinomia: civilización y barbarie.
Tras la independencia de España y la guerra con los Estados Unidos, el norte de México, lejos de la mirada centralista de la capital, se sumió cada vez más en el caos, fruto de la desidia y la corrupción. Los fondos destinados al mantenimiento y funcionamiento de las guarniciones militares dedicadas a la guarda y defensa de los poblados norteños fueron desviados –una historia de larga data– para otros fines, cuando no para el enriquecimiento ilícito de las autoridades. Entonces, los apaches, habitantes naturales de esa vasta área geográfica de difusas fronteras y que fueran históricamente desplazados y resistidos, encontraron la oportunidad de incursionar en los poblados, dedicarse al pillaje y el abigeato, además de secuestrar y asesinar a los habitantes de la región, a quienes solían cortar el cuero cabelludo como trofeo de guerra.

En ese contexto se ubica la novela de McCarthy, en la que mediante un relato crudo ficcionaliza la violencia, impunidad y codicia de un grupo de marginales, prófugos, exconvictos y buscavidas conocidos como la pandilla Glanton, que como centauros apocalípticos recorren la difusa y cambiante frontera de Estados Unidos y México a la caza de los indios apaches liderados por el cacique Gómez.
El miembro más joven de la pandilla es el protagonista de Blood Meridian, tan solo referido como The boy (El chico), un adolescente que huye de su hogar en Tennessee, en busca de una nueva vida. Su inclinación a la violencia, de la que se vale para sobrevivir, lo lleva a ocupar su lugar entre los hombres comandados por John Joel Glanton, a quien secunda el abominable Juez Holden, para ser testigo y parte de la estela de sangre que dejan a su paso. Por cada cuero cabelludo de apache, los hombres de Glanton recibían una recompensa. Así el afán de riqueza de los mercenarios condujo a la masacre no solo de apaches, sino también de tribus indígenas pacíficas, como los tiguales, y de los propios habitantes mexicanos de pueblos perdidos en la desolada región, que creían dar la bienvenida a sus salvadores para darse cuenta demasiado tarde de la naturaleza apocalíptica del grupo.
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¿Demasiado violenta para ser realidad?

La retorcida imaginería de la novela atrajo al director Ridley Scott, uno de los primeros interesados en adaptar Blood Meridian, impactado por postales que según él parecen salidas de una pintura de Hieronymus Bosch, como la narración de la primera aparición de la pandilla Glanton:
“ [...] y un día vieron una jauría de humanos de aspecto depravado recorrer las calles montando ponis indios sin herrar, medio borrachos, barbados, bárbaros, vistiendo pieles de animales cosidas con tendones y provistos de toda clase de armas, revólveres de enorme peso y cuchillos de caza grandes como espadones y rifles cortos de dos cañones con almas en las que cabía el dedo gordo y los arreos de sus caballos hechos de piel humana y las bridas tejidas con pelo humano y decoradas con dientes humanos y los jinetes luciendo escapularios o collares de orejas humanas secas y renegridas y los caballos con los ojos desorbitados y enseñando los dientes como perros feroces y en aquella tropa había también unos cuantos salvajes semidesnudos que se tambaleaban en sus sillas, peligrosos, inmundos, brutales, en conjunto como una delegación de alguna tierra pagana donde ellos y otros como ellos se alimentaban de carne humana” [Meridiano de Sangre, Random House Mondadori, 2010].
Scott trabajó en el guión con Bill Monahan, conocido por su labor en The Departed. Pero según el director, el resultado suponía hacer prácticamente una película de horror demasiado violenta como para que los estudios aceptaran el proyecto, que finalmente fue dejado de lado por Scott.
Vale la pena preguntarse entonces si la violencia de la obra es la razón por la que aún no vimos una versión fílmica de Blood Meridian. Esto parece solo un pretexto a la luz de ejemplos recientes dentro del western como The Hateful Eight, de violencia gráfica y gratuita, o de intentos renovadores e híbridos del género como Bone Tomahawk, menos pretenciosa en el deseo de provocar que la anterior, pero con momentos de auténtico gore. Y aun marginalmente podemos contraargumentar señalando que en los últimos tiempos obtener una clasificación Rated-R parece ser un mérito y garantía de calidad, al menos para cierto sector del público y la crítica.

