El Sambódromo de Río de Janeiro volvió estallar en música, color y fiesta, al igual que las calles de otras ciudades brasileñas, a pesar de la amenaza que representa el actual brote del virus del zika.
Silvia Izquierdo / AP
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Entre el brillo de las lentejuelas y los sonoros ritmos, las autoridades de salud ordenaron la fumigación del sambódromo, en un esfuerzo por controlar al mosquito que transmite el zika: Aedes Aegypti.
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Brasil es el país más afectado por el actual brote del virus, que en 80% de los casos no provoca síntomas y que en general es más leve que el dengue.
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Solo una de cada cuatro personas contagiadas desarrolla los síntomas del zika, que suele tener una duración máxima de una semana, aunque los dolores musculares pueden persistir hasta por un mes.
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Sin embargo, médicos y científicos relacionan al zika con una explosión de casos de microcefalia en bebés nacidos de madres que se contagiaron con el virus durante el embarazo, por lo que han recomendado evitar la picadura a toda costa.
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Pese a todo los intentos por desterrar el miedo al zika, el carnaval sufrió el impacto de la situación económica que vive el país.
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Las escuelas de samba se vieron obligadas a apostar por espectáculos más baratos y simples y 48 ciudades decidieron suspender sus carnavales, en algunos casos para dedicar esos recursos al combate del mosquito.
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El secretario de Salud de Brasil. Alexandre Padilha, también salió a las calles de Brasil a celebrar el carnaval y acabar con el mosquito, incluso aquellos disfrazados por el carnaval.
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En las playas de Copacabana, en Río de Janeiro, también se entregó información educativa y consejos para protegerse del virus.