Las ‘aguas frescas’ son —al menos en las mesas de América Latina— un acompañante indispensable de los almuerzos. No son zumos ni batidos, sino el resultado de mezclar el jugo, la pulpa o la infusión de una fruta o flor, con agua previamente endulzada. Sus ventajas: son fáciles de preparar y no involucran ningún tipo de conservador.