León Krauze: Censurar a Trump no es el camino

El periodista considera que, en democracia, las posiciones incómodas de un político no se censuran; se debaten, se refutan e, idealmente, se exhiben

Por León Krauze, conductor de noticias de Univision KMEX, periodista y autor

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Mi último noticiero
Jorge Ramos

“Al decir esta noche mis últimas palabras en el noticiero, me quedé pensando en todo lo que me queda por delante. Después de todo, los periodistas nunca se retiran. Estamos condenados toda la vida a perseguir noticias, a perseguir lo nuevo”. <br/>

Mi último noticiero

Opinión
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Inventando otro Macondo
Jorge Ramos

“El reto de la serie era, en el mejor de los casos, complementar al libro y dar una visión, entre millones, de cómo era la vida en Macondo. Y lo logra. Agradezco las narraciones tomadas íntegramente del libro y las magníficas actuaciones marcadas por las páginas más que por las improvisaciones”.

Cómo vencer a Trump
Jorge Ramos

<b>“</b>En la cabeza de Trump todo conspira para demostrar su poder. Ganó la elección y el voto popular, se desvanecen los juicios en su contra, y legalmente se siente protegido para hacer lo que se le pegue la gana. Se siente en el tope. Es en este contexto que Trump amenazó con la imposición de aranceles contra México, Canadá y China”.

Cómo vencer a Trump

Opinión
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En México nadie sabe cómo
Jorge Ramos

<i>“Duele pero hay que decirlo: en México nadie sabe cómo detener la violencia. Si lo supieran, ya lo hubieran intentado. Lo que hemos visto desde la época de Felipe Calderón, cuando se declaró la guerra contra los narcos, son distintos experimentos -todos fallidos- para enfrentar la violencia”.</i>

La cruel y tonta idea de las deportaciones masivas
Jorge Ramos

<i>“Causarán un daño irreparable a miles de familias y a la economía estadounidense. No se trata de expulsar a los indocumentados sino de integrarlos a este país. Sería mucho más barato y efectivo. Pero Trump y sus asesores solo se oyen a sí mismos”.</i>

Trump: una amenaza para México
Jorge Ramos

“Hay mucho que negociar antes que Trump tome posesión el 20 de enero. Pero el peligro de deportaciones masivas, aranceles y hasta de operaciones militares en su territorio ha puesto en alerta a la nueva presidenta de México. Sheinbaum y Trump ya hablaron y se dijeron esas cosas huecas que se dicen los presidentes por teléfono”.

Y si los latinos deciden la elección…
Jorge Ramos

“La realidad es que cada vez hay más votantes latinos. Este año hay 36.2 millones de hispanos elegibles para votar, casi cuatro millones más que en 2020, según el centro Pew. Y aunque no todos van a salir a votar, los que lo hagan serán suficientes para definir quién será el próximo presidente o presidenta de Estados Unidos”.

El enemigo perfecto
Jorge Ramos

“Gane quien gane la elección en Estados Unidos, las cosas van a empeorar para los recién llegados. Los inmigrantes son el enemigo perfecto en esta campaña electoral. Son muy vulnerables, lo dejaron todo en su país de origen y no se pueden defender de los ataques injustificados de los políticos que solo quieren ganar votos”.

El enemigo perfecto

Opinión
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  El mundo imaginario de Donald Trump
Jorge Ramos

&quot;En este caso, nos toca apuntar y corregir todas las mentiras que Trump ha dicho -y que sigue diciendo- sobre los inmigrantes, sobre la insurrección del 6 de enero del 2021 y sobre todos los esfuerzos ilegítimos por negar los resultados de las elecciones del 2020. Las democracias mueren, primero, desde dentro&quot;.

Por la familia, todo: Ruben Gallego sobre su candidatura para ser el primer senador latino de Arizona
Rubén Gallego

&quot;A los 14 años, vi a mi familia y a mi comunidad y me dije: hay un futuro mejor para nosotros; podemos progresar y las cosas pueden mejorar. Todo lo que hago y lo que soy tiene sus raíces en mi comunidad latina, y me llena de humildad poder llegar a representar a nuestra comunidad en el Senado. Es un deber que asumiré con orgullo y mucho honor.&quot; Read this content in <a href="https://www.univision.com/univision-news/opinion/por-la-familia-todo-ruben-gallego-on-running-to-be-arizonas-first-latino-senator" target="_blank" link-data="{&quot;cms.site.owner&quot;:{&quot;_ref&quot;:&quot;00000147-f3a5-d4ea-a95f-fbb7f52b0000&quot;,&quot;_type&quot;:&quot;ae3387cc-b875-31b7-b82d-63fd8d758c20&quot;},&quot;cms.content.publishDate&quot;:1726508152821,&quot;cms.content.publishUser&quot;:{&quot;_ref&quot;:&quot;0000017b-d1c8-de50-affb-f1df3e1d0000&quot;,&quot;_type&quot;:&quot;6aa69ae1-35be-30dc-87e9-410da9e1cdcc&quot;},&quot;cms.content.updateDate&quot;:1726508152821,&quot;cms.content.updateUser&quot;:{&quot;_ref&quot;:&quot;0000017b-d1c8-de50-affb-f1df3e1d0000&quot;,&quot;_type&quot;:&quot;6aa69ae1-35be-30dc-87e9-410da9e1cdcc&quot;},&quot;link&quot;:{&quot;target&quot;:&quot;NEW&quot;,&quot;attributes&quot;:[],&quot;url&quot;:&quot;https://www.univision.com/univision-news/opinion/por-la-familia-todo-ruben-gallego-on-running-to-be-arizonas-first-latino-senator&quot;,&quot;_id&quot;:&quot;00000191-fbe7-dddd-a5f7-ffef61bf0000&quot;,&quot;_type&quot;:&quot;ff658216-e70f-39d0-b660-bdfe57a5599a&quot;},&quot;linkText&quot;:&quot;english&quot;,&quot;_id&quot;:&quot;00000191-fbe7-dddd-a5f7-ffef61bb0000&quot;,&quot;_type&quot;:&quot;809caec9-30e2-3666-8b71-b32ddbffc288&quot;}">english</a>.

