BlacKkKlansman: el elaborado alegato antirracista y anti-Donald Trump de Spike Lee

La mayoría de las películas más notorias que abordan cuestiones del racismo en los Estados Unidos, muchas de ellas premiadas y muy elogiadas recientemente, padecen de una cierta incapacidad para hacer alguna clase de comentario real y significativo sobre el problema racial en la actualidad.

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Ya sea por su ambientación en épocas históricas, hoy superadas y consideradas una barbarie —la esclavitud en 12 años de esclavitud, la segregación en Green Book, Mudbound y Talentos ocultos, los tiempos de lucha por los derechos civiles en Selma y The Help—, o por su premisa fantástica — Black Panther, Get Out—, son películas que guardan una distancia segura de las coordenadas en las que se da el problema hoy, las que permanecen imprecisas y deben ser extrapoladas a partir de un asumido devenir histórico o, en el caso de las más fantásticas, de analogías y metáforas.

Claro que tienen un mensaje antirracista evidente, pero son historias redentoras, con final feliz, que en última instancia resultan satisfactorias porque, en ellas, los conflictos se resuelven, los personajes aprenden las lecciones y los héroes se alzan triunfantes, después de las duras peripecias que han debido atravesar.

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Se puede asumir que Haz lo correcto ( Do the Right Thing), la película de Spike Lee de 1989, es una antecesora de todos estos films mencionados.

Una antecesora mucho mejor, que abraza la complejidad y las contradicciones del problema racial, que niega un final feliz y resulta desoladora, entregando una amarga resolución en la que ninguno de los personajes parece haber aprendido demasiado y sí perdido mucho.

Al final de Haz lo correcto, antes de los créditos, Spike Lee incluye dos citas: una de Martin Luther King que asegura que la violencia como medio para alcanzar la justicia racial no solamente es inmoral sino también contraproducente; y otra de Malcolm X que relativiza esa posición y dice que ante la opresión de los poderosos no se hay que renunciar necesariamente a la violencia, a la que «ni siquiera la llamaría violencia: es defensa propia».

Esta contradicción interna en la lucha de los negros, esa dualidad (retomada en Black Panther y representada por héroe y villano respectivamente), se mantiene intacta y se actualiza en BlacKkKlansman, otra de las grandes películas militantes de Spike Lee.

Contradicciones y duplicidades

BlacKkKlansman juega con esa idea de cosa del pasado, de distanciarse de las circunstancias actuales, aunque eso irá cambiando gradualmente en el transcurso de la película.

Comienza con un clip introductorio en el que un narrador interpretado por Alec Baldwin graba un video con propaganda racista, utilizando un lenguaje directo y brutal, hablando de los negros como «raza inferior», «monos mentirosos y sucios», «violadores», «asesinos», «bestias negras agitadoras» que van a hacer de América «una nación de mestizos» y acabar con «el dominio de la raza blanca ordenado por Dios e inspirado en la Biblia».

Es un discurso tan exagerado y violento que suena anacrónico y ridículo. El narrador se olvida de sus líneas y alguien fuera de cámaras se las recuerda, subrayando este tono casi de comedia, a pesar de lo terrible que está diciendo.

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Hay entonces un distanciamiento: nos preparamos para ver una historia que ocurre en el pasado, en un pasado en el que alguien expresa estas ideas abiertamente, con elementos casi absurdos, con algo de sátira, y basada en hechos reales que ya de por sí son bastante insólitos y si no hubieran ocurrido de verdad serían inverosímiles.

Conocemos a Ron Stallworth ( John David Washington), el primer policía negro de Colorado Springs.

Un hombre serio, comprometido y ambicioso, que sabe que para moverse en ese ámbito deberá tolerar ciertas humillaciones, aunque también está dispuesto a combatir desde adentro pequeños racismos casuales y naturalizados.

Su ambición y su raza lo llevan a recibir rápidamente la misión de infiltrarse en un acto que ha organizado la unión de estudiantes negros, y en la que hablará el líder de la lucha por los derechos civiles y miembro de las Panteras Negras («la mayor amenaza a la seguridad interna» según el jefe de Stallworth), Kwame Touré.

Algo se agita en el interior de Ron Stallworth en esa manifestación (y está sugerido en la secuencia del discurso del líder) porque, poco después, tras ver casualmente un número de contacto con el Ku Klux Klan en el periódico, llama sin pensarlo, y hasta revela su verdadero nombre.

