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En fotos: Este es Versailles, el mítico restaurante de Miami donde el exilio cubano celebró la muerte de Castro
En el corazón de la Calle 8, este lugar que replica un cafetín europeo se ha convertido durante décadas en el centro en donde los desterrados de la isla se encuentran para tomar coladas, comer lechón y hablar de política. Fue también el epicentro de las celebraciones y fiestas tras la muerte de Fidel Castro.

Cuando la noticia de la muerte de Fidel Castro se confirmó, los cubanos de Miami salieron a la calle con un destino claro: el restaurante Versailles.
David Maris
Fundado hace 41 años por un cubano que combatió en el desembarque de Bahía Cochinos, este restaurante ubicado en el corazón de la Calle 8 se convirtió -como dicen los hombres mayores que lo frecuentan- en la “alcaldía del exilio”.
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Lejos del exotismo de los lugares de la Habana, de baldosines blancos y negros, este restaurante extrañamente intentó replicar un cafetín europeo y la opulencia de espejos del verdadero Salón de Espejos de Versalles, en Francia.
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“Queríamos comernos un sanduchito cubano, un pastelito de guayaba, un jugo de mamey y en este lugar no solo encontrábamos nuestra cocina sino que fue el que empezó a reunir a todos los que dejábamos atrás nuestra patria”, dice Mario Machado, un hombre mayor que ha vivido su vida lejos de la isla frecuentando este lugar.
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Ese sábado 26 de noviembre -que pasará a los anaqueles de la historia como el día de la muerte de uno de los líderes más influyentes del siglo XX-, los alrededores del restaurante Versailles estaban a reventar. Ese lugar que era una especie de cabildo de todos los desterrados, ahora se convertía en el lugar para celebraciones y las algarabías. Con banderitas y pitazos de carros decían todos: "Fidel ha muerto".
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Sin embargo, unos días después, el lunes 28, todos trataban de mantener las maneras en su interior. Las lámparas de cristales, los amplios salones de ventanales enormes y un piso de baldosines de plástico (que intentan replicar complejas formas de cerámica), congregaban a la gente cubana en torno a un sentimiento aún más poderos que el de la política: el amor por el lechón con arroz y frijoles.
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El encuentro de exiliados entre coladitas, la forma como los cubanos le llaman a su café de sabor fuerte y dulce, y pastelitos de guayabas hizo que con las décadas la fama de este lugar creciera y se conociera como "La casa del exilio". A las afueras hay incluso un pequeño monumento que profesa: "En reconocimiento a los cubanos hombres y mujeres que nunca se resignaron a vivir sin libertad".
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El Versailles fue creciendo al punto que hoy ocupa casi una cuadra completa. Aunque los despampanantes espejos podrían hacer pensar que se trata de un lugar muy formal, en el interior realmente palpita la frescura de los cubanos. Así, las lámparas y los arabescos contrastan con mesas sin manteles, servilletas de papel y sillas de cafetería corriente.
David Maris
Hoy en día, los turistas que visitan Miami sienten que rasguñan algo de la cultura cubana cuando visitan el Versalles y prueban el café típico servido por una chica que te llama con cercanía, "mi amor", "mami linda", antes de servirte la bebida caliente.
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"Mi papá salió de la Habana, porque el Che Guevara lo había condenado a muerte, alguien le avisó y logró embarcarse en un bote hacia Cayo Hueso. Desde ese 1960 vivimos acá y nunca volvimos a la isla. Pero este lugar ha sido mi mejor manera de mantener mis recuerdos vivos de Cuba", dice Randy Espinet, un cubano erudito, mientras espera su segundo café de la tarde.
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A juzgar por lo que ofrece este restaurante, los sabores de Cuba están hechos de pocas especias, influencias europeas, mucha devoción por el cerdo y un compromiso por los frijoles y por los pasteles de hojaldre que albergan en su interior el dulzor de la guayaba.
David Maris
Claro, no hay Cuba, no hay patria, sin tabacos. Hileras blancas y organizados de cigarros 'La gloria cubana' se ven en sus estanterías.
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"Desde el principio el Versailles fue un lugar importante en términos políticos", asegura Randy ahora reunido con sus compinches. "Ahora somos un exilio poderoso y predominante. Pero hace décadas, cuando llegamos, éramos pocos y no teníamos capital. Este lugar, sin embargo, fue nuestra casa y a medida que el exilio creció, creció también el Versailles".
David Maris
Ahora, incluso que Fidel Castro se ha ido, Versailles tiene grabado en piedra en sus puertas una bienvenida para los cubanos: "La peña del Versailles, para aportar ideas y compartir el sueño de un regreso a la patria que espera".
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