A mediados de los 90 al director Edgar Wright se le ocurrió una idea, apenas esbozada, una premisa para una película: un experto conductor, melómano, ayuda a escapar a una banda de ladrones de banco al ritmo de su canción favorita.
Baby Driver, una película de acción a puro ritmo

Hay algo sin dudas atrapante en la relación entre el ritmo de la música o la duración de una canción y la afinada coordinación y cronometría que interviene en el atraco de un banco.
De modo que la idea persistió en la mente de Wright todo este tiempo.
Como para conjurarla momentáneamente, la plasmó en el videoclip de la canción “Blue Song” de Mint Royale, en 2003, protagonizado por Noel Fielding y con una aparición de su habitual colaborador Nick Frost.
Pero su idea era más ambiciosa.
Ahora, consolidado como director y con una destacada carrera detrás suyo, con grandes películas de culto y aclamadas como las de la trilogía Cornetto — Shawn of the Dead, Hot Fuzz y The World’s End— y Scott Pilgrim vs. The World, finalmente Edgar Wright pudo hacer la película con la que había soñado cuando todavía no había empezado a hacer películas: Baby Driver.
Una afinada orquesta

Lo rítmico y lo musical ha sido siempre un elemento notorio en las películas de Edgar Wright, desde la batalla de las bandas en Scott Pilgrim, la escena de “Don’t Stop Me Now” en Shaun of the Dead, o la de “Alabama Song” en The World’s End.
Pero ahora se ha convertido en el aspecto central y fundamental en Baby Driver.
Su origen como una idea fija y añeja en la mente del director, como un punto de partida —el conductor, el robo del banco, la música, el timing— sobre el que eventualmente se construye toda una historia, impregna a toda la película.
El argumento resulta en cierto modo accesorio, se percibe casi como una excusa para el despliegue virtuoso y definitivamente fascinante de secuencias de acción marcadas por el ritmo de la música, por una afinada cadencia y por una perfecta coreografía de movimiento, velocidad y coordinación, que se erigen como la razón de ser de la película.
Los personajes son apenas bosquejos, arquetipos que ocupan un lugar funcional en la trama y no tienen demasiado desarrollo, excepto por el protagonista, interpretado por Ansel Elgort: el joven y melómano conductor que quedó huérfano de pequeño y se involucró en el crimen organizado pero ahora quiere salirse.
Baby. Así dice llamarse.
Kevin Spacey es Doc, el jefe criminal que oficia como una suerte de mentor de Baby en el mundo del crimen, el que forjó su destreza detrás del volante o se aprovechó de ella.
Lily James es Debora, la joven y adorable mesera de la que se enamora.

Jon Hamm, Jamie Foxx, Eiza González, Jon Bernthal y Flea aparecen como ocasionales miembros de la banda de ladrones de Doc, también cumpliendo con sus respectivos roles (el extravagante galán y su extravagante novia, el impulsivo y violento, el chistoso, el tonto, etc.).
El auto, la ruta, la chica y la música

Edgar Wright es un cinéfilo.
Siguiendo lo que podríamos llamar la escuela de Quentin Tarantino, su devoción por el cine y sus clásicos suele manifestarse en sus películas a modo de homenajes y referencias explícitas.
Su trilogía Cornetto es una variación que tributa a diferentes géneros del cine, sean los zombies, las buddy movies de acción o la ciencia ficción apocalíptica, con un giro humorístico muy característico y distintivo que Wright cultivó desde la genial sitcom Spaced («caballos de troya» que ingresan comedia de contrabando en cada género, según definió el mismo Wright a su trilogía).
En Baby Driver el humor, que inevitablemente está, es circunstancial y anecdótico, dejando espacio a un tono más propio de una película de acción o romántica, dependiendo del caso, lo que es un cambio para el director. No contrabandea comedia.
El objeto de homenaje también está en Baby Driver, pero es algo más vago y abstracto,
La pista, sin embargo, se puede encontrar en la mención del director a una de sus películas favoritas: The Driver (1978), de Walter Hill (una película que, coincidentemente, es una de las favoritas de Tarantino, que sí la ha homenajeado de manera directa).
Baby Driver es entonces un homenaje a cierta clase de películas de acción de aquel viejo Hollywood, un intento de reflejar ese sentimiento simple y directo que no surge de las proezas del guión y la complejidad argumental sino de un lugar más visceral.
Un sentir, si se quiere, más puramente cinematográfico, en el sentido de una combinación de imágenes y sonido, un impacto primordial sobre los sentidos.
La puesta en escena de una fantasía elemental.
Una fantasía que involucra ladrones, asaltos de bancos, compra de armas, tiroteos, capos mafiosos, persecuciones a alta velocidad, y que tiene sus similitudes con el mundo real, pero que ocurre en un lugar más irreal.
Baby Driver es la fantasía de escapar, sin tener ningún plan ni ninguna certeza, más que el amor de una chica, un auto a alta velocidad y la música sonando en los parlantes. Una fantasía que no siempre puede hacerse realidad.






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