Las mujeres millennials y los hijos: Era de cambios ante una sociedad estática

Antes de comenzar, creo que es importante aclarar que hablaré únicamente de las expectativas que cada mujer tiene para su vida y NO abordaré el tópico sobre si una mujer debe o no poner punto final al embarazo, pues esa es una reflexión personal que cada quien es libre de realizar en forma íntima.

Desde que tengo memoria siempre he sabido que no quiero ser madre. Sí, los niños me encantan y, de hecho, soy excelente cuidándolos. Pero ser madre no tiene nada que ver con tu afinidad a los pequeños.

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La sola sensación de saber que hay una vida que depende de ti al 100%, veinticuatro horas los siete días de la semana, eso es lo que no quiero en mi vida. Soy una mujer independiente y autosuficiente, jamás he sentido eso que dicen por ahí de la falta de mi “ otra mitad”, siempre me he sentido completa, siempre me he sentido feliz conmigo misma y jamás he sentido que un hijo -y menos aún un hombre - tenga que llegar a mi vida para ser plena.

Sin embargo, las personas no dedican siquiera un segundo en meditar esta situación antes de responderme “eso es lo que piensas ahora, pero ya vas a querer los tuyos”, como si supieran que nadie puede ser feliz de otra forma que no sea por las tradiciones de nuestra sociedad.

Aquellas mujeres que pasan los 30 años se sienten presionadas por el reloj biológico así como por su mismo entorno. Pareciera que si para esta edad la vida de una mujer no está encaminada en la senda que la sociedad se empecina en marcar, comienza a ser, ni más ni menos, que una fracasada, una resentida… una “solterona”.

Entrenamiento riguroso

Desde pequeñas se nos incita a seguir por el camino tradicional. ¿Para qué pensar en qué es lo que de verdad queremos si ellos pueden decidirlo por nosotras? ¿Para qué darnos la libertad de conocer el mundo desde otra perspectiva si podemos ser exactamente igual a los demás? ¿Para qué tener opciones? ¿Para qué hacer preguntas si es más simple que nos digan qué hacer?

Se espera de toda niña que estudie, que sea delicada, una dama ante el ojo público o, mejor aún, ¡una princesa! Porque ¿qué niña no quisiera ser una hermosa damisela en apuros esperando la llegada del príncipe azul? Aquel que logrará que todo sea mejor, que nos hará sentir completas y hará de nosotras mujeres dignas y, algún tiempo después, nos hará madres para así tener una vida exitosa y feliz, tan feliz como las películas de Disney.

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Se nos enseña que ese es el camino a una vida próspera, que es la forma de ser feliz y que, solas, no seremos más que solteronas amargadas y resentidas con el mundo y que, además, estaremos solas, sin ningún tipo de compañía.

Cuando era niña siempre quise un auto a control remoto (tengo varias cartas a Santa que lo confirman), sin embargo, lo más cercano que llegué a tener fue un auto para mis muñecas, rosado por supuesto. Desde la inocencia de un juguete para princesas, en contraposición a un juguete para campeones, se nos condiciona a pensar que es ese el rol que debemos cumplir para ser miembros funcionales de nuestra sociedad. El pequeño bebé de juguete que llora hasta que le damos el biberón, cambiamos los pañales, aupamos o cantamos una canción… ¿es esto lo que una niña debería hacer en su infancia? ¿Es de verdad necesario prepararnos desde tan temprano para ser las madres que ALGUNAS quieren ser? ¿No sería mejor tener opciones? Cierto, para qué pensar si tendremos un hombre que lo haga por nosotras…

Millennials y los hijos

Imagen Thinkstock

Hace ya un tiempo que los millennials creamos nuestro mundo donde la libertad de expresión es lo más importante, donde la paz es nuestro objetivo, donde las mentes abiertas son lo que esperamos al expresar nuestros pensamientos. Y por supuesto, sobre este tema , los millennials también tenemos opiniones algo distintas con respecto a las generaciones anteriores.

Los millennials saben que un hijo no es siempre algo factible desde el punto de vista económico. Un estudio realizado por alumnos de la Universidad Harvard demostró que debido a que préstamos estudiantiles son cada vez más y mayores, cuando fueron encuestados, los millennials afirmaron que solo el parto costaría demasiado y, si a eso se le agrega el costo de vida de un hijo, quedarían absolutamente en bancarrota, lo que se traduce en una calidad de vida realmente pobre para el hijo y, claro, de tener hijos, quisieran poder darles un estilo de vida digno.