De todas maneras, es conveniente aclarar que la violencia de la que hablamos va más allá de la narración descarnada de las escenas que leemos en sus páginas, de cuan gráficas sean las imágenes que nos figuramos en la lectura: estas son solo una manifestación de la naturaleza esencialmente violenta de los personajes de la historia. Parafraseando a Harold Bloom, Blood Meridian trasciende la mera violencia para transformarla en una forma elevada de arte. Por ello no resulta extraño que haya consenso en cuanto al grado de dificultad de su adaptación al cine: es demasiado difícil hacerle justicia a la novela original.
Aunque tampoco debemos dejar de lado que el polémico productor Scott Rudin tiene los derechos cinematográficos de Blood Meridian, convirtiéndose en un escollo más para otros directores interesados en adaptar la novela.
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Los intentos de llevar Blood Meridian a la pantalla grande

Tras el intento fallido de Ridley Scott algunos directores estuvieron involucrados o manifestaron su interés en la adaptación. El primero de ellos fue Todd Field, director de In the Bedroom, Little Children y The Creed of Violence (interpretada por Christian Bale), quien en 2008 contaba con el visto bueno de Scott Rudin. Por aquel entonces, según Los Angeles Times, Field tenía una opinión atendible sobre la esencia de la obra de McCarthy: “Su trabajo examina nuestro núcleo, las dos caras de la violencia que coexisten en cada acto salvaje: la determinación brutal junto a la debilidad desesperada y temerosa”.
Sin embargo, el proyecto de Field, por razones que desconocemos, se diluyó con el correr del tiempo.

Puede resultar sorprendente que Michael Haneke también figure en este grupo. El director admitió hace algunos años su deseo de realizar un western, considerando a Blood Meridian como una posibilidad. Sin embargo, a pesar de que creía que novela era magnífica, no estaba realmente interesado en hacer una adaptación porque la obra original le resultaba demasiado sangrienta, con combates que se suceden sin tregua.
El siguiente en la lista es Andrew Dominick, director de uno de los grandes westerns de este siglo, The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, de un tono radicalmente distinto al que esperaríamos de Blood Meridian en el cine, pero sin dudas un antecedente que jugaría en su favor.
Sin embargo, nunca supimos de un proyecto serio para llevar a cabo la adaptación; en cambio, Dominick ha estado más ocupado en otra novela de McCarthy, Cities of the Plain, durante los últimos años, cuyo protagonista no sería otro que James Franco, de quien estamos obligados a hablar en mayor profundidad.
Debemos creerle a James Franco cuando dice que Cormac McCarthy le cambió la vida. Durante mucho tiempo ha dado señales de ese interés, que va más allá de las impresiones generadas por la lectura, que por cierto coinciden con las vertidas por Harold Bloom, a través de quien conoció Blood Meridian mientras estudiaba literatura en UCLA.

Desde ese entonces, hay varias muestras de la curiosidad que despertó en Franco, quien no solo es un conocedor de la obra, sino también de la larga lista de fallidas intenciones de adaptación de la novela, que alimentan además su análisis acerca de lo que requeriría el proyecto.
De hecho, Franco lo ha intentado, pero siempre pareció encontrar el mismo escollo en el camino: el productor Scott Rudin.

