7 pruebas de la evolución que puedes encontrar en tu propio cuerpo

El ser humano vive en un proceso constante de evolución que no se detiene. Nuestros antepasados lucían diferentes a nosotros. Sin embargo, si bien el hombre fue cambiando, quedaron en su cuerpo rastros evolutivos que siguen presentes y puedes encontrar en tu propio organismo.
1. Tendón en la cara interior de la muñeca
¿Cuando juntas tus dedos meñique y pulgar, se levanta un pequeño tendón en la parte trasera de tu brazo justo sobre la muñeca? Si la respuesta es afirmativa, estás entre el 15% de las personas que tienen el palmaris longus.
Se trata de un músculo en forma de tendón que nuestros antepasados utilizaban, pero que no tiene ninguna relevancia para los humanos de hoy. Tenerlo no agrega ninguna función extra al brazo ni tampoco te hace más fuerte.
2. Capacidad de mover las orejas

El mover las orejas es una habilidad digna de mostrar en fiestas o reuniones sociales, ya que solo es posible para quienes tienen un control separado de los músculos externos en la zona, que le permiten hacerlo y son un vestigio evolutivo.
Nuestros antepasados usaban esos músculos para poder cambiar la posición de las orejas y así concentrarse en captar ciertos sonidos. Hoy son mucho menos fuertes y su única función es para presumir sobre un truco que puedes realizar con tu cuerpo.
3. Muelas del juicio
Las muelas del juicio, dientes que aparecen al final de nuestros molares cuando llegamos a la adultez, solo sirven para desalinear la dentadura y tener que someterte a una mini intervención quirúrgica para extraerlas.
Estas piezas dentales hoy solo molestan, pero a nuestros antepasados les servían para masticar más fácil y rápido las plantas pudiendo así absorber los nutrientes que necesitaban en menos tiempo.
4. Tubérculo de Darwin
Tan solo su apellido nos habla de evolución. El tubérculo de Darwin es una engrosamiento del cartílago del borde de la oreja, el cual en nuestros antepasados se desplegaba creando una forma puntiaguda en la zona, tal como ocurre con muchos animales.
Conocido también como tubérculo auricular, es bastante común y se forma durante las primeras semanas de gestación. Se trata de una modificación evolutiva para adaptar las orejas a su forma actual.
5. Coxis
El coxis es la parte final de la columna vertebral y la señal de lo que alguna vez fue la cola de los antepasados de los humanos. Hoy es solo un vestigio con una utilidad diferente.
El coxis, que duele horriblemente si te golpeas o lesionas la zona, hoy sujeta algunos músculos para posibilitar que nos sentemos, pero ya no cumple con la función para la que fue creado: ser la cola de los humanos.
6. Órgano de Jacobson
El órgano de Jacobson tenía una función evolutiva importante: oler feromonas para buscar potenciales parejas, además de permitir sentir el aroma de posibles depredadores y otros peligros.
Si bien este órgano está en la nariz, se encuentra apartado de sus estructuras olfativas principales. Hay quienes creen que las personas ya no son capaces de oler usando el órgano Jacobson, mientras otros postulan que aún hay gente en la cual sigue funcionando.
7. Piel de gallina
¿Hace frío, te asustaste o sientes una emoción fuerte? Se dice que tenemos la piel de gallina cuando nos aparecen granos minúsculos en la piel y los vellos se erizan, lo que ocurre en ciertas circunstancias.
Esta reacción les servía a nuestros antepasados para ponerse en guardia ante el peligro. Además, los pelos erizados, considerando que hace millones de años estábamos cubiertos de un pelaje más grueso, hacían que la persona se viera más grande con la idea de intimidar al enemigo.
Estos 7 vestigios en el cuerpo que nos dejó la evolución muestran cómo el cuerpo humano se va adaptando según las necesidades de los tiempos en que vive.
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