La pandemia ha afectado la salud mental de los más vulnerables

La depresión y ansiedad asociadas con la pandemia hacen que las ya marcadas disparidades de salud mental entre los sexos se disparen. El sistema de atención médica no está preparado para atender el incremento en necesidad.

Originally published by The 19th.

En general, la recesión ha afectado más a las mujeres que a los hombres.
En general, la recesión ha afectado más a las mujeres que a los hombres.
Imagen Biserka Stojanovic/Getty Images/iStockphoto

Kam-Mira Joy Edwards no logra dormir desde hace semanas. No menstrúa desde marzo, quizá febrero. Tiene dolores de cabeza que parecen interminables.

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Edwards, de 32 años, estudiante de postrado en sicoterapia clínica, está muy consciente de sus problemas. Desde que el COVID-19 surgió en Estados Unidos, tiene síntomas de depresión y ansiedad.

“Me siento mejor y luego recaigo, pero cada vez que recaigo, es peor, especialmente con todo lo que está pasando”, afirmó.

Edwards está divorciándose, y su hermana murió en abril. Cualquiera de los acontecimientos ya conlleva un fuerte impacto sicológico de por sí, pero la pandemia ha hecho que este sea casi inaguantable: cría a dos hijos sola y ayuda a cuidar a su padre a la vez que trata de encontrar la mejor estrategia para la educación de sus hijos. El dinero apenas le alcanza, y no encuentra empleo a tiempo completo.

Encima, el aislamiento motivado por el distanciamiento social impide que recurra a sus amigos, su usual red de apoyo. Ha tratado de hacer cita con un siquiatra, pero no encuentra ninguno disponible.

“Nunca he pasado por algo así”, aseguró. “Me sorprende que no se me haya caído todo el cabello”.

La desoladora propagación del COVID-19 ha puesto en evidencia no solo las vulnerabilidades físicas, sino también el estado de la salud mental de la nación. Ya existía una prevalencia de depresión y ansiedad en mujeres y, los datos iniciales que hay indican claramente que cada vez más, la pandemia ha hecho que la disparidad empeore. Según los expertos, gran parte del incremento se origina en las consecuencias culturales y económicas de la pandemia: la carga del cuidado infantil, pérdida de ingresos y el esfuerzo dedicado a la educación de los hijos. Todos ellos afectan desproporcionadamente a las mujeres. Los investigadores notan además que, aparentemente, a las personas transgénero o no binarias —quienes de por sí tienen un riesgo mayor de depresión y ansiedad— también las está afectando más el estrés sicológico.

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El incremento amenaza con crear una nueva prueba de estrés para el sistema ya fragmentado de cuidado de la salud mental en el país, y sus ramificaciones podrían durar años.

“La pandemia aumenta la actual disparidad”, dijo la Dra. Cindy Liu, profesora adjunta de la Facultad de Medicina de Harvard. “Va a tener consecuencias a largo plazo”.

Los científicos de salud conductual aún no saben por qué las mujeres son más susceptibles a la depresión y ansiedad. Pero un factor importante es que las mujeres generalmente tienen empleo de menor paga y con frecuencia asumen el rol de cuidadoras. Un conjunto contundente de estudios muestra que existe un vínculo entre un salario bajo y trastornos mentales.

“Cuando no tienes suficiente dinero, cuando cuidas de alguien, ese es un factor de riesgo”, dijo la Dra. Karen Martínez González, profesora adjunta de siquiatría de la Universidad de Puerto Rico. “Por lo que sabemos sobre las mujeres, el empleo y lo que les pagan, probablemente serán las más afectadas por esta pandemia”.

Desde fines de abril, un índice más alto de mujeres que hombres han reportado síntomas de ansiedad o depresión, según datos recopilados por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC por su sigla en inglés) del gobierno federal. Hasta el 14 de julio, 44 por ciento de las mujeres reportaban síntomas de por lo menos una de esas afecciones, en comparación con 36 por ciento de los hombres. Aproximadamente 30 por ciento de las mujeres indicaron que tienen síntomas de depresión solamente, en comparación con 26 por ciento de los hombres; respecto a solo ansiedad, hay una diferencia de 39.4 por ciento contra 31.5 por ciento.

