Amada y odiada: Roma se merecía el Oscar a mejor película

Roma de Alfonso Cuarón es de esas películas que dejan sensaciones extremas: están quienes se enamoraron completamente de la bellísima fotografía y también están los que tuvieron que dejar de verla a los diez minutos porque el sueño era inminente.

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En la ceremonia de los Premios Oscar 2019, Roma recibió tres premios: mejor fotografía, mejor película extranjera y mejor director. Roma es un poema visual y no hay dudas en qué extremo estoy: en el que reconoce que el atractivo visual es su mayor fortaleza. Se merecía haber ganado por mejor película, un reconocimiento que tuvo la predecible Green Book.

Un poema visual

El recuerdo de las vivencias de Cuarón a principios de la década del 70 y el enorme cariño que le tiene a la mujer que lo crió, Libo, fueron el punto de partida para crear una historia sencilla que nada tiene de insulsa.

Quienes dicen que hay falta de trama en la historia porque el personaje de Cleo ( Yalitza Aparicio) no tiene obstáculos ni retos, quizás no se animaron a ver que el obstáculo más grande lo lleva en su interior y que no necesita rebelarse contra sus empleadoras para superarse.

La fortaleza está en todos los aspectos emocionales que son a su vez potenciados por la fotografía. Roma es el recuerdo de una infancia desde una perspectiva nostálgica, colmada de agradecimiento. Quienes las vieron con esos ojos, probablemente la hayan visto desde las emociones más profundas que evoca Cleo: desde la ternura con el cuidado de esos niños hasta el dolor del rechazo y la pérdida de un hijo.

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Odiada o amada, Roma ya hizo historia

Darle a Roma tres premios fue una manera que encontró la Academia para modernizarse y sobrevivir. Y para ello solo tuvo que prestar atención a lo que el mundo pide: derribar muros en vez de crearlos.

Las diez nominaciones de Roma significaban el diálogo con un país vecino, significaban aceptación y unión en vez de separación. Algo que sin dudas hace más popular al espectáculo de los Oscar.

Pero darle a Roma el premio a mejor película era un acto radical que prefirieron no realizar. Si hubiese ganado, hubiese sido la primera película de habla extranjera en lograrlo. Una decisión que deja una inevitable pregunta en la vuelta: ¿si el idioma original fuera el inglés, se hubiese llevado el premio?

La película de Cuarón te hace entrar en el hogar de esa familia de clase media-alta a principios de los 70. Provoca identificación inmediata, ya sea con los niños que se criaron con el amor de las domésticas o con la experiencia de Cleo de sentirse limitada por las jerarquías (reales o imaginarias). O simplemente con las ansias del reconocimiento de derechos.

Al final de la película, cuando Cleo salva a la niña en la playa y logra, al fin, exteriorizar su angustia y dolor, pude sentir ese alivio junto a ella. Y con ese sabor me dejó Roma: aquel que se siente después de llorar todo lo reprimido.

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