Cuando le devuelven la llamada, se hace pasar por un hombre blanco y asegura que odia «a los negros de mierda, a los sudacas y a los malditos irlandeses, a los bastardos latinos y a los amarillos, pero más que nada a esas ratas negras y en verdad a cualquier otro que no tenga pura sangre blanca aria en sus venas».

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Cuando Touré se va de la ciudad, esta acción impulsiva termina resultando mucho más prometedora y se convierte en su principal misión.

La película adquiere dos subtramas: por un lado la relación del verdadero Ron Stallworth con la comunidad de estudiantes negros y en particular con Patrice ( Laura Harrier), la presidenta de la unión; y por otro la infiltración doble en el KKK, con el verdadero Ron comunicándose por teléfono y un compañero blanco, Flip Zimmerman ( Adam Driver) haciéndose pasar por él en las reuniones cara a cara.

En la primera, el conflicto gira en torno a la doble condición presuntamente contradictoria de Ron Stallworth, como negro y policía («cerdos» los llama Patrice, el la corrige: «policías»). Es el costado de la película más serio y poderoso, más enérgico y emocionante: incluye una escena de baile con un alegría y una energía que parecen tomadas de ese clásico programa de televisión de los 70 Soul Train; incluye un hermoso y convincente discurso de Kwamé Touré sobre la belleza negra, y una brutal historia contada por un anciano activista ( Harry Belafonte) convocado por la unión de estudiantes.

En la segunda, el conflicto está en las típicas dificultades de estar infiltrado y el peligro de ser descubierto, con el agregado de que Flip Zimmerman es judío (un cambio importante de la película respecto a la historia real, para sumar dramatismo y un conflicto personal al personaje de Adam Driver, que está muy bien).

Pero aunque esta parte de la historia tiene sus tensiones y peligros, también es la más tendiente a la sátira y la ridiculización. Los miembros del Ku Klux Klan lucen alternativamente como peligrosos y dementes o como un conjunto de hombres patéticos y grotescos, temerosos, inseguros, engañados.

La aparición de David Duke ( Topher Grace) será determinante. Es el nexo entre aquel temprano clip anacrónico de Alec Baldwin y el sorprendente cierre de la película, un clip que cierra el círculo e incluye imágenes reales de las noticias recientes, impactantes imágenes de violencia racista y marchas neonazis en los Estados Unidos de hoy.

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La película retrata a David Duke explícitamente como alguien que viene a cambiar «el lenguaje» del Klan, implementando eufemismos y otros cambios en las formas, para dejar atrás precisamente aquel discurso inicial. El hombre que habla de estar en contra del racismo, pero el racismo antiblanco que crece en los Estados Unidos, tergiversando todo el concepto.

«Siempre lleva un traje de tres piezas, nunca se lo ve en público con la túnica, se hace llamar “Director Nacional"» lo describe el sargento superior de Ron Stallworth. Dice el sargento que Duke se quiere involucrar en la política porque «es otra forma de vender el odio» y presentar sus ideas racistas en términos de problemáticas nacionales como inmigración, discriminación positiva, criminalidad, reformas fiscales, «hasta que alguien con esas ideas llegue a la Casa Blanca».

Ron Stallworth se muestra escéptico de que el pueblo estadounidense pueda votar a «alguien como David Duke» a presidente de los Estados Unidos y el sargento le dice que «para ser un hombre negro eso es bastante ingenuo».

Por si la referencia a Donald Trump no fuera lo suficientemente clara, David Duke habla en determinado momento de que Estados Unidos «vuelva a alcanzar su grandeza», y en otra escena el Klan utiliza el eslogan nacionalista «Estados Unidos primero», que ha sido resucitado por Trump.

En la película, estas referencias se enmarcan dentro de un plan un poco burlón y sarcástico, pero Spike Lee nos recuerda que no hay chiste en el clip del final. Entre otras cosas, aparece el verdadero David Duke citando a Donald Trump, y Donald Trump con su infame discurso de que «hay gente violenta en ambos bandos».

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BlacKkKlansmann es casi una respuesta directa, una negación de esa afirmación.

Calificación de BlacKkKlansman: 8/10.

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