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Desde mayo, encuestas de la Kaiser Family Foundation, entidad sin fines de lucro que investiga la atención médica, han mostrado sistemáticamente que las mujeres son más propensas que los hombres a decir que la pandemia ha tenido un efecto negativo en su bienestar sicológico. Según los datos más recientes, de julio, 57 por ciento de las mujeres dijeron que COVID-19 había afectado su salud mental, en comparación con 50 por ciento de los hombres. Además, las mujeres tienden a reportar más que los hombres que el deterioro de su salud sicológica tiene efectos físicos adversos.

El problema empeora según la raza. Desde fines de abril, las mujeres latinas o de raza negra, en general, han reportado una mayor incidencia de síntomas de depresión o ansiedad que las mujeres blancas, pero la brecha ha variado en el trascurso de la pandemia, según datos proporcionados por CDC a The 19th. A fines de junio, 47.9 por ciento de las latinas y 45.8 por ciento de las mujeres de raza negra reportaron síntomas de por lo menos un trastorno, en comparación con 38.7 por ciento de las mujeres de raza blanca. (En general, la diferencia entre mujeres negras y latinas no ha sido significativa en términos estadísticos).

Ningún conjunto de datos corresponde específicamente a personas no binarias o transgénero. Pero según estudios de observación publicados en el Journal of General Internal Medicine, también este grupo demográfico ha tenido mayor depresión y ansiedad desde el inicio del COVID-19, un cambio en el que los investigadores consideran que influyen factores como la crisis económica, el temor al virus y el aislamiento social. En marzo y abril, Trans Lifeline, una línea telefónica en la que personas transgénero brindan apoyo de salud mental a otras, tuvo un aumento de 78 por ciento en las llamadas de crisis, dijo Bri Barnett, vocera de la organización.

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La inseguridad laboral es un factor de riesgo para la ansiedad y depresión. En general, la recesión ha afectado más a las mujeres que a los hombres, y a las latinas más que a todos los demás grupos, con 21 por ciento de pérdida de empleo, conforme a datos analizados por Pew Charitable Trusts. Entre las mujeres de raza negra, el índice es de 17 por ciento. Entre estas y las latinas también hay una tendencia mucho mayor a realizar trabajos considerados esenciales, lo que significa que tienen mayor riesgo de estar en contacto con el mundo, contagiarse con el virus y posiblemente infectar a otros, una carga sicológica adicional.

“Hablamos de dos grupos en que la brecha salarial es drásticamente diferente”, dijo Margarita Alegría, profesora del departamento de siquiatría de la Facultad Médica de Harvard y directora de la unidad de investigación sobre Disparidades de Massachusetts General Hospital. “Hablamos de pobreza, de una tasa más alta de desempleo y de menor apoyo”.

Conforme a datos recopilados por Human Rights Campaign, 19 por ciento de las personas transgénero han perdido el trabajo debido a la pandemia. Entre los trans que no son blancos, el desempleo subió marcadamente a 26 por ciento.

“No nos sorprende”, aseguró Annesa Flentje, profesora adjunta de la Universidad de California-San Francisco, y autora del informe de General Internal Medicine. “Se trata de un grupo que ya tenía menos y estaba en una situación de mayor desventaja, y luego sucede algo como esto”.

Las madres son de los grupos más afectados psicológicamente por la pandemia.
Las madres son de los grupos más afectados psicológicamente por la pandemia.
Imagen Yury Karamanenko/Getty Images


Datos iniciales recopilados por investigadores académicos de la Universidad de Utah también indican que las mamás tienen un riesgo mayor porque con frecuencia asumen la mayor parte de la responsabilidad de enseñar a sus hijos en casa. A los estudiosos de la salud de mujeres les preocupa que esta carga sicológica vuelva a surgir en el otoño, ya que los planes para reabrir las escuelas todavía no están claros. Un estudio publicado en junio por la Universidad del Sur de California descubrió que, en hogares de dos adultos de diferente género, las mujeres tenían una mayor tendencia, en general, a reportar dificultades sicológicas debido a la pandemia. Pero la carga era más marcada si tenían niños.