Conocido y referido por muchos como “The Hollywood’s biggest a-hole”, este exitoso y polémico productor (uno de los mayores protagonistas de los mails hackeados de Sony) cuenta con una larga lista de películas exitosas y una no menos extensa biblioteca de obras literarias cuyos derechos de adaptación ha comprado, entre ellas, Blood Meridian.
Si bien Rudin en un principio se mostró reacio a la propuesta de Franco, finalmente la idea de adaptar Blood Meridian parecía volverse realidad, pero ciertas desavenencias de último momento entre ambas partes, con una reacción típicamente violenta del productor, devolvieron el proyecto a un cajón. En ese entonces, aunque Franco se quedó con las ganas de filmar Blood Meridian, se dio el gusto de adaptar la truculenta novela Child of God de McCarthy.
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De todas maneras, Franco compartió la filmación de prueba de 25 minutos realizada junto a actores como Mark Pellegrino ( Lost) y Scott Glenn (Stick en Daredevil), filmada en Yosemite, California. A ese video debemos sumarle una reseña escrita por el propio Franco sobre la adaptación ficticia de Blood Meridian, con Marlon Brando, Johnny Depp y Leo DiCaprio como protagonistas y dirigida por Stanley Kubrik justo antes de su muerte, mientras rodaba Eyes Wide Shut. La reseña cierra de esta manera:
“La película no fue estrenada en aquel momento debido a unos problemas tontos con los derechos que involucraban al megaproductor Scott Rudin, pero ahora el film puede ser disfrutado por los fans de McCarthy, Brando, Kubrick y los fans de Depp de la etapa anterior de Piratas del Caribe”.
Además de divertida, lo curioso de esa falsa reseña es que adelantaba algo en cierto modo similar a lo ocurrido hace apenas unos días en Cannes. Sorprendentemente, todos nos enteramos de que Franco y Rudin se habían puesto de acuerdo, y que finalmente veríamos una película de Blood Meridian. Aunque la sorpresa duró poco: la intención de los productores era conseguir financiación durante el Festival, pero se encontraron con unos “problemas tontos con los derechos”, y que volvieron a postergar el deseo de Franco.
Lo triste del asunto es que el casting de esta película era muy promisorio y ofrecía algunas opciones interesantes y debatidas en foros sobre los actores más apropiados para los principales papeles. Se informó que Tye Sheridan, reconocido ahora por su papel como Cíclope/Scott Summers en X-Men: Apocalypse, era parte del film, seguramente como The Kid. Asimismo, se mencionaba con fuerza el nombre de Russell Crowe como parte del elenco, suponemos que para el rol del taciturno, feroz y hombre de pocas palabras, John Glanton.
Pero lo más impactante, a nota personal, es la participación de Vincent D'Onofrio, seguramente para hacerse con el rol del Juez Holden. Este personaje singularmente atroz es uno de los mayores logros de la novela: un gigante de dos metros de altura y 150 kilos, completamente calvo y sin un solo vello en su cuerpo, capaz de hablar varios idiomas, experto en mineralogía y afecto a las divagaciones sobre la naturaleza del ser humano, pero esencialmente un perverso asesino a sangre fría de indios, niños y animales.
Franco conocía lo desafiante de adaptar este personaje, del que dijo: “es básicamente Satanás, pero no puede ser interpretado como Satanás”. Y la elección de D’Onofrio por lo menos parece muy acertada.

De todas maneras, vale preguntarse si esta cancelación es tan mala noticia. La filmación de prueba antes mencionada y la versión bastante fiel de Child of God (salvo por el final) no son suficientes para juzgar la capacidad de Franco para llevar a cabo este film. Es también cierto que ha tenido el intereś y la habilidad de pelear desde su trinchera con un arma nada despreciable: el conocimiento y la pasión por la obra de McCarthy. Pero en algún punto es válido preguntarse si Franco tiene lo necesario para hacerse cargo de los desafíos de la adaptación dentro de las convenciones del western como género. El crítico Jacob Shamshian se ha mostrado bastante reticente en el pasado respecto a la idoneidad de Franco, argumentando además la incapacidad del actor/director de hacer buenas adaptaciones literarias. Aunque esta opinión es debatible, lo que nos llama la atención es la opción ideal de Shamshian sobre la persona indicada para hacerle justicia a la novela: Tommy Lee Jones.

