Cada nuevo día es una oportunidad de crecimiento y mejora personal, por lo que debemos enfocarnos en cómo ir madurando, siendo firmes y constantes en nuestros objetivos e ideales.
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La madurez es sinónimo de
sensatez, buen juicio, nobleza, humildad, prudencia, buen carácter... y ahora queremos hablarte un poco de cómo ir avanzando en tu crecimiento espiritual.
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Alcanzar la madurez espiritual está relacionada con la religión o creencias que tengas, así que la primera lección es que
no solamente está basada o influida por el catolicismo o cristianismo. Habla de acercarnos más a nuestro Dios, dependiendo del credo de cada individuo.
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Hay algunas condiciones que facilitan en gran manera nuestro crecimiento espiritual, como
nunca estar satisfecho o conforme en el estado en el que nos hallamos. Hay que tener esa "hambre" de ir aprendiendo cada día más, de irnos acercando más a nuestras metas, ayudados por nuestro Dios.
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La madurez espiritual
no se mide por el conocimiento teórico que tengamos por ejemplo de la Biblia para los católicos, sino por la relación con Dios que llevemos. Podemos ser maestros en las escrituras pero muy infantiles y pesados con nuestra forma de actuar y pensar.
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Un hombre o mujer con madurez espiritual es
capaz de resolver sus propios problemas y dificultades, y así descubrir la voluntad de su Dios por sí mismos.
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Asociarse con personas que crecen, gente con virtudes, que nos desafíen constantemente. Alejarse del chisme, de los que se hacen muchos problemas, alejarse de los negativos y viciosos.
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Y aunque puedes recibir y gozar del apoyo, ánimo y conocimientos de otras personas, pero no debes ser totalmente dependiente de ellos. Ellos no pueden vivir por ti; sólo tú debes tomar tus propios pasos en tu camino al aprendizaje y madurez, sea física, mental o en nuestro caso, la espiritual.
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La verdadera madurez no está ligada a la edad, sino a la capacidad de
aceptar las consecuencias de mis errores, sin tratar de echarle la culpa a otros por nuestros pesares o infortunios.
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Aunque haya gente que quiera hacerte daño, debes tener una predisposición mental que permite
afrontar con paciencia las ofensas que se reciben
sin irritación, resentimiento o ánimos de venganza. Como dicen por ahí, a tomar las cosas de quien vienen.
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Madurez no es sinónimo de perfección, se trata de
afrontar aun las peores circunstancias de la vida con sabiduría.
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La persona madura no es motivada primordialmente por satisfacer sus deseos físicos ni por tener bienes materiales, poder, prestigio o seguridad.
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Lo mundano no ayuda a nuestro crecimiento. Hay que
desechar toda envidia, orgullo, resentimiento, hipocrecías y detracciones que emanan malas energías y detienen nuestra buena comunión.
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Alguien con madurez espiritual tiene la habilidad de enseñar.
Tu familia es el centro de todo, hay que transmitirle todas las buenas enseñanzas que hemos recibido de nuestros padres a los pequeños.
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Hay que tener la coherencia y perseverancia necesarias en hacer aquellas cosas que sabemos que nos acercan a nuestro Dios. Son
disciplinas espirituales que pueden incluir la oración, la comunión con los hermanos, servicio al prójimo.
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Siempre debemos saber que en el camino del Señor, por muy piadosos o consagrados que seamos, hay que estar conscientes de que
no todas las cosas nos van a salir de la mejor manera, y eso está bien.
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Hay que
decirle no al conformismo. Conformarse es quedar estático, dejar de luchar, es cuando una persona no quiere seguir adelante, ni hace nada para cambiar su condición inmadura. Hay quienes creen que ya saben todo de la vida o de su Dios y eso es imposible.
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Aplicando toda la sabiduría del libro espiritual que sigas conforme tu religión, hay que
aprender a discernir entre el bien y el mal, lo cual en teoría es muy sencillo, pero muchas veces sabemos que hay tentaciones en nuestras vidas diarias difíciles de evitar. Pero tú tienes el control de hacer siempre el bien.
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Hay muchas herramientas para alcanzar madurez espiritual, conforme a cada religión o doctrina. El punto es saber cómo aprovecharlas al máximo para ir alimentando y desarrollando nuestra alma. ¡Libera tu ser!