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“Existe un problema y se trata de un problema que está afectando a las mamás más que a otros”, dijo Gema Zamarro, la principal autora del estudio y profesora en la Universidad de Arkansas. A Zamarro la impulsó a investigar el tema su propia angustia, generada por los malabares de ser madre y trabajar a la vez durante la pandemia.

En general, los sujetos de los estudios son hogares con dos padres de género opuesto. Pero eso excluye a muchas familias.

Aproximadamente 39 por ciento de las mujeres que se identifican como LGBTQ crían hijos, según datos proporcionados por el Williams Institute, aunque no está claro en cuántos de esos hogares hay uno o dos padres de familia. En aquellos con más de un padre del mismo género, no está claro cómo se dividen el cuidado de los niños, dijo Kerith Conron, director de investigación del Williams Institute en la Universidad de California-Los Ángeles.

Pero los estudiosos destacan que, si bien los datos no lo captan, las madres solas se ven afectadas por los mismos factores de estrés debido al cuidado de niños. Aproximadamente 23 por ciento de los niños viven en hogares encabezados solamente por la madre en comparación con 4 por ciento a cargo del padre, según datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos.

Stephanie Guzmán Ferrán, que vive cerca de San Diego y tiene muchas fuentes potenciales de ansiedad, dijo que la mayor posiblemente haya sido enseñarles a sus hijos en casa. Guzmán Ferrán, de 38 años, cría sola a sus adolescentes. Gana $13 por hora en un supermercado local. No puede visitar a su mamá, padrastro o abuela porque su empleo la expone al virus. Ya tenía antecedentes de trastorno de estrés postraumático y ansiedad. Y la posibilidad de enviar a sus hijos a la escuela la pone nerviosa.

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“Realmente quiero que mi hijo esté en un campus, pero eso pone en peligro a mis hijos también. Tienen asma crónica. Se pueden enfermar por cualquier cosa”, aseguró. Agregó, sin embargo, que “el estrés de tratar de educar a mis hijos es uno de los aspectos más difíciles”.

A las mujeres de raza negra en particular, la pandemia viral no es lo único que las afecta. La conmoción nacional respecto al racismo contra los negros ha tenido efectos sicológicos negativos. Los investigadores recién empiezan a entender el impacto del racismo en la salud mental, afirmó Brown, pero esto añade una capa más sobre los factores estresantes que impone el COVID-19 y sus consecuencias económicas.

Los datos ya lo reflejan: las cifras del CDC muestran un incremento considerable en el índice de depresión y ansiedad de las mujeres negras a partir del 26 de mayo, el día siguiente a la muerte de George Floyd. Ese incremento marcado no se vio entre mujeres blancas, asiáticas ni latinas.

“Nos encontramos en un punto crítico, especialmente con COVID, con el diálogo más intenso en las comunidades negras sobre el racismo”, dijo Andrea Brown, directora ejecutiva de la Black Mental Health Alliance en Baltimore. “Tener que hacer malabares con todas estas frágiles bolas de vidrio es muy difícil”.

En vista de la acumulación de todos estos factores estresantes, a los expertos médicos les preocupa que la infraestructura de salud mental del país no está preparada para atender la mayor necesidad. Los mismos obstáculos que afectan la salud mental desproporcionadamente —cuidado de niños, quehaceres domésticos adicionales, inseguridad económica y, en pocas palabras, la falta de tiempo— también dificultan destinar recursos al tratamiento de la salud mental o terapia. Y por más que alguien tenga seguro médico, este pocas veces cubre las consultas siquiátricas.

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Según datos del gobierno federal, a pesar de que las mujeres negras y latinas son particularmente vulnerables a los síntomas de la ansiedad y depresión, tienen menor probabilidad que las blancas de tener acceso a tratamiento. Hay un porcentaje desproporcionado de profesionales de salud mental blancos, por más que los investigadores dicen desde hace tiempo que una fuerza laboral más representativa podría ayudar a reducir la desconfianza en el sistema de salud que es más prevalente entre estadounidenses no blancos. Muchos de los mismos factores que limitan a las mujeres no blancas también restringen el acceso a atención de salud mental para minorías de género.

