Esas pocas palabras logran demostrarnos que The End of the F***ing World no será la típica serie que encontramos todos los días, y que no será fácil digerir lo que veremos de allí en adelante. De todas formas, desde ese momento nos captura.
The End of the F***ing World: la serie de humor negro que atrapa e incomoda en Netflix

«Soy James. Tengo 17 años. Y estoy bastante seguro de que soy un psicópata».
La historia, basada en la novela gráfica de Charles S. Forsman con el mismo nombre, se centra en los personajes de Alyssa ( Jessica Barden) y James ( Alex Lawther), dos adolescentes con dificultades para adaptarse a las mayorías (y al mundo), que se conocen en el colegio y, al descubrir que tienen en común su odio al mundo, deciden emprender un viaje juntos y enviar al demonio todo lo que los rodea (familia, estudio, dinero, y pertenencias).
En el camino, forjan una relación amistad-amor que es más que interesante de apreciar. Todo va bien, hasta que los problemas empiezan a llegar o, mejor dicho, ellos empiezan a crearse problemas de los que no hay marcha atrás.
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Un delicioso sabor amargo

Que los adolescentes son rebeldes no es ninguna novedad, pero sin dudas Alyssa y James llevan esta rebeldía a un nuevo nivel, al punto de destruir la vida que tenían con dar un mal paso tras otro. Pero son esos mismos errores los que los llevan a crecer, conocerse y sentir, sentir mucho. Algo que hasta el momento no habían experimentado completamente por hechos que los marcaron en su infancia: Alyssa fue abandonada por su padre y James ve a su madre suicidarse.
Con estos y más infortunios, la pareja de jóvenes logra envolvernos en una trama oscura, con una ironía y humor bastante particulares, al punto de que por momentos nos sentimos más perturbados de lo que nos gustaría. Pero, de una manera retorcida, lo disfrutamos.

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The End of the F***ing World es una comedia negra que provoca demasiadas sensaciones por segundo, y que profundiza en los aspectos más oscuros y angustiantes de la vida adolescente. Al comienzo, no podemos sentir empatía con los protagonistas, sino todo lo contrario: son molestos y todo lo que hacen nos rechina.
Pero con el correr de los episodios, de tan solo 20 minutos de duración, conocemos su pasado a través de flashbacks, el porqué de su accionar y los vemos evolucionar y crecer al punto de que nos sentimos identificados con ellos en algún momento. Hasta podría decirse que les tomamos cariño.
Las actuaciones de Barden y Lawther son brillantes. Logran interpretar cada estado de ánimo de los personajes de una manera excepcional, y la química entre ellos traspasa la pantalla. Ese aspecto suma, y mucho.

Por otro lado, la serie es visualmente agradable y por momentos cautivante, así como también lo es la banda sonora. La trama, por su parte, combina un contexto moderno con estilo hipster, que sin dudas atrapa a cualquier millennial y es una clara explicación para aquellos que aún no han comprendido el significado del propio estilo transgresor.
La serie es fácil de ver no solo por la corta duración de los episodios, sino además por el dinamismo constante que la enriquece. Pasa de todo, hay muchos cambios, las cosas ocurren muy rápido, y eso la hace genial. Ell final, abierto pero cerrado a la vez, bastante lejos de ser un final feliz, es lo mejor que pudo pasarle a los 7 episodios anteriores.

¿Necesitamos una segunda temporada de The End of the F***ing Wolrd? Para satisfacer nuestras ganas de ver más, posiblemente. Pero lo que hay es suficiente y muy bueno. Una continuación solo estaría bien si tuviera realmente algo de valor para agregar a lo que se ve en la primera temporada, si no me temo que pueden arruinarla en menos de lo que canta un gallo.
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En resumen, The End of the F***ing Wolrd es una serie retorcida, sarcástica, violenta y, a la vez, divertida, que, por más que lo intentes, no te dejará indiferente.









