Brasil, Orlando y el devastador silencio de la violencia: ¿cómo podremos vivir en paz?

Perdónenme el silencio. Tal vez resulte extraño pensar que una comunicadora se quede en silencio. Pero a veces, como decía el gran músico y compositor de jazz Miles Davis, el silencio dice más que las notas, el sonido o las palabras. Los eventos últimos –otra violación masiva en Brasil, otra matanza sin sentido en una discoteca en Orlando– me han dejado sin aliento, sin palabras. Hasta ahora.

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Indignación. Ira. Incredulidad. Ya lo viví hace 3 años y medio, a fines de año del 2012, cuando una violación en masa –absolutamente inhumana por su crueldad– de una chica universitaria en un bus en Nueva Delhi sacudió al mundo y nos convirtió en activistas a personas que siempre nos habíamos quejado de la situación del mundo pero nunca nos habíamos animado a tomar cartas en el asunto. Así me pasó a mi.

Y ahora, otra vez. En Brasil. Más cerca de casa. Treinta hombres violaron a una chica de 16 años y además sacaron videos del acto por Facebook y fotos de sus genitales ensangrentadas por Twitter. En Orlando, un ataque a la comunidad LGBT que parecería haberse disfrazado de terrorismo islámico –aunque ya se han lanzado varias teorías desde venganza hasta inestabilidad mental del tirador–resultaría ser de por sí un atraco a la libertad de vivir nuestras vidas a nuestro estilo, en paz, con tal de no hacer daño a nadie más.

Historias en común

Más allá de la innombrable violencia, ¿qué tienen estas historias en común? Me lo he cuestionado todo el último mes. Por eso el silencio. Tuve que tratar de identificar el patrón, de explicar lo inexplicable, de ver las causas de fondo que están permitiendo que broten estos casos alrededor del mundo. Ver las causas es el primer paso para buscar soluciones. Nadie puede verlo todo. Nadie tiene una bola de cristal. Pero sí resaltan factores varios que nos pueden esclarecer los hechos a nivel global y dar una ventana hacia un camino de sanación.

1. Subcorrientes culturales de sexualidad violenta, insatisfecha y publicista: Una búsqueda de la fama (o de la infamia) a cualquier costo.

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a. En el caso de Brasil (y de muchas otras partes del mundo), somos testigos del incremento de una subcultura de testosterona incontrolada –casi parecida a las situaciones que se dan en zonas de guerra– que encuentra algún tipo de desahogo no solo en el acto de violación masiva en sí, sino en el acto de compartir masivamente la violación a través de fotos en redes sociales, de esta manera violentando a la víctima de manera infinita y permanente.

b. Y en Orlando, sea cuál sea el motivo del autor del crimen (porque hasta aquí todavía hay muchas teorías), lo que sí se ha podido establecer es que en pleno tiroteo mandaba mensajes desde la discoteca a su esposa para saber si su ataque ya se estaba posteando en Facebook.

VIDEO: Esto también es VIOLENCIA contra la mujer. ¡Unámonos y digamos #NiUnaMenos!

Imagen Getty Images

2. Culpa a los víctimas

a. En Brasil, inmediatamente salieron a lucir los comentarios que dicen que una chica de 16 años “se lo buscaba” porque fue sola a casa de su novio, pero ¿acaso todas no fuimos a pasar un rato a solas con nuestros novios cuando éramos jóvenes? Sin mencionar que las mujeres tenemos derecho a salir, vestidas como queramos, a pasear o a bailar o a pasar un rato con un amigo sin que esto represente un peligro de ataques sexuales o de muerte.

b. En Orlando, no faltaron los comentarios –y críticas– sobre las vidas de estilo alternativo de quienes asistían al club Pulse, un grupo vulnerable en general por su sexualidad. Pero el hecho de que les guste salir a bailar ¿desde cuándo debería hacer a este grupo sujeto a una matanza en sangre fría? Si las mismas víctimas –u otras de sexualidades más "aceptadas"– hubieran fallecido en una iglesia o una escuela, bastiones de respetabilidad, ¿dolería menos a sus familiares, a sus amigos, al mundo?