Un par de asuntos recientes en Estados Unidos me han hecho acordarme de una conversación que tuve hace poco más de un lustro con el político chileno Marco Enríquez Ominami. Era el año 2009 y MEO (como se le conoce allá) buscaba la presidencia de su país con una campaña que apelaba, antes que nada, al voto joven.

Rumbo al final de la entrevista le pregunté por el papel de las redes sociales en la vida democrática de Chile y otros países latinoamericanos. En México ya se registraba entonces una cierta pulsión por censurar la libertad de quienes, en la red, cuestionaban a la clase política. Quise saber el diagnóstico de Enríquez: ¿qué opinión le merecía la discusión en los medios sociales?, ¿valía la pena considerar regularlos? Su respuesta me pareció memorable: “Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia; los de la libertad, con más libertad”, me dijo.

Aunque no es nuevo, el diagnóstico de Enríquez Ominami es particularmente relevante hoy en Estados Unidos. Quizá por la reciente andanada de intolerancia o tal vez por los años que ya se arrastran de polarización, algunas voces parecen peligrosamente dispuestas a olvidar el primer deber de una democracia: la defensa de sus libertades.

Ahí está, para empezar, el caso de los candidatos republicanos y su asalto contra la libertad periodística después de los primeros tres debates de su proceso de elecciones primarias. La historia es de sobra conocida. Después de enfrentar una serie de preguntas que consideraron injustas e imprudentes, además de otras quejas de formato y presentación, el partido republicano optó por cancelar un debate previsto para febrero. Acto seguido, representantes de varios de los aspirantes republicanos redactaron una carta que enumeraba una insólita lista de peticiones que incluía evitar algunos formatos de preguntas, como los famosos “lightning rounds” en los que los candidatos se ven obligados a responder velozmente a preguntas muy puntuales, discusiones entre candidatos, preguntas donde lo único que se requiera se un “sí” o un “no”, cuestionamientos “frívolos”, tomas de las reacciones de la audiencia y otras imposiciones absurdas.

El mensaje no podía ser más claro para las cadenas interesadas en organizar los siguientes debates del partido conservador: de aceptar el legajo republicano, las reglas del ejercicio no estarían en manos de los periodistas (cuyo oficio es, al fin y al cabo, incomodar a los poderosos) sino en las de los políticos.  En otras palabras, los republicanos pretenden resolver los problemas de la democracia con menos democracia. Es un desplante insólito. La respuesta a la asertividad periodística, fastidiosa por naturaleza, no es la censura, al menos no en Estados Unidos.

Pero la de los republicanos y sus debates no es la única instancia reciente en la que la censura pretende coartar el ejercicio de la libertad de expresión, por más incómoda que resulte.

Hace unas semanas, los productores del programa Saturday Night Live (SNL), la mayor institución de comedia televisiva del país, informaron que Donald Trump fungiría como anfitrión de la emisión del sábado 7 de noviembre. Al polémico anuncio han seguido protestas de todo tipo. Varias pretenden presionar a la NBC para que revoque la invitación. Para Luis Gutiérrez, congresista de Illinois, la presencia de Trump en el escenario de SNL implicaría una suerte de aval público a sus posiciones intolerantes: “Esto le dice a Estados Unidos que todo lo que ha dicho Trump desde que comenzó su campaña no tiene mayor importancia”. En una carta enviada a los presidentes de Comcast y la NBC, Gutiérrez remata sugiriendo la censura: “Por favor, retírenle la invitación […] demuestren que el racismo no es simpático”.

Por supuesto, la rabia de Gutiérrez y de las diversas organizaciones que han exigido la cancelación de la presencia de Trump es plenamente comprensible. En efecto, el racismo no es chistoso. Aun así, reprimir la libertad de expresión no es el camino. En democracia, las posiciones incómodas de un político no se censuran; se debaten, se refutan e, idealmente, se exhiben.  En esto último, pocos recursos son tan útiles como la comedia. Saturday Night Live puede presumir de una larga historia de inclemencia con los políticos. Ejemplos sobran, desde la imitación hilarante y brutal que hiciera Chevy Chase de Gerald Ford hasta la tunda que le propinaron al robótico Al Gore durante la campaña del 2000, que bien pudo constarle la elección.

En años recientes, recuerdo a Tina Fey dejando mal parada a Sarah Palin o, en las últimas semanas, a Kate McKinnon interpretando a Hillary Clinton como una especie de medusa, insaciable de poder.  Lo que hay que exigirle al programa, entonces, no es que le niegue un espacio a Donald Trump. Lo que hay que pedirle es que lo someta a una hora y media de incomodidad, de sátira implacable que exhiba su falta de congruencia, su vanidad y, sí, su intolerancia. Después de todo, el ridículo es mucho más doloroso que la censura. ¡Y mucho más democrático!

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.