La desoladora historia de Ian Curtis, el poeta maldito del rock

Debbie se tropezó con Ian en la cocina. Estaba frío, colgado de los cables de tender ropa. Se quedó helada, contemplando la cruenta escena mientras al fondo sonaba el vinilo The Idiot de Iggy Pop.

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—  ¿Qué has hecho, hijo de puta? ¡Bastardo!

De su boca no salían más que improperios para el cadáver de su esposo, el padre de su hija, Natalie de siete años, quien afortunadamente esperaba en el puesto trasero del coche de su madre.

Ian cedió ante las crecientes presiones diarias. Una fama que no esperaba, una enfermedad que avanzaba sin motivo aparente y el dilema de romper una familia por amar a dos mujeres al mismo tiempo.

Esa noche, un canal británico transmitió Stroszek, la historia del cantante Bruno B., quien viaja a Estados Unidos y se debate entre dos amores, para luego suicidarse. La similitud con su propia vida parece haberle dado la respuesta, una que rondaba su mente desde hace un tiempo.

Ian Curtis se bebió una botella de whisky mientras escuchaba a Iggy. Fue a la cocina y acabó con su vida. La leyenda se había apagado.

El concierto que lo cambió todo

Ian Curtis nació en Stretford, Manchester, Inglaterra. En su adolescencia, mostró interés por la filosofía y devoró los libros de Franz Kafka y Jean Paul Sartre. También era amante de la poesía, donde mostró habilidades que eran amilanadas por su actitud inconformista, por la que fue tachado de niño rebelde. Su tercera pasión era la música. El joven encontró consuelo en las notas de Lou Reed, Iggy Pop y David Bowie.

En 1976, el veinteañero Ian acudió a un concierto de los Sex Pistols, cuyo punk rock se había metido en sus venas. Allí conoció a Peter Hook y Bernard Sumner, dos melómanos con quienes acordó formar su propia banda. Hook fungiría como bajista y Sumner como guitarrista y tecladista, mientras Ian haría gala de su poesía como letrista, a la par de ser la voz y tocar la guitarra.

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Posteriormente Stephen Morris se unió en la batería y la banda se llamaría  Warsaw, nombre que después fue cambiado a Joy Division.

El baile insigne

Los de la banda grabaron el demo An Ideal for Living que dejó a la crítica con ganas de más. Su espíritu era punk rock, pero se distinguía del resto por sus sonidos lentos que eran aprovechados por la voz barítona de Curtis. Además, sus letras se conectaban con la audiencia. “Él (Ian) era una caja de palabras”, comentó Sumner tiempo después.

Joy Division entonces firmó contrato con  Factory, una disquera pequeña pero donde se les prometió absoluta libertad creativa. Allí grabó Unknow Pleasures un disco que recibió buenas críticas, pero que no fue idolatrado por la audiencia sino hasta septiembre de 1979, caundo se presentaron en un programa de la BBC, interpretando Something Else.

Ian se ganó las miradas y el interés del público, no solo por su música, sino por su performance que constaba de un baile bautizado como “ epilepsy dance”, un conjunto de movimientos espasmódicos nunca antes vistos y que evocaban los propios ataques de epilepsia de Curtis.

El poeta maldito

Mientras la banda ascendía, Ian caía en el abismo. Su epilepsia se agravó y el cantante empezó a tener ataques en pleno escenario, lo que la gente interpretaba como parte de su actuación. De hecho, en una oportunidad actuaron como teloneros de The Stranglers y Curtis derribó la batería en uno de sus ataques.

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Los médicos no encontraban ninguna causa física para el incremento de la epilepsia, pero le recetaron medicamentos cada vez más fuertes que le ocasionaron un cuadro de bipolaridad anímica, lo que se aunó a su agorafobia ligera.

Además de su cuadro clínico, Ian tenía otros problemas en casa. Se había enamorado de Annik Honoré, una periodista y artista belga e inició una relación extramarital con ella, pues ya estaba casado con Deborah Curtis, con quien tenía una hija.

El intenso romance causó problemas en la pareja y según Honoré, Ian tenía planeado dejar a su esposa, quien aparentemente le presionaba negándole pasar tiempo con la niña porque no se fiaba de él. La intensa situación le creó un sentimiento de culpa al que finalmente cedió.

El 18 de mayo de 1980 acabó con su vida, a pocos días de iniciar su primera gira por Estados Unidos. Cuentan que el suicidio era algo que ya había contemplado y que había tomado una dosis de fernobarbital a los pocos días de finalizar la grabación de Closer, su segundo álbum de estudio.

El cuerpo de Ian fue cremado y sus cenizas enterradas en el cementerio de Macclesfield. En el epitafio reza " Love will tear us apart", el nombre de una de sus canciones más célebres que forma parte del segundo disco lanzado de forma póstuma.

Curtis fue el alma de Joy Division, un alma oscura, triste y célebre al mismo tiempo. Su historia no tardó en convertirse en leyenda y ahora se le considera uno de los poetas malditos del rock. 

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