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3. Fracaso o percepción de fracaso de los gobiernos de proteger a los ciudadanos.

a. Constituye un secreto a voces el culto a la violación en masa en Brasil, donde varias fuentes citan al Foro Brasileño de Seguridad con la cifra inaudita de que en Brasil se registra 1 violación cada minuto; y esto a pesar de que se estima que tan solo el 10-15% de las víctimas reporta el crimen. La mujer víctima de este ataque puntual decidió casi inmediatamente –aunque en anonimato para protegerse– que tenía que hablar públicamente del asunto porque según dijo ella: “Si me toca esperar al sistema de justicia, ya me han demostrado que no va a pasar nada. Yo estoy esperando la justicia de Dios, que puede tardar pero nunca falla”. Y esto a pesar de que sí se está realizando una investigación, se están arrestando a los culpables identificados y el gobierno ha decidido penalizar, no solo a los culpables del crimen, sino también a todos los que ignoraron las reglas básicas de la decencia y publicaron o compartieron los videos y las fotos del mismo en las redes sociales. Sin embargo, la percepción de que el gobierno ya no protege a sus ciudadanos persiste y se refuerza con los comentarios a favor de los violadores y en contra de la víctima que llegaron a llenar el internet en los días después del crimen. 

b. Los clamores por mayor control de la compra de armas en EEUU ha estado en crecimiento desde hace varios años, debido en gran parte al número inconcebible de muertes por tiroteos con armas de asalto masivo en manos de ciudadanos comunes. Según el Archivo de Violencia de Armas ( Mass Shooting Tracker) 372 personas murieron en ataques masivos con armas tan solo en el año 2015, incluyendo 64 ataques en escuelas. El debate, en la superficie, reside en el derecho a la defensa que se plasma en el derecho de los ciudadanos a portar armas –a pesar de que la evidencia sugiere que el portar armas aumenta significativamente el riesgo de sufrir de violencia.

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Algunos acusan que existe una nebulosa red de tremendo poder de fabricantes de armas que buscan mantener su negocio. Pero sea cual sea la verdad, el hecho es que cada año hay más ataques sin sentido alrededor de EEUU. A raíz de este último en Orlando, un senador forzó un voto entre sus colegas en temas tan básicos como la necesidad de una revisión de antecedentes de personas que quieran comprar armas, y el Senado se negó a implementar esta regla básica, fracasando otra vez en su responsabilidad de proteger a los ciudadanos.

Imagen iStock

Y nos hacemos más y más preguntas...

Al mirar estas tendencias, uno podría fácilmente caer no solo en silencio, sino en depresión. Desde que yo me desperté con los eventos de hace 3 años, me sigo haciendo las mismas preguntas: ¿Qué pasó con nuestra humanidad? Si la percepción es que los gobiernos no pueden ni proteger ni efectuar justicia para sus ciudadanos, ¿cómo podemos vivir en paz? ¿Hasta cuándo vamos a aceptar esta situación?

Pero quedarse en las preguntas no es suficiente. Esto podría quedar aquí. Las noticias pasan tan rápido que en poco tiempo habremos llenado nuestra cabeza con el nuevo escándalo político, el nuevo vestido de nuestra estrella favorita, o con los resultados del partido de fútbol de ayer. Pero en mi caso, me sirve de inspiración. Inspiración a seguir en un camino trazado, a tratar de cambiar –aunque sea en mi pequeño rincón del planeta– la forma en que los seres humanos nos tratamos a nosotros mismos y a los demás. Yo opto por empezar en casa, por buscar las formas en que yo misma pueda contribuir a frenar el ciclo de violencia en mi propia vida. Es el primer paso. Tomar la responsabilidad. 

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Así que perdónenme el silencio, porque a estas alturas, el silencio – al igual que la falta de acción – resulta imperdonable.

VER TAMBIÉN: Así respondió el mundo ante la masacre de Orlando

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