Dentro de la historias que rodean a los 12 signos del Zodiaco, unas de las más interesantes son cómo es que se crearon las constelaciones y qué mito ocurre detrás de ellas. En este mes de Leo, nos toca ver al rey de la selva o, en esta ocasión, del firmamento: el león.
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La constelación de Leo está en una óptima posición en el universo y es una de las más brillantes, rodeada por varias importantes constelaciones, como las colindantes de Virgo y Cáncer, pero también por otras conocidas como la Osa Mayor, la Hidra, Leo Minor y Coma Berenices (o cabellera de Berenice).
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Leo es una constelación que se divisa fácilmente en el cielo, se parece a un león agazapado mirando hacia el oriente, la cabeza y la melena del león se pueden ver gracias a una hoz de estrellas que tienen forma de una interrogante invertida.
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Las principales estrellas que forman esta constelación son Regulus o Cor Leonis, que significan pequeño rey o corazón de león. También está Denébola, que significa cola del león y Algieba, que significa frente, esta última representa un sistema binario formado por dos estrellas gigantes.
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Pero así como hablamos ya de la constelación de Cáncer, en donde Hércules formaba parte de la mitología del cangrejo, en esta ocasión también el héroe legendario es el protagonista de la historia, con otra de sus 12 misiones.
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De hecho entre los orígenes de la historia se remontan a la mitología babilónica, en la que el héroe Gilgamesh tuvo que pasar una serie de pruebas, entre ellas, luchar contra un grupo de leones. Pero la más famosa, para variar, es la griega, en donde Hércules peleó contra un temido león.
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Hércules, como recordarás, era hijo de Zeus, pero su esposa Hera lo detestaba, por ser fruto de las aventuras de su marido. Tras uno de los desplantes de la diosa y en un arranque de ira, Hércules mató a su mujer y sus hijos. Para tratar de redimirse, se le encargaron 12 míticas pruebas, conocidas como las Hercúleas.
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La primera de estas pruebas para tratar de aliviar su culpa tras su terrible acción, involucraba derrotar a un mítico león que habitaba en Nemea, tras ser abandonado ahí por la diosa de la Luna, Selene.
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El gran león de Nemea se había dado la gran vida en la región, básicamente desolando el área, matando no solamente al ganado y cualquier animal que se encontrase, sino también se alimentaba de los habitantes del pueblo, quienes vivían aterrorizados por la monstruosa criatura.
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Según la leyenda, Hércules llegó a Nemea y presenció que toda la región estaba básicamente despoblada por ser víctima del león. Se encontró un pastor de nombre Molorco, cuyo hijo había sido víctima del animal, y vio que estaba a punto de sacrificar un carnero en honor de Hera. Hércules lo impidió y pidió que le diera un mes para matar al león. Si volvía, se le sacrificaba a Zeus y si no, entonces a él por su misión fracasada.
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Hércules subió al monte y rápido encontró al león que venía con la boca llena de sangre, tras alimentarse. Decidió atacarlo de una vez, lanzándole flechas, pero pronto notó que la piel del animal era demasiado gruesa y resistente y que las flechas rebotaban como si se hubieran topado ante un muro de piedra.
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Hércules intentó entonces con su espada, pero se dobló como si fuera de papel. Enseguida, intentó lastimarlo con su mazo, pero no pasó nada. El león se retiró a su cueva, donde tenía su guarida en plena oscuridad. Al comprobar que el león era inmune a todas sus armas, Hércules decidió que lo mejor era pelear cuerpo a cuerpo.
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La labor por supuesto no fue nada fácil, ya que el león escapaba entre la oscuridad por otras aperturas de la cueva. Hércules bloqueó con redes las salidas y, en penumbras, comenzó a luchar contra el monstruo. Pudo cogerle el cuello bajo sus fuertes brazos y finalmente, logró estrangularlo.
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Como trofeo, Hércules quiso despellejar al animal para quedarse con su piel, pero también notó que era imposible de rasgar. Fue la diosa Atenea quien le aconsejó que usara las mismas garras del animal, y con eso, pudo quitarle hasta la cabeza.
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Es así como Hércules terminó usando la piel impenetrable del león como capa y su cabeza como yelmo, fungiendo como un escudo protector en el resto de sus misiones, con tal de recuperar su honor.
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Tras la legendaria batalla y por la petición de la diosa de la luna, Zeus decidió premiar al león y lo subió al firmamento, creando la constelación de Leo en el firmamento, desde donde podemos ver surcando majestuosamente el resto de las estrellas.