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Otra de las razones que declararon los millennials encuestados como factor decisivo para no querer hijos es la presión de tomar las decisiones correctas. Sabemos que para nosotros, los millennials, la libertad es primordial, el poder experimentar la vida sin la presión de que nos equivoquemos es algo de gran importancia. Queremos conocer el mundo, aprender de nuestros errores, pero, teniendo hijos, los errores tienen un costo mucho mayor, pues no somos solo nosotros quienes nos vemos afectados por esto, sino que somos responsables por completo de todo lo que pueda pasarle a esa vida que nosotros hemos creado.

También sostiene nuestra generación que el mundo no es siempre un lugar agradable. Algunas veces la decisión de no querer ser madre o padre, se basa simplemente en no querer traer un alma inocente a un mundo con odio y desigualdad en él. Muchos de los encuestados incluso declararon que no quisieran ser padres de un niño que sufre bullying en la escuela. Simplemente quieren ahorrarle esos problemas al hijo que podrían llegar a tener.

Por supuesto, con los millennials, no faltó la razón de poner la carrera por delante. 40% de los encuestados declararon que su carrera se antepone a la necesidad de formar una familia propia. Sostienen que tener una carrera exitosa y una familia al mismo tiempo sería casi imposible, así que, al momento de elegir una de las dos, el 40% se volcó por escoger su carrera.

Las mujeres hoy

Imagen Shutterstock

La realidad es que las mujeres estamos cambiando. A pesar de las continuas presiones de la sociedad, las prioridades del género femenino están comenzando a ser otras.

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Una encuesta realizada por la ONU en 171 países, revela que un quinto de la población femenina en Estados Unidos de entre 40 y 44 años (los que se conocen como los últimos años de fertilidad de la mujer) no ha tenido y no quiere tener hijos, siendo seis los países que superan este porcentaje. Singapur encabeza la lista con un 24% y es seguido por Austria, Reino Unido, Finlandia, Baréin y Canadá, mientras que el número de no fertilidad en mujeres de entre 40 y 44 años es mucho menor en Liberia y Congo con un porcentaje de 2%.

El mismo estudio revela que los nacimientos fuera de matrimonio están aumentando en gran cantidad, siendo en Guinea Francesa el 87% del total de nacimientos y en Estados Unidos el 41%.

¿Entonces?

Imagen pixabay

Que los tiempos cambian es algo que todos sabemos, que las mujeres son cada vez más independientes y autosuficientes también. Lo que nos falta, quizá, es abrir la mente y comenzar a entender que no todas las personas son felices de la misma forma.

Existen las mujeres (y también hombres) que toda la vida han soñado con ese momento en el que encontrarán al amor de su vida y serán más felices que nunca estando juntos. Que harán la promesa del amor eterno y que, de ese amor, nacerá una nueva vida de quien ambos cuidarán y ayudarán a crecer. Y por supuesto es algo que respeto y que todos deberíamos respetar. Pero también existen mujeres cuya mayor ambición es pasar la vida entera viajando, o mejorando día a día en su profesión hasta ser las mejores, o que, simplemente, quieren estar solas y vivir una vida sencilla sin hijos; y es a estas mujeres a las que les está costando un poco más conseguir ese mismo respeto, que no las vean como seres incompletos o que no se las considere personas infelices o una carga para la sociedad.

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Aprendamos a aceptar las diferencias


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"Ser madre es la mayor felicidad en el mundo" algo así es lo que dice mi madre cuando insiste en que mi decisión es la errada. Sin dudas puedo entender que para ella no existe ni existirá jamás mayor satisfacción que ver a mis hermanos y a mí ser felices, cumplir nuestros sueños, ser exitosos en la vida y… un abrazo de sus hijos cambia el peor de los días en un momento de felicidad y alegría incomparables. No tengo duda alguna de que ella lo dice desde el corazón, que así lo siente y que eso espera para mí. Sin embargo, lo que ella está olvidando, es que no todas las personas logramos la felicidad de la misma forma. No todos tenemos las mismas metas en la vida y no todos llegamos a la felicidad por el mismo camino.

Sí, ella es plena siendo madre, de hecho, la palabra “ madre” es la palabra que mejor la describe, pero no a mí. Y no tiene por qué ser de la misma forma para todos.

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No existen, en el mundo, dos personas iguales, por lo que deberíamos saber que difícilmente encontraremos a dos personas que ansíen exactamente lo mismo. No estoy, en lo absoluto, diciendo que las mujeres deban dejar de procrear solo digo que, la próxima vez que escuchemos a una mujer decir que no quiere ser madre, la respetemos. Que sepamos que esa es SU decisión y que la ha tomado porque sabe que así será feliz. No nos apresuremos a decir que “ya cambiará de opinión” porque puede que así sea, pero también puede que no, lo único que necesitamos es hacerle saber que respetamos su decisión, pues es su vida y es ella quien debe tomarla sin sentir la presión de su familia, sus amigos ni tampoco la de la sociedad. No dejemos que la presión dicte el futuro de más mujeres.