“Si no tienes cómo ir a trabajar o ir a las citas con el médico y recibir apoyo —por más que sea apoyo limitado en este momento— si no puedes hacerlo, va a ser más difícil”, afirmó Liu. “Va a complicar las cosas para quienes no tienen acceso. Lamentablemente van a quedarse sin ayuda”.

Las consecuencias son muchas. La depresión puede ser un factor de riesgo para enfermedades del corazón y diabetes, y la ansiedad está asociada a trastornos como enfermedades tiroideas, migrañas y problemas respiratorios.

Y en el casos de todas esas afecciones, su impacto es dispar. El índice de enfermedades coronarias fatales es más alto entre estadounidenses negros que blancos, y la diabetes es más común, en general, entre latinos y personas de raza negra que blancos. Sin tratamiento, el mayor impacto siquiátrico de la pandemia puede hacer que esas diferencias sean más pronunciadas.

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“Va a agravar la situación anterior”, señaló Liu. “Es trágico, es devastador, porque ya que varias crisis ocurren al mismo tiempo, se genera este efecto dominó”.

Para Ola Foy, de 36 años, esos factores ya son toda una constelación. Foy, contratista del ejército en Brooklyn, tiene antecedentes de depresión y ansiedad, y su salud mental se ha deteriorado como resultado de la pandemia. Hay días en que apenas puede levantarse. Trabaja en casa con sus tres hijos; ya que está separada de su esposo, es ella quien los cuida y enseña en casa mayormente.

La carga es abrumadora, afirmó, particularmente debido a las tareas escolares. No quiere poner a sus hijos en peligro, pero si no puede volver a mandarlos a la escuela, es posible que ella o su esposo tengan que recortar sus horas de trabajo o volver a vivir juntos.

“Hay mucha gente que sufre depresión y ansiedad, que ya es demasiado”, dijo “¿Y encima de esta pandemia? Olvídate”.

Foy indicó que nota que la carga sicológica afecta otros aspectos de su salud. Tras su diagnóstico siquiátrico inicial, aseguró, aumentó de peso y le diagnosticaron prediabetes, lo que considera está relacionado. Ahora con frecuencia tiene agotadores dolores de cabeza acompañados por visión nublada. Son tan fuertes que ha hecho una cita con un neurólogo para una resonancia magnética.

Ha tratado de encontrar un siquiatra, pero al comienzo de la pandemia, ninguno de los que llamó aceptaba nuevos pacientes. Incluso ahora, a pesar de tener un buen seguro médico, no puede encontrar a nadie en su red.

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“No quiero llegar al punto de tener que ser hospitalizada”, dijo. “Parece que no hay suficientes profesionales disponibles”.

La atención de salud mental es apenas parte de la ecuación. Ciertos estudiosos de disparidades señalaron los factores culturales y económicos que impulsan desproporcionadamente la brecha de salud mental entre los géneros, y que la política gubernamental podría solucionar: cuidado infantil, licencias laborales mejor remuneradas o más altos beneficios por desempleo, entre otros.

Según los estudiosos, ampliar las medidas de política sobre beneficios sociales quizá sea más fácil y rápido que resolver los déficits de cobertura y crear una infraestructura de atención de la salud mental más sólida y representativa.

“Si tienes que trabajar a toda hora, apenas puedes dormir debido a tu trabajo y, además, tienes que enseñarles a tus hijos en casa, tienes mayores responsabilidades, y estás limpiando la casa y haciendo básicamente todo y estás estresada. No existe un fácil tratamiento de salud para solucionar esto”, afirmó la Dra. Veerle Bergink, directora del programa de salud mental femenil en Mt. Sinai Hospital en Nueva York. “Si no tienes apoyo económico, tienes que trabajar muchísimas horas y al mismo tiempo tienes que encargarte de tu familia, ya sean tus padres o hijos… nadie puede resistir tanta carga”.