Esto no debería ser una sorpresa ya que el actor ha protagonizado un par de adaptaciones de obras McCarthy al cine, No Country for Old Men y The Sunset Limited. A eso debemos sumarle el hecho de que es amigo personal de McCarthy y su intereś en realizar una adaptación de Blood Meridian desde los años 90. De hecho, una de las referencias acerca de su trabajo en este sentido nos la da el propio James Franco, quien menciona la fidelidad del guion escrito por Tommy Lee Jones y su idea de que Jack Nicholson interpretara al Juez Holden. Pero la adaptación, una vez más, era demasiado violenta para ser verdad, y Franco cita a Jones refiriéndose al simple problema que supondría hacerle justicia a un pequeño pasaje en particular de la novela:
“Iba a hacerla exactamente como el libro, pero los estudios se asustan un poco cuando un sujeto negro le arranca la cabeza a un blanco y los chorros disparados de sangre extinguen una fogata. Yo no iba a eliminar eso”.

Aunque nos gusta mucho la opción de Tommy Lee Jones, hay una que resulta igualmente atractiva: John Hillcoat. El australiano está familiarizado con el trabajo de McCarthy. Incluso, como mencionamos antes, es el director de The Road, película basada en la novela homónima, ganadora del prestigioso premio Pulitzer y muy publicitada por Oprah Winfrey. Pero no fue su primer intento de adaptar a McCarthy. HIllcoat también quiso su versión de Blood Meridian, pero no pudo obtener los derechos.
A comienzos de 2016, Hillcoat se refirió a la posibilidad de retomar el proyecto. De hecho, Cormac McCarthy habló de la idea con Hillcoat, y cómo resolver la adaptación. Pero una vez más Rudin es el obstáculo para ello:
“Lo hemos discutido entre ambos y creemos que resolvimos cómo adaptar la novela al cine, así que si alguien sabe como mover a Scott Rudin... Incluso tenemos el dinero para financiarla, pero, claramente, Rudin tiene otras ideas”.
Y si The Road no es mérito suficiente, quizá debamos hablar de la película de Hillcoat que no solo se inspira en Blood Meridian sino que rinde homenaje en más de un sentido. Hace más de 10 años al fracasar en su intento de adaptarla, Hillcoat filmó The Proposition, un western que aborda la problemática del destino manifiesto estadounidense pero trasladada a Australia.
Una de las virtudes de esa película, quizá de los mejores westerns de comienzos de siglo, fue lograr que el paisaje sea un protagonista más, de la misma manera que Hillcoat lo hizo con The Road, y que esperaríamos de una adaptación de Blood Meridian. Pero eso no es todo; principalmente, The Proposition es una historia de personajes fugitivos que atraviesan la conflictiva y confusa frontera entre civilización y barbarie, que deben optar entre lo moralmente correcto y llevar la violencia a su máxima expresión. El concepto del film es además coherente con la opinión de Hillcoat sobre la obra de McCarthy: los personajes viven situaciones extremas, son puestos a prueba, y el lector/espectador puede ver lo mejor y lo peor de los seres humanos. Y es precisamente una película muy violenta e impactante, pero fundamentalmente bella. ¿Es esto lo que cabe esperar de una adaptación de Blood Meridian? Parece que McCarthy siempre lo tuvo claro:
“Periodista: La gente ha dicho que es imposible filmar Blood Meridian por la auténtica oscuridad y violencia de la historia Cormac McCarthy: Eso es pura mierda. El hecho de que sea una historia sangrienta y desoladora no tiene nada que ver con que puedas llevarla o no a la pantalla. Ese no es el problema. El problema es que sería demasiado difícil de hacer y requeriría de alguien con abundante imaginación y muchas pelotas. Pero la recompensa podría ser extraordinaria”.
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Nota: Debo señalar la existencia de un artículo/ensayo con el que este artículo comparte varios puntos en común, y que seguramente encontrarán interesante: Blood Meridian: What Makes a Book “Unfilmable?
