Quizás se podía esperar que este episodio estuviera algo más cargado de acción y de significativos avances, dado que nos encontramos tan cerca del final de la temporada 3 de Game of Thrones.
Los hijos de la guerra en Game of Thrones [Crítica 3x08]

Sin embargo, este episodio parece más bien una necesaria y última puesta a punto, retomando algunos de los personajes que se abandonaron durante el episodio anterior (que de todas maneras fue bastante abarcativo) y aprovechando para hacer avanzar algunas de las líneas principales: los arreglos políticos en Desembarco del Rey y el creciente poder de Daenerys Targaryen ( Emilia Clarke) más allá del Mar Angosto.
Un camino diferente
Una de las subtramas que habían quedado abiertas y en suspenso desde el episodio anterior fue la del intento de Arya ( Maisie Williams) de escapar de la Hermandad sin Estandartes y su posterior captura a manos de Sandor “El Perro” Clegane ( Rory McCann).
Arya está convencida de que El Perro es un hombre vil y despreciable, porque lo único que sabe es que fue capaz de matar a su amigo, pero nosotros sabemos que es un hombre más complejo, probablemente con más matices y, ciertamente, con cierto sentido del honor.

Arya quizás aún no lo vea, las circunstancias que la han traído hasta aquí la han hecho descreída y desconfiada (no le cree del todo cuando le dice que salvó a su hermana). Al inicio del episodio la vemos intentando aplastarle la cabeza con una roca, pero luego él le dice que la llevará con su familia ya que ellos pagarán por ella, deslizando antes un contundente “que se joda Joffrey, que se joda la Reina”, palabras que sin dudas deben haber sonado agradables a oídos de Arya.
Es probable que, al sentirse traicionada por aquellos en quien ella había confiado -la Hermandad sin Estandartes-, defraudada por los dioses (que dejaron libre y con vida a Sandor) y, ahora, conociendo a un hombre que quizás no sea el peor hombre del mundo como ella creía, Arya -una niña sin dudas muy inteligente- comience a comprender las cosas de otra manera, a descubrir los matices en los hombres y a despegarse de la fuerte influencia de su padre y su rígido código moral, rasgo que quizás ya no sea válido en un mundo que ha cambiado, y que, por otra parte, le valió a su padre la muerte.
En este sentido, la evolución de Arya como personaje a lo largo de la serie es una de las más interesantes. Por otra parte, espero que finalmente pueda encontrarse con su familia.
El poder en la sangre
Daenerys va ganando cada vez más poder. Ahora, con algo de suerte y también, claro está, gracias a su convicción y a su encanto, que sedujeron a uno de los líderes de los Segundos Hijos, mercenarios que había contratado el esclavista de Yunkai para pelear contra el ejército de la Khaleesi.
Con sus dragones, su numeroso ejército y su fortaleza, Daenerys parece cada vez más invencible, pero aún se encuentra lejos de su objetivo y es un complicado camino que debe seguir hasta lograrlo, por lo que muchos obstáculos van a surgir. Por lo pronto, deberá enfrentarse al ejército de Yunkai, así que tendremos buena acción en el próximo episodio.
Melisandre ( Carice Van Houten) lleva a Gendry ( Joe Dempsie) a Rocadragón y enseguida nos enteramos que su propósito es “sacrificarlo”, para obtener el poder que el hijo bastardo de Robert Baratheon tiene en su sangre.

Stannis ( Stephen Dillane) comienza, si no a dudar de los procedimientos de Melisandre, al menos a comprender por qué Ser Davos ( Liam Cunningham) se muestra reticente hacia ella. Stannis trata de justificarse diciendo que tuvo una visión entre las llamas y que el propio Davos vio la criatura que dió a luz Melisandre, por lo que no hay otra opción que creer en su dios.
Si bien es cierto que el Dios del Fuego ha dado sobradas muestras de sus poderes y de su utilidad en el mundo terrenal, no deja de ser la voluntad de una persona que moldea y define el uso de su poder divino, y es esto lo que evita (consciente o inconscientemente) reconocer Stannis al seguir ciegamente a Melisandre.
Es la voluntad de Melisandre que permitió a la criatura que dió a luz matar a Renly, así como fue la voluntad de Thoros de Myr ( Paul Kaye) la que permitió revivir a Beric Dondarrion ( Richard Dormer) luego de una batalla. Detrás de estas voluntades está la ambición de poder humana, sobre todo en Melisandre, aunque sus propósitos nunca están del todo claros.
Por último, tuvimos un importante avance en Desembarco del Rey, donde se lleva a cabo la boda entre Tyrion ( Peter Dinklage) y Sansa ( Sophie Turner). Todo resultó más o menos desastroso, pero también más o menos de acuerdo a lo esperado.

Es difícil saber cómo seguirá la relación, pero es agradable (además de gracioso) ver a Tyrion intentando ser lo más gentil y honesto que puede con Sansa, y a los dos intentando manejar una situación que les ha sido impuesta y que no desean en absoluto, apelando a diferentes actitudes: Tyrion emborrachándose a más no poder y Sansa, si bien visiblemente incómoda, más o menos aceptándolo.
De todas maneras, Tywin ( Charles Dance) seguirá esperando que Sansa quede embarazada de Tyrion, así que tarde o temprano esto se debe resolver de una u otra manera, incluso con Shae ( Sibel Kekilli) vigilando a Tyrion de muy cerca.
Algo que también deberá resolverse, porque así lo ha decidido Tywin, es el matrimonio entre Cersei ( Lena Headey) y Ser Loras Tyrell ( Finn Jones), aunque Cersei no parece ser tan bondadosa como Tyrion con su prometido.

Puntaje: 7. Un episodio en que quizás faltó algo de intensidad a tan poco de finalizar la temporada, pero con algunas de las mejores apariciones de Tyrion y de Daenerys, así como la vuelta a la acción de Stannis del que no habíamos tenido mucho durante la temporada. También vimos a Sam ( John Bradley) actuar valientemente, casi que por primera vez, para defender a Gilly ( Hannah Murray) y su hijo, en una atrapante escena.






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